Paquito D'Rivera, que se define como “un optimista bien informado”, ha lamentado que no vivirá para el ver el final del régimen castrista en su Cuba natal, no por un problema de salud, sino por la idiosincrasia del país, donde dice que “ha cambiado el director de la orquesta, pero no la pieza que toca”, reportó la agencia Efe.
Es la historia inversa a la que vive fuera de la metáfora este mítico
clarinetista y saxofonista, que ha alternado con algunos de los mejores
músicos del mundo y que, como en esta visita a España no puede volar
con su banda habitual de jazz, se inventa una gira inédita junto a un
quinteto clásico de cuerda.
“No es algo muy común en el ambiente del jazz, porque los músicos clásicos en general son muy cuadriculados, muy alemanes”, explica D'Rivera, advirtiendo sin embargo que el Quinteto Cimarrón, que le acompañará mañana en el Festival de Jazz de Madrid, “tienen un swing tremendo”.
“Y el tono jazzístico se lo doy yo”, añade el artista, que actuará en Cartagena un día después.
Su romance con el saxofón es tan antiguo que parece genético. Su padre, tras retirarse del ejército y empezar a importar instrumentos desde Francia, lo tocaba “26 horas diarias” y cuando D'Rivera contaba con unos pocos meses, le regaló un “saxofoncito” Selmer que aún conserva.
Desde entonces, a fuerza de práctica y estudio, este cubano de 64 años acumula discos -por lo menos uno por año desde que comenzara a grabar en 1978-, colaboraciones y reconocimientos, como la estrella que acaban de colocar en su honor en el parque Celia Cruz de Nueva York.
“Es bonito, pero yo nunca he trabajado por los premios. Estos consisten en trabajar con gente como Cachao o Yo-yo Ma, que es lo que me llena de orgullo y me deja pagar la renta”, dice.
Asegura que nunca ha experimentado el “terror a la página en blanco” y así acumula proyectos, como el nuevo disco que acaba de grabar con el Trío Corrente en Sao Paulo y que verá la luz en 2013.
Además, sigue adelante el encargo de escribir un ballet a partir de una pieza ampliada que le inspiraron sus compatriotas, las Damas de Blanco.
Por si fuera poco, tiene más o menos definido un repertorio para tocar junto al español Chano Domínguez, aunque su sueño pasa por aprender la técnica del músico español y “absorber la cosa del flamenco”.
Quizás de ello surja una asociación tan fructífera como la que dice haber cuajado con la guitarrista Berta Rojas, “la reina de Paraguay”, junto a la que publicó recientemente Día y medio, nominado a los últimos premios Grammy Latinos al mejor disco instrumental.
Critica que el medio oficial Granma silenció esta mención y tacha de “mentira” tanto el reciente anuncio del levantamiento del veto en las emisoras del país sobre artistas exiliados como las presuntas nuevas facilidades para salir del país.
D'Rivera, que pidió asilo a la embajada estadounidense durante un viaje a Madrid en 1981, lamenta que “los cubanos son los únicos exiliados que regresan de vacaciones allí” y también que “si se hubiesen mantenido intercambios culturales y las inversiones extranjeras en tiempos de Hitler, estaríamos todos hablando alemán”.
Vaticina que lo de Cuba “no tiene arreglo” y que no vivirá para verlo. “Nunca he deseado estar más equivocado, pero el cubano de ahora no tiene nada que ver con el de entonces”, afirma el músico, que no ha perdido su sello cubano como denotan su camisa tropical en pleno otoño madrileño y que ni recuerde siquiera que hoy se celebra el Día de Acción de Gracias en EEUU.
“Dicen que se puede sacar a un cubano de Cuba pero no a Cuba del corazón de un cubano”, apostilla.
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