sábado, 6 de octubre de 2018

Oneyda González y Gustavo Pérez tras la historia no contada de Severo Sarduy.

Por Yunier Riquenes García.


Fue en 1999 cuando conocí a Oneyda González. Entramos en el segundo curso del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Yo iba a cumplir 17 años y encontré en ella a una escritora elegante, poeta y narradora. Tiempo después la descubrí como guionista para documentales que trabajaría con su compañero de vida, el fotógrafo y poeta, Gustavo Pérez. No olvido que en aquellos días Oneyda me hablaba de Jardín, la novela de Dulce María Loynaz.

Seguí sus huellas en selecciones de poesía; guardo sus libros de cuentos y atesoro un libro que le dedica al guion. He seguido la obra de Oneyda y Gustavo hasta darle el nombre de Violeta Producciones. He visto sus materiales cinematográficos que tampoco se olvidan. Y, recientemente, Severo secreto, un documental dedicado a Severo Sarduy.

¿Cuándo comienza tu historia con Severo Sarduy?
Cuando estudié en el Instituto Superior Pedagógico, su nombre no figuraba en los programas, como el de muchos otros escritores cercanos, y aunque pude haberlo escuchado, era difícil acceder a publicaciones que permitieran conocerlo realmente. Así que debe haber sido a principios del 2000. En La Habana ya se estaban redescubriendo autores desde la década del ochenta, pero a las provincias llegaban apenas rumores y algunos libros. Ahora sé que en 1995, La Gaceta de Cuba publicó un dossier dedicado a su obra, y que se hicieron dos eventos, uno en la Casa de las Américas, y otro en la UNEAC; pero me tomó tiempo ubicar su figura, hasta que el azar lo quiso. Por entonces yo estaba interesada en promover el arte en la ciudad, mundo al que acababa de llegar, y terminé ocupándome de ello donde mejor podía, en la Asociación Hermanos Saíz. Después de un tiempo entre la Casa del Joven Creador y la Editorial Ácana, me fui a trabajar en la Biblioteca Provincial Julio Antonio Mella, donde debía coordinar las investigaciones. Para mi sorpresa, uno de los temas pendientes era estudiar la obra de Severo Sarduy.

¿Cómo fue el proceso de investigación?
Tuve la suerte de encontrar tres de sus libros en la sala de Fondos raros y valiosos: Gestos, Cobra, y La simulación. Tanto las dos novelas como el ensayo, habían operado una revolución en mí, y necesitaba comunicarlo. Aproveché para ello una tertulia donde me había propuesto dar a conocer los fondos de la Biblioteca…, y que la gente los aprovechara.

Aquello generó tal entusiasmo que pronto me vi envuelta en la organización de un tomo con trabajos de autores camagüeyanos, y una invitada habanera, la investigadora del Instituto de Literatura y Lingüística, Cira Romero, que había empezado a seguirlo, por lo menos desde 1995, cuando publica un texto que ya titula: “Severo Sarduy en Cuba”.

Así aparece Escrito sobre un rostro, 2003, que dialoga con el título de su libro de ensayos, para crear una especie de perfil de Severo entre nosotros. Salimos a buscar aquello que se pudiera encontrar sobre el escritor, en la ciudad donde nació, y apenas era conocido. Además de los trabajos ensayísticos que corresponden a la primera parte del libro, aparecen referencias de personas que lo conocieron, y un apéndice con el testimonio gráfico hallado en el terreno: fotos y documentos, sobre todo.

La parte fácil, si se quiere, fue ver el interés de la gente por escribir sobre él. En pocos meses ya teníamos el conjunto de textos que aparecerían en el libro. La parte difícil fue encontrar la bibliografía, pero cuando empezaron a aparecer materiales, a base de puro magnetismo, empezó también un flujo de intercambio entre algunos de nosotros. Después ha ocurrido esto muchas veces, y entre las más diversas personas que el camino nos ha llevado a conocer.

Los testimonios fueron recogidos en una muy vieja grabadora de cinta, y son aportes orales que apelaban a la memoria de sus vecinos, parientes, amigos, compañeros de grupos literarios, o del Instituto de Segunda Enseñanza, muchos más de lo que podíamos imaginar al inicio. Todos colaboraron con un gusto que generaba cada vez más interés. Entonces, esta es una historia de amor, porque, sin exceso alguno, bastaba mencionar su nombre para que la gente estuviera más que dispuesta, entusiasmada en colaborar.

