sábado, 19 de mayo de 2012

Lecciones de Girón: apoyo aéreo y popular.

Por Arnaldo M. Fernández.

Otro aniversario del fiasco de Bahía de Cochinos o victoria de Girón acreditan lo fácil que la historia puede colgarse de una guásima para consuelo de la bandería anticastrista. Todavía se trae a colación no sé qué pueblo, amante de la libertad, como cifra y clave aúrea de la "transición inevitable a la democracia" en Cuba, como si la nación cubana tuviera derecho a descargar sobre Castro -antes que compartirla- la culpa de más de medio siglo de totalitarismo. Nadie se llame a engaño: ese mismo pueblo viene inventándose sin cesar desde que el Jefe de Planes de la CIA, Richard Mervin Bissell, engatusó al presidente Kennedy -el 15 de marzo de 1961- con que Castro tenía menos del 20% de apoyo popular y al menos 75% de los milicianos desertarían nada más que la Brigada de Asalto 2506 entraran en combate. Se argumenta que miles de cubanos dentro de la Isla cayeron presos antes de que la brigada desembarcara, pero la CIA y los demás no podían ser tan ingenuos para soslayar que Castro procedería indefectiblemente así. Ni qué decir de la ceguera histórica frente a la evidencia de que Castro movilizó muchos más miles para ganar en Girón y seguir la rima en la guerra civil (1960-65).

Otro apoyo que faltó a la brigada -su falta suele endilgársele a Kennedy como traición o cobardía- no se vincula a la imaginación sociológica de la CIA, sino a sus medias tintas. Desde que Eisenhower dio luz verde (marzo 17, 1960) al plan, la operación contra Castro era encubierta, esto es: no presuponía intervención militar directa de EE. UU. De lo contrario no hacía falta la brigada de exiliados. Al aprobarse el presupuesto de $13 millones (agosto 18, 1960), Eisenhower ratificó que las fuerzas armadas estadounidenses no entrarían en acción.

Desde el principio los mandos militares de EE. UU. abrigaron dudas sobre el éxito de la operación. El jefe del Comando y Flota del Atlántico, almirante Robert Lee Dennison, remitió a la CIA un cuestionario de 119 preguntas y sólo 12 recibieron respuesta. La gente de Bissel se había embullado tanto con el éxito del golpe en Guatemala (Operación PBSUCCESS, 1954), que pasaron por alto el papel decisivo de la rebelión de unidades del ejército guatemalteco, al mando de coroneles cultivados por el embajador americano. Al recibir Kennedy el primer briefing (enero 28, 1961) sobre el golpe en cierne, la CIA no tenía ni un sólo jefe militar dentro de Cuba para revirarse contra Castro. Ni siquiera tenía (desde enero 3, 1961) embajador americano.

Luego de reiterarse en reunión conjunta (abril 4, 1961) del Pentágono y el Departamento de Estado que las rules of engagement excluían la participación directa de EE. UU., los lugartenientes de Bissel - Jacob Esterline y Jack Hawkins- fueron a visitarlo a su casa de Northwest Washington D.C. (abril 8, 1961) con ánimo de renunciar, porque los cambios exigidos por la Casa Blanca habían tornado la operación "technically impossible to win". Bissel les pidió seguir adelante, porque la invasión iría con o sin ellos. Para colmo aplacaría las dudas de JFK con la salida (abril 10, 1961) de que, si no podía sostenerse frente a las tropas de Castro, la brigada se volvería guerrilla. JFK repuso: "I hope you´re right".

La situación internacional no daba margen político a JFK para involucrarse en Cuba al tenor de la invasión soviética a Hungría (1956). El presidente del presunto gobierno provisional cubano, José Miró Cardona, supo con antelación que no habría reenganche de aviación. Así se lo dijeron en el club neoyorquino Century (abril 14, 1961) dos hombres del otro presidente: Adolph Berle y Arthur Schlesingger. La suerte quedó cifrada en el primer y único bombardeo (abril 15, 1961). Al regreso, los pilotos informaron haber acabado con la aviación de Castro, pero las fotos de los aviones espías U-2 dijeron algo muy distinto. Lo demás es historia.

Tras la jugada chapucera de presentar el bombardeo como rebelión de los propios pilotos de Castro, con un B-26 distinto a la legua de aquellos activos en la aviación de guerra castrista, un segundo bombardeo no tenía como justificarse ante la opinió pública internacional. Pero incluso de haberse dado el apoyo aéreo, la victoria de la brigada no estaba garantizada. El brigadier general David Gray (Estado Mayor Conjunto) presidió la comisión militar que examinó el plan de la CIA y concluyó (enero 31, 1961): en condiciones de completa sorpresa y supremacía aérea, la brigada resistiría hasta cuatro días a las fuerzas de Castro. El éxito dependía de los alzamientos dentro de Cuba y así volvemos a la ilusión del pueblo revirado contra Castro. Quizás Bissel se ilusionó porque esperaba salir del paso con un solo hombre: Juan Agustín Orta, jefe de despacho de Castro, tenía la misión CIA de envenenarlo. Sólo que prefirió asilarse (abril 12, 1961) en la embajada de Brasil.

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