martes, 26 de junio de 2018

Aduana de Cuba lanza una advertencia contras las ‘mulas’.

Por Iván García.

Aduana de Cuba lanza una advertencia contras las 'mulas'Desde la habitación de cualquier motel o mientras conduce una rastra con contenedores rumbo a una ciudad de la costa este de Estados Unidos, Armando, 56 años, en su teléfono inteligente suele conversar con el jefe de la brigada que le repara un apartamento al sur de La Habana.

“Mi mujer y yo manejamos rastras. Y aunque tenemos la residencia estadounidense, aprovechamos las normas migratorias que permite estar fuera de Cuba dos años sin perder tus derechos, para remodelar nuestras casas en La Habana y comenzar en el negocio de compra y venta de viviendas”, dice Armando, y añade:

“Viajo a Cuba diez o doce veces al año, según me lo permita el trabajo. En cada viaje llevo para la casa electrodomésticos modernos, televisores y aires acondicionados además de herramientas para la brigada de construcción que armé”.

El negocio es simple. Compran casas o apartamentos en la capital cubana en regular estado constructivo, luego la reparan y revenden a mejor precio. “En cada operación ganamos 4 o 5 mil dólares. Mi marido y yo pensamos hacer dinero trabajando en Estados Unidos y en el futuro comprar un chalet en Miramar o Siboney pasar la jubilación a caballo entre La Habana y Miami”, cuenta Yanet, esposa de Armando.

No es nada nuevo bajo el sol. Miles de cubanos radicados en Estados Unidos han fundado negocios en combinación con sus parientes pobres en Cuba o, como el matrimonio de Armando y Yanet, buscando obtener elevados beneficios.

Esos negocios implican importar desde Estados Unidos, México o Panamá grandes cantidades de insumos, ya sean  refrigeradores, muebles u ordenadores de última generación. A pesar de innumerables trabas, la creciente corrupción de funcionarios aduanales permite la importación de mercancías prohibidas por el gobierno.

Para el equipamiento de un local con un bar de moda, una discoteca privada y una paladar de calibre, sus dueños trajeron del otro lado del charco desde los manteles hasta las vajillas. El 80 por ciento de los celulares en Cuba -hay más de 5 millones de abonados a ETECSA- llegaron de Estados Unidos o Europa, asegura Irma, funcionaria de la empresa.

“La mayoría de los cubanos le piden a sus familiares que le manden un móvil o lo compran en sitios como Revolico, pues en las oficinas comerciales de ETECSA, además de obsoletos, sus precios son prohibitivos. Los talleres particulares dedicados a la reparación de celulares tienen un amplio stock de piezas de repuesto para arreglar teléfonos inteligentes, tabletas y computadoras. Todos esos aparatos entran por el aeropuerto”, apunta Irma.

El comercio mediante proveedores irregulares, conocidos por ‘mulas’, es un negocio a dos bandas. Amaury, con quince años de experiencia como ‘mula’ considera que “las ‘mulas’ existen en Cuba por la escasez material y altos precios en las tiendas por divisas. A mediados de la década de 1990, cuando los cubanos tenían muchas restricciones para viajar al extranjero, las ‘mulas’ eran personas que residían en Estados Unidos y traían paquetes por agencias, la mayoría con el permiso de las autoridades cubanas. Otras formadas, por ex funcionarios del régimen, amigos o consentidos, se dedicaban al trasiego de mercancías, de cualquier cosa, fueran juguetes o ajuares de novia. Después de la apertura migratoria de 2013, miles de compatriotas residente en la Isla, se iniciaron en el negocio. Lo mismo viajan a Rusia, México, Panamá o Haití. Las tiendas de ropa, legales o ilegales, el aseo, televisores y los electrodomésticos de más de la mitad de la población se adquiere en el mercado negro generado por las mulas”.

No hay estadísticas fiables sobre el monto de dinero que mueve este tipo de comercio. Según el analista Emilio Morales, de The Havana Consulting Group, cerca del 90 por ciento de la ropa, medicamentos y equipos, entre otros, que llegan a Cuba proceden de Estados Unidos. En 2017 el valor de esas mercancías rondó los 3 mil millones de dólares.

Si lo sumamos a los 3.575 millones de dólares que solo desde Estados Unidos entraron por concepto de remesas en 2017 (otro dato que las estadísticas cubanas no ofrecen), no es descabellado asegurar que la ‘industria de las remesas y las mulas’ es la primera o la segunda de Cuba, detrás de la importación de servicios médicos por parte de la autocracia verde olivo.

La ofensiva aduanal para frenar el auge de importaciones a través de las ‘mulas’ es de vieja data, igual que la voracidad de las empresas militares para captar, mediante elevadísimos gravámenes, las remesas familiares.

A esas políticas, que provocan un malestar profundo entre los cubanos, se unen los gravámenes, entre un 240 y 600 por ciento que le imponen a los paquetes enviados por vía postal desde el exterior. Rosario, ama de casa, tuvo que pagar 60 cuc, equivalente a seis meses de jubilación, para poder sacar del correo una caja que le envió su hija desde Italia.

“No llegaba a 5 kilos de canastilla y ropa infantil. Esta gente, que se llenan la boca de alardear que es una revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, nos ordeñan como si fuéramos vacas y nos sacan todo el dinero que con tanto sacrificio nuestros familiares nos envían de afuera, legalmente. Y luego se insultan porque la gente venda cosas en el mercado negro. Son unos descarados los que gobiernan este país”.

El pasado 6 de junio, en una conferencia de prensa, la Aduana General de la República alertó sobre el “comercio ilegal de las mulas”. Bajo el pretexto que podrían ser engañados los viajeros a Cuba por personas que no conocen e introducir de manera involuntaria drogas o artículos que afectan a la seguridad del país, el régimen allana el terreno para introducir en un futuro cercano un amplio paquete de medidas restrictivas que frenen el peculiar comercio.

“Desde hace dos años ésa es la intención. El motivo principal es que se ha reducido entre un 30 al 50 por ciento las ventas de artículos de vestir, electrodomésticos, equipos de músicas y televisores de pantalla plana en las tiendas minoristas por divisas. Con ese tipo de restricciones, obligan a las personas a comprar en el país y no traer las cosas de afuera”, comenta una empleada de la cadena CIMEQ.

Un televisor de LED con pantalla de 32 pulgadas, de cuestionable calidad, fabricado en China y ensamblado en Cuba, cueste 399 cuc, cantidad que equivale a 430 dólares, y en Miami su precio es de poco más de 100. Es la razón por la cual parientes afincados en Estados Unidos optan por enviar televisores a través de una agencia o por una ‘mula’. Lo mismo ocurre con las ropas y otros enseres de uso cotidiano.

Parece que el régimen no sabe o si lo sabe se hace el que no lo sabe, que la inmensa mayoría de los cubanos que residen fuera tienen que trabajar duro, a veces en dos o tres empleos, para mantenerse ellos y ayudar a los suyos en la Isla, donde el salario ronda los 27 dólares y apenas alcanza para comer mal o regular.

Las ‘mulas’ son consecuencia de las estúpidas normativas y precios absurdos de un gobierno que en 60 años ha sido incapaz de generar prosperidad.
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