jueves, 24 de diciembre de 2015

El amo de los monos.

Por Rafael del Pino.

Los cubanos, a pesar de la censura impuesta por el castrismo, pudieron conocer a través de Telesur la importante victoria obtenida por el pueblo venezolano frente a un proyecto social fracasado. La tarea no será fácil para los nuevos legisladores. Ya son evidentes las maniobras de los que ostentaban el poder absoluto tratando de desconocer y torpedear la voluntad popular.

Los líderes políticos de la MUD, que supieron unir firmemente a la oposición llevándolos a la victoria, tienen sus proyectos para sacar al país de la terrible crisis económica y social a que los llevó el chavismo.

Creo que se debe reflexionar sobre uno de esos proyectos, el denominado “Ley Candado” que propuso el líder político Henrique Capriles para evitar que el Gobierno de Nicolás Maduro deje de “regalar” los recursos del Estado con el fin de “comprar lealtades” internacionales.

“Esos dólares que se regalan a otras naciones por razones de conveniencia política deben destinarse para comprar comida y medicinas para el pueblo en esta difícil situación por la que estamos pasando los venezolanos”, señaló.

No hay dudas de que el castrismo es el más beneficiado de estos subsidios, teniendo en cuenta las decenas de miles de profesionales, principalmente de la salud, que actualmente trabajan bajo condiciones de esclavitud en Venezuela.

La Habana recibe pagos por sus misiones médicas, ya sea del país anfitrión, en el caso de Venezuela, o de los países donantes que envían fondos a la Organización Mundial de la Salud. Se supone que el dinero se destina a los salarios de los trabajadores cubanos, pero ni la OMS ni ningún país les paga directamente a ellos. En cambio, los fondos son abonados en la cuenta de la dictadura que, a decir de todos, se queda con la mayor parte de los fondos y le da al trabajador un estipendio para vivir, con la promesa de un poco más a su regreso a Cuba.

La trata de personas no es algo nuevo para La Habana, ni se limita a los profesionales de la salud. Hace varios años tres trabajadores cubanos, de un contingente de 100 que fueron enviados por el régimen castrista a Curaçao para trabajar, a cambio de la deuda del gobierno cubano con la compañía Curaçao Drydock Company, desertaron, y al llegar a Miami demandaron a dicha compañía por las condiciones infrahumanas y horrendas en que laboraron, por el que le pagaban tres centavos la hora. El juez federal en Miami falló a favor de los tres trabajadores cubanos.

Lo más bochornoso de estos acuerdos que realiza el Gobierno cubano con otros países, principalmente con Venezuela, son los contratos leoninos que el régimen les impone a los profesionales. Es una forma de explotación del profesional, que siempre es considerado una propiedad del Estado cubano.

Estudios independientes señalan que el Gobierno de Cuba recibe entre $16.000 y $18.000 mensualmente por cada médico que labora en Venezuela. El médico recibe unos $230 para sus gastos mensuales; entre $125 y $225 mensuales son depositados en una cuenta en La Habana, y $50 entregados a la familia en Cuba, también mensualmente. El depósito en la Isla solo puede ser retirado al término de la misión o tiempo de servicios en el exterior.

Hasta aquí hemos analizado una parte de la ecuación personal. Ahora debemos analizar la otra parte, que es la más complicada.

Los programas Barrio Adentro puestos en práctica en Venezuela, donde laboran miles de cubanos profesionales de la salud, constituyen indudablemente una conquista social sin precedentes para las capas más humildes y necesitadas del país. Si en la proyectada “Ley Candado” se considera terminar con los subsidios a Cuba, encubiertos con el pretexto de pagos por los servicios que prestan los contingentes de mano de obra esclava, se corre el riesgo de que el Gobierno de Cuba, en represalia, retire a sus profesionales de la salud, lo que significaría para la nueva legislatura un costo social, y por supuesto político, incalculable.

Aquí estamos ante un gran dilema. Si al aplicarse la “Ley Candado” se revisan los convenios, pero se mantiene el programa de los profesionales de la salud, aunque fuera en mejores términos económicos para el gobierno de Venezuela, la nueva legislatura continuaría siendo cómplice del castrismo en la trata de esclavos profesionales que implementa La Habana.

Ante esta encrucijada no son fáciles las opciones. Sin embargo, hay una solución que bien pudiera beneficiar a Venezuela y a miles de cubanos actualmente sometidos a las más leoninas condiciones de trabajo por sus amos castristas. La nueva Asamblea Nacional podría promover una ley otorgándoles la residencia a todos aquellos profesionales cubanos que lo soliciten, y negociar directamente con dichos profesionales los contratos de trabajo que llevaran a cabo en el país. De esta forma se elimina al mediador esclavista y se mantienen los programas Barrio Adentro.

Pero, además, todos ganan; primero Venezuela, que adquiere una inyección de miles de profesionales calificados y que han demostrado que son capaces de cumplir el juramento Hipocrático en las condiciones más adversas y difíciles. Ganan los profesionales cubanos, que logran romper las cadenas de un esclavismo desfasado, al estilo del que ejercían aquellos negreros que hace siglos iniciaron estas prácticas inhumanas. Paradójicamente, gana el pueblo cubano, que se verá beneficiado por el incremento de las remesas que los residentes en el exterior envían a sus familiares a Cuba. La desproporcionada plusvalía de que hoy se apropian los esclavistas, en lugar de ir a financiar viajes de dirigentes, o paseos en yate por el Mediterráneo de los descendientes de los Castro, contribuiría a mejorar los niveles de consumo de una población desamparada y hambrienta.

Este calvario que han tenido que vivir nuestros compatriotas durante años por todos los rincones del planeta me trajo a la mente la interesantísima fábula “El amo de los Monos”, escrita por el famoso estratega y estadista chino Liu Ji en el siglo XIV utilizando el pseudónimo de Yu-Li-Ai.

Cuenta la fábula que, en el estado feudal de Chu, un viejo sobrevivía manteniendo monos a su servicio. Cada mañana el viejo reunía los monos y le ordenaba que fueran hacia las montañas a recoger frutas. Las reglas eran que cada mono debía dar un décimo de lo que recogiera. Los que no cumplían la meta eran salvajemente flagelados. Los monos sufrían grandemente sin quejarse.

Un día, un pequeño mono, de los más jóvenes, le preguntó a los otros: “¿Sembró el viejo todos estos árboles frutales?” Los otros respondieron: “No, ellos crecieron silvestres”. El pequeño mono agregó: “¿Podemos tomar las frutas sin permiso del viejo?” “Por supuesto”, replicaron los otros. “¿Entonces, por qué debemos depender del viejo, por qué debemos servirle?”, respondió el joven.

Antes de que el joven terminara todos los monos se iluminaron, y despertaron de la explotación a que eran sometidos. Esa misma noche, mientras el viejo dormía, los monos rompieron las barricadas y las alambradas, se llevaron con ellos a los bosques todas las frutas que tenía el viejo en sus almacenes, y nunca más regresaron. El viejo finalmente murió por inanición.

Esperemos que la “Ley Candado” que propone Capriles venga acompañada de una poderosa llave que termine de una vez y por todas con nuestro “Amo de los Monos”.
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