Por Carlos A. González.
Conocí a Fangio en 1957 cuando se celebraba en La Habana el Primer Grand Premio de Cuba a través de su apoderado, Marcello Giambertone quien vino a mi oficina en Malecón y G en el Vedado. En esos momentos yo trabajaba para McCann Erickson de Cuba, una agencia de publicidad con base en la ciudad de New York y yo estaba a cargo de la publicidad de la Esso Standard Oil de Cuba.
La proposición que me ofrecía Giambertone consistía en que utilizáramos el nombre de Juan Manuel Fangio en la publicidad de la gasolina Esso de cara al Primer Gran Premio de Cuba a celebrarse en los próximos días. La remuneración que solicitaba Giambertone era de $5,000 pesos cubanos que en aquellos momentos se cotizaba a la par del dólar norteamericano. Después de una llamada a mi cliente recibí la autorización para proceder con la transacción. En los días subsiguientes conocí a Fangio quien me sorprendió profundamente por su sencillez sobretodo teniendo en mente que era el más famoso corredor de Fórmula I en el mundo habiendo ganado el título de campeón cinco veces.
Fangio ganó el evento y McCann Erickson pudo explotar su triunfo a través de campañas de Prensa y Televisión.
Mientras que establecíamos un contacto comercial con Fangio una amistad nació de esa relación la cual se mantuvo por muchos años. Dentro de ese marco de amistad fuí invitado por Fangio y Giambertone a varios eventos de carreras fuera de Cuba en los que participaba Fangio incluyendo una competencia en Sebring, FL.
Cuando nos reunimos de nuevo en Cuba en febrero de 1958 para el II Gran Premio de Cuba fue como ver a un viejo amigo otra vez y como en la competencia anterior Esso era su Patrocinador. En esta ocasión lo acompañé a caminar las curvas del Malecón habanero pues era bien meticuloso y una vez que descubría como mejor entrarle a una curva lo hacía automáticamente en el mismo sitio. También me invitó a dar una vuelta en el carro en el circuito de la carrera que me puso los pelos de punta. Entre las actividades programadas hubo varias recepciones donde participaron el Presidente de la Esso así como el Presidente de McCann Erickson de Cuba.
La noche de su secuestro desde el Hotel Lincoln situado en el centro de La Habana estábamos planeando ir a cenar con Giambertone pero antes hubo una pequeña reunión en el lobby con Fangio para discutir los eventos del día en la que participaron su mecánico Guerino Bertocchi, Nello Ugolini, representante de la Maserati, Giambertone y Alejandro de Tomaso, un industrial argentino quien también participaba como corredor del Gran Prix. Fue en esos momentos en que frente al grupo, se colocó un hombre alto relativamente joven, pistola en mano y dirigiéndose a Fangio le dice: “Fangio me va a tener que acompañar y Fangio le respondió, mira chico a mi no me gusta este tipo de bromas, yo estoy conversando con mis amigos en estos momentos”, y este lo interrumpió diciendo: “No, Fangio, esto es serio, este es el Movimiento 26 de Julio y usted tiene que venir conmigo”. En ese momento y siendo yo el único cubano en el grupo, Fangio se dirigió a mi y me pregunta: ¿Qué tu crees Gonzalito? (apodo que me dio Fangio) y le respondí: “Fangio tiene que irse, no hay alternativa” y así los dos hombres salieron por una salida a la calle Virtudes donde les esperaba un automóvil.
Minutos más tarde llegó la policía preguntando sobre los hechos y como yo era el único cubano en el grupo me preguntaron si yo conocía al secuestrador a lo cual contesté que nunca lo había visto. No obstante, me llevaron al Buró de Investigaciones en el Vedado donde me mostraron varios álbums de fotografías que ellos tenían de presuntos miembros del Movimiento 26 de Julio con la idea de ver si yo identificaba al secuestrador. Después de examinar las fotos y con una respuesta negativa me dejaron ir.
El II Gran Premio de Cuba comenzó sin la presencia de Fangio por órdenes directas de Batista pero más adelante quedó suspendido cuando uno de los participantes, el cubano Armando García Cifuentes perdió el control de su vehículo en una curva precipitándose sobre los espectadores que presenciaban la carrera, causando varios muertos y heridos.
