martes, 21 de diciembre de 2021

Cuando el Diablo se adueñó de Cuba.

Por Tania Díaz Castro.

Fidel Castro, en enero de 1959

Cuando el dictador Fulgencio Batista huyó de Cuba, llegó Fidel Castro, el Diablo, y se adueñó del país, el 8 de enero de 1959. Modificó la Constitución de 1940, una de las más progresistas del continente, estableció la pena de muerte y comenzó a fusilar a cientos de policías, militares y civiles vinculados al régimen depuesto.

En el transcurso de ese mismo año, organizó y financió invasiones a Panamá, República Dominicana y Haití, que fueron derrocadas, y calificó de traidores a quienes criticaran su política.

En 1960 declaró la guerra a la libertad de prensa por medio de una  nacionalización forzosa de periódicos, revistas, estaciones de radio y televisión. 

El 1º de mayo de ese año preguntó en un discurso: “¿Elecciones para qué?”. Y en junio se robó los hoteles y todas las propiedades estadounidenses, sin compensación alguna. Por su parte, los cubanos comenzaron a huir de las garras del Diablo.

El 7 de agosto suspendió los programas religiosos de la TV. El 13 de septiembre, cuando se anuncia la implantación de un embargo comercial contra el régimen, lo que hizo fue acusar al presidente Eisenhower de hostigarlo. Cuatro días después nacionalizó todos los bancos estadounidenses, 105 centrales azucareros, todas las fábricas, las principales tiendas por departamento del país, los ferrocarriles, las destilerías, más las empresas industriales y comerciales.

Mientras que vociferaba que los Andes serían la Sierra Maestra del continente y que promovería revoluciones anticapitalistas en Latinoamérica, el 30 de octubre reconoció el fusilamiento de 1.330 anticastristas y la existencia de 10.000 presos políticos en las cárceles; expulsó a todo el clero considerado contrarrevolucionario, nacionalizó todos los centros de enseñanza y prohibió la instrucción religiosa. 

En 1961, el Diablo impuso el racionamiento de los productos alimenticios y de vestir por medio de una libreta de control de abastecimiento. En 1966 ofreció la ayuda cubana a todos los guerrilleros del mundo y acusó a los soviéticos de traidores por desautorizar el apoyo a la subversión. 

Por último, se volvió loco el Diablo y “una noche de delirio”, el 13 de marzo de 1968, confisca 11.878 bodegas, los restaurantes, fondas, cafeterías, puestos de fritas, lavanderías, talleres, barberías, carpinterías, bares, carnicerías y otros hasta 55.636 pequeños negocios.

Hoy, tras largos años con el agua al cuello, el Diablo muerto y muerta la economía cubana, ¿cómo perdonarlo?

Share:

0 comments:

Publicar un comentario