martes, 27 de septiembre de 2016

Un día en la vida de un 'rellenador de fosforeras'.

Por Adriana Zamora.

El encendedor, mechero o fosforera es un artículo desechable. Con excepciones, como los marca Clipper, que pueden ser recargados, o los Zippo, que se supone duran toda una vida, los encendedores se tiran cuando se les termina el gas y se compra otro.

En Cuba, sin embargo, una licencia de trabajo por cuenta propia aprueba la actividad de "reparador y llenador de fosforeras" porque aquí los mecheros se desechan en última instancia.

Generalmente se sientan en pequeñas mesas en lugares de amplia afluencia de público, como portales y mercados, a veces con carteles que indican: "Se rellenan fosforeras".

"Tanto si el espacio es de una casa privada o del Estado, tenemos que pagar por el derecho a usarlo", explica un rellenador en un portal de Centro Habana.

Pedro, quien trabaja en la acera de un centro comercial, paga su espacio al Estado. "Además, pagamos 40 CUP de licencia mensual, 85 CUP de seguridad social y 120 CUP cada 15 días a la Empresa de Comercio Municipal, que es a donde pertenecemos aunque seamos cuentapropistas".

Los pagos a dicha empresa se realizan a través de un "administrador", que funciona también como inspector, pues se asegura de que los rellenadores y vendedores que atiende cumplan con los requisitos exigidos por la licencia.

"La tarea de ellos es cobrar, más nada", opina el rellenador centrohabanero. "Porque la Empresa no pone nada. Las piedras, el gas, los alfileres, todo lo pones tú y lo consigues como puedes".

"Se supone que si un inspector te pone una multa y vas a discutirla, el administrador debe ir contigo, representar a la Empresa", dice Pedro. "Una vez a mí me pusieron una de 700 CUP porque estaba con mi mesita aquí en la acera. Como los pagos míos por usar el espacio estaban al día, esa multa estaba mal puesta. Pero al final no llamé al administrador ni la discutí. La pagué, porque el papeleo iba a ser más grande y más el dinero que iba a gastar para que me la quitaran".

Como la mayoría de los "fosforeros" piensa lo mismo que Pedro, la función del "administrador" queda en cobrar y nada más.

Hasta ahora, los inspectores del Poder Popular no se interesan mucho por la procedencia de los materiales con los que trabajan los "fosforeros".

"No nos preguntan, la verdad", dice el de Centro Habana. "De todas maneras, todo el mundo sabe que para conseguir el gas, lo que tienes que hacer es comprar la 'balita' al Estado, que es legal, así que no hay misterio".

La "balita" o "calabacita" de 20 kg de gas licuado cuesta 110 CUP en los puntos de venta estatales. Según los rellenadores, una balita alcanza para un promedio de 15 días de trabajo.

"Los alfileres son bastante fáciles de encontrar en las tiendas en CUC, pero las piedras sí son más difíciles", comenta Pedro. "Como no las venden en ninguna tienda hay que comprarlas a vendedores particulares, gente que las importa. Los precios varían desde 50 centavos CUP hasta 2 pesos por cada una".

Aunque muchos de los encendedores que se venden en las tiendas de Artex y en las comercializadoras de tabaco tienen una pequeña válvula que permite reponer el combustible, su mecanismo no es tan fuerte como para durar muchos rellenos.

"Ya las Clipper no abundan tanto como antes", dice el rellenador de Centro Habana. "Esas sí duran años y la gente las busca por eso. Las que venden ahora son sobre todo sin piedra, con chispa eléctrica, igual que los encendedores grandes, los que la gente usa para las cocinas".

También abundan unas más baratas, completamente desechables. Estas son de un plástico que se parte con facilidad y no tienen válvula.

"Pero hay cantidad de fosforeras Bic, que tienen piedra y mejor plástico y aunque no tengan por donde rellenarse, lo hacemos con alfileres", dice Pedro.

El procedimiento con alfileres consiste en abrir un agujerito en cualquier parte del cuerpo de la fosforera e introducir el gas por allí, con ayuda de agujas de jeringuilla adaptadas a los envases dispensadores de gas. Luego el agujero se tapa con un alfiler cortado con pinzas.

"Yo he tenido aquí fosforeras llenas de alfileres por todas partes, esas son las más curiosas", asegura Pedro. "Fíjate que han pasado por aquí extranjeros que han querido comprar algunas para llevárselas a sus países, porque ese invento de los alfileres es cubano completo. Allá afuera botan hasta las que tienen válvula, así que esas llenas de huecos son una pieza de colección para ellos".

Esta atención de parte de los extranjeros han hecho a los rellenadores de fosforeras conscientes de la singularidad de su oficio.

"En cualquier otra parte del mundo no puedo hacer esto, nadie reutiliza una fosforera", dice el centrohabanero. "Tendría que dedicarme a arreglar cocinas de gas, que es lo que yo hacía antes, que eso sí debe existir porque no es tan fácil botar una cocina como se bota una fosforera".

Pedro piensa que en otras partes del mundo podría rellenar encendedores también. "Pero no sería lo mismo. Sería para gente rara de esas que les gusta reciclar, o para coleccionistas. Aquí es diferente, en Cuba todo el mundo recicla por necesidad, no por conciencia".

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