Por Luis Cino Álvarez.
El vicepresidente Miguel Díaz-Canel, con su disertación de línea dura para cuadros del PCC, mató las ilusiones que tenían algunos de que un eventual gobierno encabezado por él, luego de producirse el retiro de Raúl Castro, sería propenso a las reformas y menos autoritario y represivo.
Díaz-Canel, en pose de mandante carcelario, con voz más firme de lo habitual, se mostró bastante amenazante. Y no solo con respecto a la oposición abierta. En el mismo saco de “los proyectos subversivos” -como los calificó- y de “la contrarrevolución”, echó también a los leales opositores de Cuba Posible, a los periodistas oficialistas que colaboran con medios no estatales, a los centristas y otros actores ideológicamente corridos -no importa si se proclaman dentro de la revolución. Y por si fuera poco, también advirtió que no se permitirá la consolidación de un sector privado que pudiera independizarse del Estado y tornarse en agente de cambio.
El vicepresidente Miguel Díaz-Canel, con su disertación de línea dura para cuadros del PCC, mató las ilusiones que tenían algunos de que un eventual gobierno encabezado por él, luego de producirse el retiro de Raúl Castro, sería propenso a las reformas y menos autoritario y represivo.
Díaz-Canel, en pose de mandante carcelario, con voz más firme de lo habitual, se mostró bastante amenazante. Y no solo con respecto a la oposición abierta. En el mismo saco de “los proyectos subversivos” -como los calificó- y de “la contrarrevolución”, echó también a los leales opositores de Cuba Posible, a los periodistas oficialistas que colaboran con medios no estatales, a los centristas y otros actores ideológicamente corridos -no importa si se proclaman dentro de la revolución. Y por si fuera poco, también advirtió que no se permitirá la consolidación de un sector privado que pudiera independizarse del Estado y tornarse en agente de cambio.