miércoles, 23 de diciembre de 2015

¿Engañar a todos, todo el tiempo?

Por Roberto Álvarez Quiñones.

El gobierno del general Raúl Castro miente cuando afirma que la economía cubana en 2015 creció en un 4% , o sea, ocho veces más que la tasa de entre 0.3% y 0.5% que como promedio la CEPAL estima crecerán este año las naciones de América Latina.

Y no hay nada de qué sorprenderse. Ello ocurre cada año por estos días desde 1960, cuando el  Che Guevara, entonces presidente del Banco Nacional de Cuba, se indignó al conocer que el PIB en 1959 había crecido solo un 1% y ordenó inflar dichas estadísticas para dar una "buena imagen" de la revolución.

El coronel Marino Murillo, ministro de Economía, faltó a la verdad al anunciar ese 4% de aumento en el PIB. Y el diario Granma mintió al informarlo a la población. Pero era lógico. El titular de Economía no podía admitir —sin ser destituido al instante— que Cuba aplica un método único en el mundo para calcular el PIB, que es fraudulento de pies a cabeza.

Tampoco podía reconocer que en Cuba la formación bruta de capital fijo es de apenas un 9% del PIB (en Latinoamérica oscila entre 20% y 32% del PIB) y una economía descapitalizada no puede crecer, no es posible; y no podía insinuar siquiera que como en la Isla no hay entidades autónomas que puedan verificar las cifras oficiales, el fraude es imparable.

Y ahora con el proceso de normalización de relaciones con Washington el régimen tiene motivos para mentir aún más. Es simple, una economía socialista "robusta", que crece en un 4% o más, es un magnífico argumento para rechazar darle libertad económica total a los cubanos y permitir que surja un amplio y pujante sector privado, tanto en la industria como en los servicios. Para qué, si el sistema de propiedad estatal centralizada marcha estupendamente,  con una tasa de crecimiento que ya quisieran los países de América Latina, Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, Canadá, Australia, o Japón.

Es  inmoral que el Gobierno hable de crecimiento económico cuando la mitad de sus tierras cultivables están ociosas e invadidas por el  marabú, razón por la que tiene que importar el 80% de los alimentos que consume el país; que tenga que importar hasta frutas frescas y vegetales para los hoteles, y que produzca menos leche, carne  y café que en 1958. Para que se tenga una idea, en 1958 Cuba produjo 960 millones de litros de leche, y en 2014 la cifra fue de 497 millones de litros, o sea, la mitad de hace casi 60 años.

Igualmente es vergonzoso que el país tenga que importar la inmensa mayoría de los productos no alimenticios de consumo porque la destartalada industria nacional es incapaz de producirlos, cuando hace 57 años producía la mayoría de ellos; y que el desempleo real en el país fácilmente pase de un 20% de la fuerza de trabajo total, y que otro porcentaje muy superior tenga que robar al Estado para nutrir el mercado negro, el único que funciona y gracias al cual los cubanos comen y se visten.

Ningún jerarca de la nomenklatura comunista va a admitir tampoco que si de veras hubo algún repunte en el PIB en 2015 con respecto a 2014 (nunca de un 4%) un factor clave fue el aumento sustancial del turismo, particularmente desde EEUU, y de las remesas familiares y otras muchas ventajas obtenidas por el régimen como consecuencia del "deshielo" entre La Habana y Washington. Y también debido al incremento abusivo de los precios que cobra el Estado en las "shopping", que a veces superan el 700% del costo de importación, algo único a nivel mundial.

Gastos como si fueran ingresos.

¿Cómo se fabrica el fraude para calcular el PIB? Pues los burócratas de la dictadura contabilizan como nuevos valores creados ciertos gastos sociales gratuitos, es decir, cuentan esos gastos no cobrados como si se hubiesen cobrados y fuesen ingresos. En Salud Pública, por ejemplo, se calcula arbitrariamente cuánto costarían en países capitalistas las cirugías realizadas en los hospitales de Cuba durante un año, y los análisis de sangre, rayos X, etc.

En educación se estiman los costos de carreras universitarias y otros tipos de enseñanza en naciones de economía de mercado. Y todos esos cálculos se convierten en ingresos y en nuevos valores creados por la economía cubana, como si hubiesen sido cobrados. Y se suman tranquilamente al PIB.

Por otra parte, el Gobierno asienta en sus libros los subsidios chavistas correspondientes al salario de los miles de médicos en Venezuela como si fuesen exportación de servicios, lo cual no es exactamente así. En el PIB no se pueden contabilizar ingresos obtenidos por nacionales en el extranjero. Lo que pasa es que el régimen les secuestra su salario a los médicos como si esos profesionales fuesen esclavos de propiedad estatal.

Ese dinero ganado con su trabajo por los médicos en Venezuela, Brasil y 64 países más no le pertenece al Estado, sino a ellos y otros profesionales que trabajan en territorio extranjero. Por  tanto no debiera sumarse al PIB, que solo incluye los bienes y servicios (cobrados) generados en suelo nacional.

Esta ficción contable en su conjunto equivale a miles de millones de dólares que se suman  como ingresos y nuevos valores creados. Es decir, el castrismo suma valores ficticios de servicios prestados gratuitamente como si hubiesen generado ingresos a instituciones privadas.  O cobrados en el extranjero por profesionales a los que se les secuestra su  ingreso. Y todo basado en otro fraude mayúsculo, al darle al peso convertible (CUC) una equivalencia con el dólar estadounidense que está a años luz de tener.

Manipulación aceptada.

Pero ese juego sucio de manipulación estadística hasta el delirio no tiene importancia, a no ser que se descubra y quede en evidencia, cosa que no parece vaya a ocurrir, al menos a corto plazo. Total, la ONU, la CEPAL, la FAO, la OEA, la Unión Europea y todos los gobiernos y organismos del orbe aceptan sin chistar el ya habitual fraude estadístico de Cuba.

Esta complacencia de la comunidad internacional, que al final puede pasar a la historia como complicidad, involuntaria o no, explica que pese al ostensible desastre de la economía cubana,  salvo cuando se produjo el cese de los subsidios de Moscú en 1991, la dictadura nunca ha admitido una contracción del PIB. 
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