¿A qué personas buscaste para crear su historia?
Una parte viene de aquel primer trabajo, que era apenas el comienzo de lo que se podía hacer por reencontrarnos con Sarduy, y aprovechar el gusto por su compañía en un sentido amplio, como intelectual y como ser humano. Así es que cuatro años más tarde hablé con Gustavo [Pérez] para ampliar la investigación, y llevarla al cine. Creo que nos atrevimos porque el año anterior habíamos terminado un trabajo fuerte, el documental Todas iban a ser reinas, que nos dio considerable entrenamiento, por el esfuerzo, y por el tiempo de producción que nos había tomado.

Eran difíciles las condiciones de producción, sobre todo por lo ambicioso del tema, y el alcance del personaje. Pero ya teníamos la técnica imprescindible, porque al terminar su documental Transitando (2007), con las productoras portuguesas Solaris Multimedia y AM Productions, le habían dejado parte del equipamiento, así que fuimos a grabar la primera entrevista, ese mismo año.

En el 2010, y aprovechando que trabajaríamos en la posproducción de otro documental suyo, El Predicador (en Lisboa), llevábamos el proyecto sobre Severo Sarduy bajo del brazo, junto a un primer tráiler. Allí conocimos a la productora Rita González, quien había enviado el documental Ave María ese año a varios festivales, como parte de sus funciones en AM Production. Ella tuvo la idea de organizar un encuentro con amigos del medio. Fue una noche de otros descubrimientos, y el inicio de una fecunda colaboración.

En el 2012 fuimos de Camagüey a La Habana, donde entrevistamos a muchas personas que conocieron el período habanero de Sarduy. Con ello y a través de la productora, enviamos el proyecto a certámenes de cine en construcción, donde obtuvimos financiamiento de Cinergia e Ibermedia. Fue el momento de salir en busca de nuevos testimonios en Francia y España, con los que contar el resto de la trayectoria. Esto ocurre en 2013, y ya en el 2014 con el Fondo Noruego para el Cine Cubano se inicia la postproducción, que se vería nuevamente beneficiada en 2015, con la beca de investigación de los Amigos de la Biblioteca de Princeton, donde conseguimos el material visual y la información necesaria, junto a nuevas entrevistas.

¿Cómo estuvo formado el equipo que trabajó en el documental?
Hay un equipo, digamos que nuclear, conformado por Gustavo Pérez (fotografía, producción, dirección), Yoan Wilcox (montaje, edición, postproducción de imagen), y yo (investigación, dirección, guion, producción). Pero hay una larga lista de personas que realizaron casi todas estas especialidades eventualmente, y algunas por tiempos no solo intensos y hasta prolongados, sino verdaderamente esenciales a la hora de conseguir testimonios, material de archivo, o imágenes cruciales para la construcción de la historia.



¿Es la productora que antes había trabajado con Modesto San Gil?
La misma, Violeta Producciones, fundada por Gustavo, cuando empieza a tener cierta independencia tecnológica, como te decía antes. Y es casi estrictamente el mismo equipo, aunque falta añadir el nombre de Wilfredo Pérez Omar (quien colabora en Severo secreto), y es el fotógrafo de la mayoría de los cortos documentales de Gustavo, incluyendo el que mencionabas, La octava isla, sobre el poeta Modesto San Gil.

Gustavo cree que Wilfredo puede crear una imagen apropiada, capaz de aportar significado a la historia, y de un realismo contundente, como puede verse en El viaje (1996) y en La tejedora (2001); donde la mirada forma parte indispensable de la narración. Fue el fotógrafo de Todas iban a ser reinas, de El predicador y Ave María. Y lo fue también de Al Ánimo (2008), mi primer corto documental, todos de Violeta Producciones.

¿Por qué escritores? ¿Les interesa salvaguardar el patrimonio cultural a través del video?
Nosotros nos formamos en el mundo de la poesía. Más allá de lo que cada uno haya hecho, es un punto de partida común: y es lo que más nos une. Gustavo entra muy temprano en el ámbito de la visualidad: primero dirigiendo programas en TV Camagüey (con espacios dedicados al cine), y donde desarrolla casi toda su obra documental. Empieza a hacer fotografía fija, y más tarde se lanza a filmar sus imágenes documentales. Esto último ocurre a partir de su documental Gavilán del desierto (2014), luego enSevero secreto, y en dos de mis cortos.

