domingo, 18 de marzo de 2012

Cuba: Política y economía.

Por Emilio Ichikawa.

Cualquier conocedor del marxismo recuerda (hay conocedores del marxismo que no son marxistas) que el Instituto de Marxismo Leninismo de la ex URSS popularizó, sobre todo para la docencia, dos frases de Lenin sobre la relación entre la política y la economía que se situaban en los extremos. Mostraba esto que Lenin era un pensador complejo, “dialéctico”, a la vez que facilitaba tirar a uno u otro lado, con oportunismo, en dependencia de lo que pidieran la práctica política y el posicionamiento metodológico ante los hechos concretos de la historia.

Una frase, o hipótesis de trabajo, aseguraba más o menos en su versión al español: “La política es el reflejo de la economía”; lo de “reflejo”, claro, da supremacía ontológica a lo económico; la otra frase apunta: “La política no puede si no tener prioridad sobre la economía”. Esta segunda es como un comentario de cantina, pero la autoridad política de Lenin le daba todo el prestigio intelectual que necesita una banalidad para ser apreciada como un concepto.

Resulta obvio que la recién terminada Conferencia del Partido Comunista de Cuba se movió en el sentido de la prioridad de  lo político sobre lo económico. Lo que debe haber moderado de una vez el entusiasmo reformista de algunos actores de la sociedad cubana actual. Particularmente de la Iglesia Católica de Cuba, y de paso de algunos de sus intelectuales agrupados en torno a la revista “Espacio Laical”, quizás también aludidos en la frase de Raúl Castro que menciona a los “amigos” que se hicieron demasiadas ilusiones (bien intencionadas) con la citada reunión.

La Contralora General Gladys Bejerano fue muy explícita al declarar que los resultados (económicos) tienen importancia secundaria respecto a la condición moral y política de quien los logra. La propia tradición referencial del socialismo cubano, es curioso, pondría esta tesis de la Contralora en una suerte de entredicho guevarista, pues precisamente Guevara acostumbra citarse en un sentido práctico respecto a la futilidad de la integridad burocrática cuando los resultados son malos.

Pero la Contralora General fue mucho más lejos cuando cuestionó, en forma de teoría demostrada, que pudieran existir en verdad buenos dirigentes de la economía que no fueran inmaculados cuadros políticos de frente a una moral por demás no escrita, no codificada, al considerar que todo logro que se alcance sin “ejemplaridad” termina siendo forzosamente circunstancial, insostenible a largo plazo; como ella misma dijo, un disimulo: “Además digo que al final, el que tiene buen resultado y no tiene esa conducta de respeto, de vínculo a los trabajadores, de modestia, al final tiene problemas; porque se puede disimular, pero la conducta tiene que ver con el pensamiento y la actitud de la gente”.

Otros delegados como Lazo, Gaute y Alarcón insistieron sobre la dominancia de lo político-ideológico sobre lo económico; pero esto no es raro, dada la posición específica que ocupan en la estructura partidista; lo significativo es que también lo hiciera Marino Murillo, quien parece estar “inventado” en la dirección política cubana precisamente para inclinar la balanza hacia el otro lado de la economía.
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