Por Norge Espinosa Mendoza.
Aunque no se encuentren sus volúmenes en las grandes librerías junto a los otros autores que representan a la literatura cubana a la vista del lector más inmediato, José Lezama Lima sigue siendo un punto recurrente para quienes imaginamos a la Isla como una nación poética.
Tras el fervor que a mediados de los años 80 nos permitió repasar sus versos, sus ensayos, y llegar a Paradiso poco después, cuando en 1991 se volvió a editar esa novela inclasificable en Cuba, las aguas parecieron correr en otra dirección, no siempre orientada hacia la calle Trocadero, donde el poeta respiró mal que bien su asma hasta morir en 1976.
Aunque no se encuentren sus volúmenes en las grandes librerías junto a los otros autores que representan a la literatura cubana a la vista del lector más inmediato, José Lezama Lima sigue siendo un punto recurrente para quienes imaginamos a la Isla como una nación poética.
Tras el fervor que a mediados de los años 80 nos permitió repasar sus versos, sus ensayos, y llegar a Paradiso poco después, cuando en 1991 se volvió a editar esa novela inclasificable en Cuba, las aguas parecieron correr en otra dirección, no siempre orientada hacia la calle Trocadero, donde el poeta respiró mal que bien su asma hasta morir en 1976.