Una isla geográfica, una isla política, una isla que dista mucho de ser esa isla que imaginó Tomás Moro y a la que llamó Utopía. Pero la mayor de todas las distopías, esas hijas bastardas de toda utopía puramente abstracta, puramente teórica, nacida después de la imaginada por Moro, la peor vino a instalarse en Cuba tras una “revolución” que en realidad no fue más que un golpe de Estado “planificado”. El Comunismo llegó con Fidel Castro y el Che Guevara, momento a partir del cual pasó, en su vocación internacionalista de terror, a ser el principal producto de exportación cubano junto con los habanos. Fue frenada esta internacional socialista del terror en parte cuando la CIA dio caza al Che en Bolivia, mientras masacraba y explotaba a pobres campesinos, y también con el triunfo democrático de Salvador Allende en Chile, que abría una vía democrática al socialismo (por supuesto una farsa, pero una farsa que daba al traste con las ideas de la revolución guerrillera y militar). Pero Augusto Pinochet, un militar chileno nada simpático, aunque, según nuestra honorable invitada de hoy, un niño de teta al lado de Castro, vino a dar alas de nuevo al espíritu subversivo revolucionario promovido por el gobierno totalitario de la distópica isla.
La relación con los soviéticos de la URSS no tardó en florecer. Necesitaban abastos. Pero con la caída del Comunismo en la URSS Cuba sobrevivió tirando de los pequeños lobeznos revolucionarios que había criado y amamantado durante la dudosa bonanza de la guerra fría, que ahora era lobos comunistas con la piel de cordero democrático. La inversión más rentable se dio en Venezuela, con el cachorro Hugo Chávez Frías convertido en Presidente después de una fallida tentativa de golpe de Estado al viejo estilo. Abrazado a su mentor, a su ídolo, a su Señor Castro, se dedicó también a sembrar el comunismo en toda América latina, y los brotes rojos salieron por doquier.
La relación con los soviéticos de la URSS no tardó en florecer. Necesitaban abastos. Pero con la caída del Comunismo en la URSS Cuba sobrevivió tirando de los pequeños lobeznos revolucionarios que había criado y amamantado durante la dudosa bonanza de la guerra fría, que ahora era lobos comunistas con la piel de cordero democrático. La inversión más rentable se dio en Venezuela, con el cachorro Hugo Chávez Frías convertido en Presidente después de una fallida tentativa de golpe de Estado al viejo estilo. Abrazado a su mentor, a su ídolo, a su Señor Castro, se dedicó también a sembrar el comunismo en toda América latina, y los brotes rojos salieron por doquier.