La vida de Ernesto Guevara de la Serna es lo más parecido a una leyenda. La verdad se cuece a fuego lento junto a incontables inexactitudes. Desde la fecha de su nacimiento, hasta el día de su muerte en el poblado boliviano de La Higuera, saltan los gazapos.
Según la historiografía oficial cubana, Ernesto Guevara, alias Che, nació un 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina y fue asesinado el 8 de octubre de 1967 en Bolivia.
El biógrafo y periodista estadounidense Jon Lee Anderson ofrece otra versión, al señalar que la fecha señalada en el certificado de nacimiento del Che es falsa. Alega que la razón habría sido ocultar el estado de embarazo de Celia de la Serna, madre del Che, al momento de casarse con Ernesto Guevara Lynch el 10 de diciembre de 1927 cuando tenía 3 meses de gestación.
Esta versión de Anderson es apoyada por la biógrafa argentina Julia Constenla, a quien Celia personalmente le confirmó la verdadera fecha de nacimiento del Che Guevara y las circunstancias de su embarazo pre-matrimonial.
Para los medios oficiales cubanos, el Che nació un mes después. Y como tal, el viernes 14 de junio celebraron el 85 aniversario de su natalicio. Con su muerte sucede otro tanto.
En las escuelas primarias o secundarias de Cuba se cuenta que Guevara murió asesinado el 8 de octubre de 1967 en el caserío boliviano de La Higuera. Los textos escolares destacan que pudo ser capturado en Quebrada del Yuro, luego de ser herido en una pierna, porque su fusil automático se averió.
Al régimen de los Castro les encantan las odas épicas. Hablan poco de que José Martí murió en una absurda escaramuza vestido como un invitado de boda y trotando sobre un caballo blanco. Un blanco perfecto para el ejército español.
Cuando el 1 de marzo de 1980 murió el custodio de la embajada de Perú, Pedro Ortiz Cabrera, la prensa oficial culpaba al conductor del ómnibus que se estrelló violentamente en la verja del recinto con la intención de pedir asilo.
Nunca se dijo que la verdadera causa fue el ‘fuego amigo’ de sus propios compañeros. Durante la ocupación de Estados Unidos a Granada en 1983, los medios cubanos hicieron el ridículo.
En un panegírico, al mejor estilo norcoreano, una nota oficial nos decía que los valientes colaboradores cubanos que defendían el aeropuerto que construían en Granada, murieron combatiendo a la 82 división de Estados Unidos abrazados a la bandera.
A los pocos días se supo que no hubo tal combate. Ni nadie murió con la enseña nacional: el supuesto jefe de las tropas salió huyendo y pidió asilo en la embajada de la extinta URSS.
Por tanto, las versiones oficiales sobre la ‘legendaria guerrilla en el Congo o Bolivia’ capitaneadas por el Che deben leerse con lupa por los historiadores.
Ernesto Guevara tiene tantos seguidores como detractores. Desde que en París en mayo de 1968, iracundos estudiantes utilizaron su imagen como paladín de sus protestas, su foto (realizada por Alberto Korda en marzo de 1960 en el puerto de La Habana, a raíz de la explosión de un buque belga que transportaba armas ligeras), ha dado la vuelta al mundo.
El Che se ha convertido en un ícono de mercadotecnia. Los ‘oprobiosos capitalistas’ que tanto él odiaba venden innumerables productos con su imagen. Y sus familiares en La Habana cobran dinero por derechos de autor.
Guevara, también apodado ‘el Chancho’, por su desaliño y falta de aseo personal, que le daba un aire de hippy porteño, era un exaltado dogmático de libro. Después de su recorrido en moto por varios países del Cono Sur y Guatemala, se perfiló su carácter duro, tenebroso y asceta. Tras su gira, estampó en su mente una teoría sin marcha atrás: la única manera de ser soberano en América era mediante la lucha armada.
Ya para noviembre de 1956, cuando se enroló junto a 81 expedicionarios cubanos en la travesía del yate Granma, era un comunista convencido.
Llegó a comandante de la guerrilla de Fidel Castro por su temeridad en el combate y su disciplina a prueba de bombas atómicas. Hay varios testimonios documentados en esa etapa sobre su violencia exagerada.
Fue un verdugo desalmado en varias ejecuciones de muerte. Apretó el gatillo sin remordimientos a aquéllos que consideraba enemigos y traidores a la causa. Al triunfar la revolución guerrillera, Che Guevara se hizo cargo de La Cabaña, fortaleza militar al otro lado de la bahía habanera.
Una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue crear una comisión depuradora, encargada de investigar a ciudadanos asociados a la dictadura de Batista, supuestos criminales de guerra y nacientes opositores políticos.
Entre enero y abril de 1959, alrededor de mil personas -otras fuentes hablan de varios miles-fueron condenadas a muerte o les impusieron elevadas sanciones penales en juicios sumarios sin las debidas garantías legales.
La cifra de fusilados varía. Entre 550 y 3 mil. En su condición de jefe militar de La Cabaña, el Che tuvo a su cargo los juicios y ejecuciones. Su opinión sobre los fusilamientos la expuso públicamente ante las Naciones Unidas el 11 de diciembre de 1964:
“Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado; fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba”.
A Guevara le asignaron varias carteras ministeriales. Su desempeño fue un fracaso. Estaba convencido de que para erradicar los ‘vicios burgueses heredados de la antigua sociedad’ se debía forjar un “hombre nuevo”.
O sea, el prototipo de un robot de carne y hueso, obediente a las órdenes superiores, concentrado en el trabajo como un esclavo y poco dado a la rumba y el alcohol. Eso sí, con licencia para matar ‘yanquis en cualquier rincón del mundo’.
Desde sus cargos en sectores claves de la economía, el Che impulsó la confiscación de empresas nacionales y extranjeras, la planificación centralizada y el trabajo voluntario. Internacionalizó la lucha armada. Desde el Congo, África, a una sublevación en Salta, Argentina, y la fracasada guerrilla en Bolivia.
Personalidades de ideologías y profesiones diversas han expresado sus simpatías por el Che, como Juan Domingo Perón y Jean Paul Sartre; los futbolistas Diego Armando Maradona, Leo Messi y Thierry Henry; el boxeador Mike Tyson; el músico Carlos Santana, el actor Pierre Richard; el escritor Gabriel García Márquez; el líder checheno Shamil Basáyev; el grupo musical Rage Against the Machine; el dirigente sandinista Edén Pastora y los presidentes Evo Morales y Rafael Correa.
Su frase ‘Hasta la victoria siempre’ fue utilizada como muletilla por el fallecido mandatario venezolano Hugo Chávez.
Entre los progres e indignados de medio mundo, con un discurso a favor de los pobres y en contra de la hegemonía gringa, nunca falta alguien con una camiseta o una pancarta con su imagen.
Quizás el gran mérito del Che Guevara fue que puso el pellejo para demostrar sus verdades. Las sombras de su personalidad se prefieren olvidar.
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