Por Iván García.
Frente a la fuente de La India, a un costado del Parque de La Fraternidad y muy cerca del Capitolio, en el centro de La Habana, se encuentra enclavado el hotel Saratoga.
Su fachada antigua, pintada de verde limón, tiene una arquitectura de arcos curveados y altas columnas. El interior es una armazón moderna con estructuras de hierro y pladur. Según las relajadas normas cubanas de hostelería, el Saratoga es un hotel 5 estrellas.
Como casi todos los hoteles, posee una sala de navegación. Subiendo una escalera amplia con barandas de hierro, luego de franquear el piano bar, en una estancia pequeña y climatizada, puede conectarse a internet.
Si usted tiene una tableta (iPad), laptop o un teléfono inteligente, puede hacerlo desde cualquier sitio del hotel, gracias a una red inalámbrica. De lo contrario, el Saratoga dispone de tres ordenadores. La velocidad de trasmisión es de una lentitud desquiciante.
Abrir un correo Yahoo puede demorar hasta 6 minutos. Olvídese de Gmail. La conexión corre a 100 kilobyte. Descargar videos o fotos que excedan un megabyte no es aconsejable.
El servicio es excesivamente caro, incluso para un extranjero. Media hora 6 cuc. Una hora 10. Dos horas 15 pesos cuc. En el mismo hotel donce hace mes y medio se hospedaron los cantantes Beyoncé y Jay-Z, internet funciona en cámara lenta.
A pesar que desde el 2010 el gobierno de Castro, al apostar por una plena ‘soberanía digital’, decidió abrir la billetera de inversiones y conjuntamente con Venezuela y Jamaica, costearon un cable submarino de varios miles de kilómetros. Su lugar de nacimiento fue la región venezolana de La Guaira y de terminación, la playa de Siboney, en la oriental provincia de Santiago de Cuba, a poco más de 900 kilómetros de La Habana.
Del cable poco se sabe. Es más bien una especie de ‘ALBANET’, con filtros y mecanismos de controles. Detrás del famoso cable existe un entramado olímpico de corrupción.
Algunos metieron la mano y por el camino se perdieron varios millones de dólares. Se rumora -en Cuba los rumores tiene más fiabilidad que las noticias de la prensa oficial-, que varias personas podrían ir a la cárcel.
Los medios estatales informaban con euforia que cuando se enlazaran al cable, la velocidad de transmisión de datos se multiplicaría por 300. Mientras se resuelven los problemas técnicos, el 97% de la población cubana sigue viendo internet como cosa de ciencia ficción.
En su ausencia, un usb o memoria flash sirve de polea trasmisora de información para quienes tienen ordenadores sin conexión a la red. El régimen considera a internet ‘una herramienta de control hegemónico del imperialismo yanqui’.
Desde que la isla se enganchó de manera satelital a la autopista de información, los ‘tanques pensantes’ criollos, se rompen la mollera intentando diseñar una eficaz policía cibernética que pueda domesticar a la democrática red de redes mundial.
Hasta ahora no lo han conseguido. Lo que han logrado es sí bloquear páginas consideradas ‘subversivas’ y en los centros de trabajo un ‘gran hermano’ vigila las trazas de aquellas personas desobedientes que deciden echarle un vistazo a un diario digital de Miami o Madrid.
En ETECSA, la empresa de telecomunicaciones, el personal con acceso a la web tuvo que firmar un acta, comprometiéndose a no leer ‘páginas enemigas ni visitar sitios pornográficos’.
Tampoco pueden tener una cuenta de correo internacional (Yahoo, Hotmail, Gmail). Cero Twitter, Facebook u otra red social. Pero en este tipo de sociedades cerradas, la gente aplaude con el mismo énfasis un discurso, que roba descaradamente en su puesto de trabajo o infringe las normas establecidas.
Raisa, 24 años, nunca ha navegado por internet. Eso no ha impedido que la joven tenga cuenta en Facebook y una página donde se anuncia como fotógrafa de bodas y quince.
Todo gracias a un amigo informático, encargado de revisárselas y actualizárselas. Y no falta los que hacen negocio con las cuentas estatales de internet. Venden a dos pesos convertibles la hora.
Pero no se lo recomiendo. En su mejor momento, la conexión es a 50 kilobyte. Puedes demorar hasta 30 minutos para entrar a la edición online del Diario de Las Américas.
Aunque el régimen de Castro ha instaurado internet a cuentagotas, ciertas informaciones censuradas llegan al cubano de a pie. Eso sí, con retraso.
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