jueves, 12 de enero de 2012

Auge de pandillas juveniles en barrios de La Habana.

Por Manuel Guerra Pérez.

Luego de varios disparos de armas de fuego, más de una docena de jóvenes se enfrentaron con machetes y cuchillos, mientras los transeúntes huían despavoridos.

Esa descripción no es la síntesis de un documental sobre los suburbios en Centroamérica. El incidente tuvo lugar en la madrugada del domingo 20 de noviembre en la Calzada de Managua, a pocos metros de un policlínico en la barrida da de Mantilla, municipio de Arroyo Naranjo.

Dos grupos de jóvenes se enfrentaron luego de salir de la discoteca particular El Periquitón. Uno de ellos sacó un arma y realizó tres disparos, pero no se reportó ningún herido de bala.

Durante la trifulca en plena calzada, los automóviles se desviaron y dos  pequeñas cafeterías particulares cerraron ante la violencia desatada y el temor de sus dueños a que ocurrieran actos vandálicos.

Es la segunda ocasión en este mes que se reportan incidentes sangrientos en esta discoteca. Otra riña que se produjo en el lugar a comienzos de noviembre, en la cual tres jóvenes recibieron heridas de machete.

Pero no estamos ante un suceso aislado. Hechos de esta naturaleza están ocurriendo cada vez más en las calles de la capital cubana, donde la violencia y el pandillerismo crecen a un ritmo vertiginoso.

Crece también la inseguridad ciudadana sin que la policía puede detener el auge de este fenómeno.

Los protagonistas son principalmente jóvenes adolescentes de barrios marginales de municipios de la periferia habanera como Arroyo Naranjo, Marianao, La Lisa y El Cerro. La tendencia en boga entre ellos es la formación de pandillas para realizar asaltos. Se puede constatar con el alto nivel de robos con violencia que se están produciendo por grupos de jóvenes contra transeúntes y pequeños negocios en horas de la noche, la mayoría de las veces  a mano armada.

Pistolas en pesos convertibles.

También se van haciendo frecuentes los enfrentamientos por el dominio de zonas territoriales y las trifulcas entre ellos, generalmente sangrientas, cuando acuden a las discotecas o bailables populares.

Hasta el momento el fenómeno del pandillerismo está impulsado por adolescentes que consumen dosis de pastillas, alcohol y marihuana, y han optado por demostrar su presencia a base de actos violentos.

Si bien estos grupos no dominan el muy codiciado mercado de drogas, que envuelve cada vez a más cubanos, sí tienen control sobre armas de fuego, reglamentarias o no, que se comercializan en los barrios bajos.

Allí una pistola calibre 38 puede conseguirse a 150 CUC (pesos convertibles), mientras hay quienes construyen y comercializan inyectores que solamente pueden disparar una bala a distancias cortas, pero que también resultan mortales.

Las heridas y las muertes de disparos de armas de fuego han aumentado en la isla en los últimos tiempos, aunque el gobierno mantiene esos datos en total hermetismo.

La violencia desatada y la presencia de pandillas juveniles se puede constatar solo con salir del centro de la ciudad en las noches y vagar por los municipios aledaños.
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