sábado, 18 de diciembre de 2021

Los mandamases cubanos siguen apostando por el estalinismo.

Por Luis Cino.

En el más reciente Pleno del Partido Comunista de Cuba (PCC), los mandamases de la Isla insistieron en la importancia de la enseñanza del marxismo-leninismo. Esto, más que preocupar, asusta, porque ese marxismo-leninismo que es el referente de los mandamases no es otra cosa que el estalinismo.

El que acuñó el término “marxismo-leninismo” fue José Stalin. El estalinismo no fue una desviación del marxismo-leninismo, como algunos pretenden hacer ver, sino su máxima expresión. Lo que hizo Stalin, como sucesor de Lenin, fue concretar y llevar a la práctica las interpretaciones arbitrarias, descontextualizadas y distorsionadas que de la teoría marxista había hecho Vladimir Ilich, creador de la dictadura comunista burocrática- militar que se hizo llamar “dictadura del proletariado”.

A ese marxismo-leninismo del dogma y los miedos pretenden remitirse los mandamases en la hora más difícil para su régimen de más de 62 años que se empeñan tozudamente en mantener a flote, así haga agua por todas las vías y siga perdiendo la arboladura.

Que los mandamases de la continuidad fidelista mantengan su apuesta por el estalinismo es otra evidencia de que en el seno del régimen ha logrado imponerse el sector más retranquero, ortodoxo e inmovilista, ese que ha obstaculizado las reformas.

Hundiéndose, con el agua llegándoles a las narices, los mandamases han tenido que hacer, a regañadientes, retoques –actualizaciones las llaman ellos– a sus políticas económicas, pero siguen tercamente aferrados a la planificación centralizada y la hegemonía de la empresa estatal socialista, sin importarles que estas recetas  hayan probado su ineficacia y fracasado estrepitosamente, una y otra vez, durante seis décadas.

Para el capitalismo de Estado militarista del neocastrismo nada mejor que el unipartidismo, la unanimidad forzosa  y la represión irrestricta del menor disenso. Y todo ello, cerrazón ideológica mediante, envuelto en una mal formulada retórica socialista. De la peor, al estilo soviético.

Al socialismo verde olivo solo le quedan recetarios fallidos y consignas gastadas a las que los actuales mandamases se aferran, como el pintor a la brocha cuando le quitan la escalera.

¿Qué cabe esperar ahora que llaman a “reforzar el trabajo político-ideológico con las masas”? ¿El regreso de los manuales del marxismo chato y basado en un par de fórmulas fáciles de memorizar  de la Academia de Ciencias Soviética? ¿La reimpresión de aquellos libros hechos por la Dirección Política de las FAR que se utilizaban como libros de texto escolares para la enseñanza de la historia de Cuba?  ¿La vuelta de las Escuelas Básicas de Instrucción Revolucionaria? ¿La creación de cientos de filiales de la Escuela Ñico López?

¿Pretenderán los panzudos mandamases hablarle de la concepción dialéctica de la historia a este pueblo agobiado por el hambre, la escasez y los abusos?

Recientemente, Miguel Díaz-Canel, en su cuenta de Twitter, imploró a Fidel Castro que le hable. Quien quita que suceda un milagro y el Máximo Líder le responda. Pero en vista de los desaciertos en su desempeño,  que no se asuste el actual presidente de la república  y primer secretario del Partido Comunista si el difunto le suelta un regaño.

Se me ocurre que pudiera ser como el chaparrón que le echó el 13 de marzo de 1962, durante un acto en la escalinata de la Universidad de La Habana, al capitán Fernando Ravelo, de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI).

En aquella ocasión, Fidel Castro, que quería ser más grande que Lenin y Stalin juntos en la reinterpretación del marxismo, bramó: “¿Cómo esta manera de pensar puede llamarse marxista? ¿Cómo esta clase de fraude puede llamarse socialismo? ¡Qué miopía, sectarismo, estupidez y sentido retorcido! ¿Qué están queriendo hacer con esta revolución? ¿Transformarla en una yunta de bueyes o en una escuela de títeres?”

¡Qué diría el Comandante hoy cuando sus temores se han materializado –y de qué manera– en el grotesco gobierno  de sus continuadores!

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