martes, 25 de junio de 2013

Comer, el gran problema de Cuba.

Por Iván García.

Gracias a los 100 dólares enviados por parientes de Miami, la familia Calderón tuvo asegurado un buen menú durante cuatro días. Y Oneida, 71 años, ama de casa encargada de alimentar lo mejor posible a los 7 miembros de su núcleo -5 adultos y 2 niños- pudo descansar un poco de las colas y rondas por los agromercados a la hora de cierre, cuando se pueden comprar productos rebajados.

Echemos un vistazo a la carta gastronómica de los Calderón esos días.  El jueves hubo arroz blanco, frijoles negros y una hamburguesa por cabeza. De ensalada, una tajada de aguacate. Solo los menores tuvieron postre: un bocadito de helado de 5 pesos, comprado en un cafetín privado.

El viernes la cena no estuvo mal. Un filete de aguja, bastante delgado, que a 50 pesos la libra se consigue en el mercado negro. Arroz blanco, garbanzos, comprado en la shopping, con tocino y chorizo artesanal, ofertados en los agros particulares.  Ensalada de pepinos y para los niños, una paletica de helado cubierta de chocolate, de ésas que por los barrios pregonan vendedores ambulantes en bicicleta, a 5 pesos la paletica.

El sábado siguió la buena racha. Congrí,  carne de res en salsa,  yuca con mojo, aguacate y jugo de guayaba natural. De postre los niños tuvieron una sorpresa: pastel oriental, elaborado por cuentapropistas.

El domingo, como es tradicional en Cuba, se suele preparar la mejor comida de la semana. Esa tarde los Calderón cenaron dos muslitos de pollo por persona -adquirido a 2.40 pesos convertibles el kilogramo-, arroz moro,  y ensalada de habichuelas. Toda la familia tuvo derecho al postre: mermelada de guayaba con queso crema casero.

Con la barriga llena, luego de hacer una colecta, los dos hombres de la casa  por 3.85 cuc compraron un litro de ron blanco Havana Club. Se la tomaron  mientras en la televisión nacional veían un partido diferido de fútbol de la liga inglesa. Las mujeres se pusieron a conversar, esperando que terminara el fútbol para ver, en videos alquilados, los últimos capítulos de Pablo Escobar, el patrón del mal, serial que tiene enganchado a media isla.

Terminadas las tres horas de asueto dominical, Oneida vuelve con sus peocupaciones. En esas cuatro comidas, sumando aceite, sazonadores y condimentos, gastó 56 cuc.  Al día siguiente, con 136 pesos y los 9 cuc que le quedaron, debe armar el menú de la próxima semana.

La familia Calderón vive en una casa de tres habitaciones en un reparto habanero. Se puede considerar de ‘clase media’ en la Cuba de los Castro. Excepto Oneida, jubilada que devenga 111 pesos y los dos niños, los cuatro adultos son profesionales. Si se suman sus salarios en moneda nacional más el de uno que recibe estimulación en divisas, entre todos ingresan 3,258 pesos al mes. Muy por encima del ingreso promedio de una familia cubana.

El 95% de ese dinero, los Calderón lo gastan en alimentos. Y solo hacen una comida diaria. Desayunan pan con mayonesa casera y café. Almuerzan pan con tortilla o croqueta y jugo o refresco. Cuando algún familiar en el exterior les manda 100 dólares, las cosas mejoran. Y pueden adquirir buen pescado, pollo en la tienda por divisas, una pierna de cerdo, ahumados y hasta carne de res. Pero no todos en Cuba tienen parientes en Estados Unidos ni en Europa que regularmente les puedan enviar dólares o euros. Entonces el asunto de la comida se torna un verdadero dolor de cabeza.

Siempre es bueno recordar, el periodismo es reiteración. Hace un año, de un listado de precios de los alimentos, en divisas y en pesos, publicado en el post En La Habana se come bien… si se tiene bastante dinero la leche en polvo fue la que tuvo un aumento significativo: de 5.25 a 5.80 cuc el paquete de un kilo en las shoppings. Y en el mercado negro, de 60 a 80 pesos la  bolsa de dos libras. Debe tenerse en cuenta que el salario medio en Cuba es de 450 pesos, equivalente a 18 dólares.

Oneida compra y lee la prensa. Por eso cuando el 13 de septiembre leyó en Granma que en “Estados Unidos cerca del 19% de la población tiene dificultades para comprar alimentos”, no pudo menos que sonreír. “Al menos allí se conocen y divulgan las cifras. Y solo dos personas de cada diez son las que están en esa situación. Aquí, te lo aseguro, son todos. Excepto los que mandan, claro”, señala con sarcasmo.

Y es que comer ha sido y sigue siendo el gran problema cubano. Ya comer bien es un capítulo aparte.

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