Creo que la virtud del trabajo de Gustavo es la mirada. Y la virtud de nuestra colaboración, ha sido complementarnos. Así es que cuando me ha interesado una idea (Vidas retiradas, 1996, oTodas iban a ser reinas, 2006); lo mismo que cuando me ha interesado una figura; he buscado que le interese a él, como lo han hecho otras personas. Me viene a la mente Emilia Sánchez quien vino a proponerle un documental sobre Emilio Ballagas, ya con un guion hecho, y lo convenció. Así surge La fina arquitectura de la rosa, 2008; un trabajo hermoso que salvaguarda, como dices, una memoria indispensable, que de otra forma se habría perdido. Y esto lo origina el enorme trabajo que había hecho Emilia Sánchez, y la coincidencia de sensibilidades entre ellos dos, junto al amor común por la poesía.

Algo parecido ocurre con La octava isla, un documental que nace de la insistencia de nuestros amigos Ileana Álvarez y Francis Sánchez por develarnos el misterio poético de Modesto San Gil. Esta vez quisimos salvaguardar ese valor, pero también acompañar la intimidad de un poeta nonagenario, que vive por sus versos, y se siente salvado por ellos. Sacarlo de la estación de trenes donde vivió más de cuarenta años, para llevarlo a ver el mar, por ejemplo, hizo que sus ojos brillaran como los de un niño.

Con Severo Sarduy, finalmente, salimos a descubrir, y nos sorprendimos con el secreto. El mayor de ellos posiblemente sea el de su expresión. Así es que exploramos el silencio conscientemente, y en los más diversos sentidos. Después de inquietarnos por desconocer a un hombre importante, nacido unos años antes que nosotros en la ciudad donde vivimos, la primera pregunta (tal vez ingenua) fue por qué no regresó a Cuba ni siquiera temporalmente. De manera que esta historia sigue el rumbo de una vida ejemplar, y que perfila una época. Ese camino es el de su viaje (Camagüey, La Habana, París); y es el camino del artista, el de un cubano en Europa, el camino de un hombre y de un tiempo complejos.

¿Qué recepción ha tenido, qué reconocimientos?
El documental nos ha dado la alegría de interesar a muy diversos públicos, de ver a mucha gente buscando sus libros, a partir de Severo secreto. Más que cualquier otra cosa sentimos una inmensa gratitud por todos los que nos ayudaron a lograrlo, y por el mismo Sarduy que parecía estar colaborando. Sentimos que la gente lo descubre y lo ama. Nos pasó desde la primera proyección (en preestreno), que ocurre en Buenos Aires, a donde fuimos invitados por la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF), como parte del Coloquio Literatura y Margen, dedicado a Sarduy en 2016. Un premio importante, para nosotros, fue haber quedado en la Selección Oficial del Festival Internacional de Cine de La Habana, 2016, donde el público reaccionó con una sala llena y deseosa de dialogar.

En 2017 queda en la selección del Premio Fénix Iberoamericano. Ese mismo año realizamos proyecciones académicas en la Universidad Internacional de la Florida (FIU), en Wesleyan University, en New Haven, (Yale University), en Connecticut (UCONN), y en University of New York (CUNY).

Recientemente estuvo en la Selección Oficial del Havana Film Festival, Nueva York, donde obtiene Mención Especial del Jurado. También este año forma parte de la Selección Oficial del International Filmmaker Festival of World Cinema, Ámsterdam; donde es nominado a la Mejor dirección y al Mejor lenguaje documental.

Pero dos de los reconocimientos más gratos para nosotros han sido la selección de Severo secreto, en 2017, para abrir la Muestra de Cine Joven de La Habana, y el complacer a la dramaturga Nelda Castillo (que ha trabajado su figura en la escena), para celebrar el cumpleaños a Sarduy el 25 de febrero, con una exhibición del documental en su sede de El Ciervo encantado, un grupo de teatro que ayudó a expandir el conocimiento del artista, cuando era un desconocido dentro de la Isla.
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