Mientras tanto en el hotel Lincoln, Giambertone y yo esperábamos noticias sobre Fangio y pasada la media noche llamó por teléfono el Embajador argentino Guevara Lynch indicando que Fangio estaba con él en el apartamento de un agregado de la Embajada Argentina en la calle 12 en el Vedado.
Inmediatamente Giambertone y yo nos dirigimos en mi auto al encuentro con Fangio. Esperaba ver a un Fangio nervioso y alarmado ante lo acontecido pero para mi sorpresa estaba muy relajado y hablaba de la experiencia sufrida sin darle mayor importancia. Cuando nos narraba lo ocurrido nos dijo que sus secuestradores lo trataron en todo momento con respeto, que lo habían llevado a tres casas diferentes y que constantemente le pedían disculpas por el secuestro pero que lo hicieron para llamar la atención mundial sobre los recursos del Movimiento 26 de Julio y desacreditar al gobierno del dictador Batista.
Un poco más tarde me dijo lo siguiente: “Siento decirte Gonzalito que esos muchachos son comunistas” y yo le respondí: No, Fangio ellos son patriotas que están luchando en contra del régimen dictatorial de Batista y tienen el apoyo de la mayoría del pueblo cubano.
El tiempo me enseñó que Fangio tenía razón y que yo estaba equivocado con respecto a los propósitos de la Revolución pues salí de Cuba en marzo de 1960 convencido de que la llamada Revolución iba por un camino equivocado.
Meses después en el mismo año del secuestro (1958), en mi oficina de La Habana, recibí una llamada de Fangio desde Dayton, Ohio, para dejarme saber que se estaba preparando para participar en las carreras de Indianápolis 500 pero que el problema que estaba confrontando era que el carro que le habían ofrecido unos amigos de Dayton quienes eran dueños de una Fundición en esa ciudad, tenía problemas mecánicos y que no se podía comunicar con el mecánico pues él no hablaba inglés. Entonces me preguntó si yo pudiera ayudarlo encontrándome con él en Dayton y al otro día estaba tomando yo un avión para llegar al encuentro.
Mientras que estábamos en Dayton, averigüé que el auto en cuestión era de uso y muchas de las piezas habían estado regadas en el garaje antes de su ensamblaje donde había estado almacenado por bastante tiempo.
Los dos días que estuvimos en la pista para las prácticas en Indianápolis, volábamos allí en un avión privado y pude participar en las conversaciones entre Fangio, el mecánico y los dueños del auto. Fangio comentaba que no tenía confianza en el auto que le ofrecían y más tarde me dijo que no creía poder hacer un buen papel y mucho menos ganar. La pregunta era: ¿qué hacer para salir de su compromiso y salvar su reputación? Mi opinión era que él tenía que salirse de allí pues como había expresado no tenía oportunidad de ganar con el carro que le proporcionaban y que después de todo no tenía que probar nada habiendo sido cinco veces campeón mundial de Fórmula I. Mi recomendación fue convocar una conferencia de prensa en New York y explicar a los periodistas sus motivos para no competir, cuya idea Fangio aceptó.
La conferencia tuvo lugar en el hotel Plaza y tal como lo planeamos, Fangio explicó sus razones mientras yo traducía al inglés para los que no hablaban español. Dicho sea de paso, algunos críticos de Fangio comentaron que él se salió de Indianápolis, porque temía correr en una pista desconocida para él pero habiendo sido testigo de los acontecimientos que precedieron a su renuncia, yo niego que estos comentarios tuvieron fundamento alguno.
Según pasaron los años y mientras trabajaba en Miami con Eastern Airlines como Gerente de Publicidad para los mercados Hispanos en EE.UU. y América Latina tuve la oportunidad de visitar a Fangio cada vez que viajaba a Buenos Aires y visité con él su museo en Balcarce pero siempre el tema principal de nuestras conversaciones fueron los buenos recuerdos que compartíamos de Cuba. En otra ocasión me llamó un día desde Buenos Aires para dejarme saber que junto con un amigo escritor estaban preparando un libro sobre su vida y queriendo incluir su secuestro en Cuba me preguntó si yo tenía inconveniente en que se mencionara mi nombre. Me eché a reír y le dije: “Fangio, por favor, tú sabes ya la respuesta pero gracias por llamarme y tener la oportunidad de charlar unos minutos contigo”.
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