Por Iván García.
La cara del joven mestizo que hablaba con su novia mediante la aplicación audiovisual IMO, en un parque habanero con conexión wifi, era todo un poema.
Del otro lado de la línea la prometida le contaba sobre la noticia de la derogación de la política de ‘pies secos, pies mojados’, con el habitual lenguaje rudo y entrecortado de los cubanos. Una entelequia más parecida al lunfardo que al castellano.
“Titi, mi amol, qué mala suerte. Cuando ya estaba lista tu pira, mira con la que se baja Obama. No te desanimes, siempre habrá una manera de entrar a los States y vacilar toda esta ricura”, trataba de consolarlo la novia.
El joven, con un short de mezclilla a la cadera mostrando los calzoncillos y un corte estrafalario de cabello, abría desmesuradamente los ojos y a modo de consuelo decía: “Ño, Obama, asere, partiste el bate. Negrón, me la dejaste en la mano. ¿Y ahora cómo quedo yo?”.
Más o menos ése era el registro de opiniones vía internet de casi un centenar de habaneros que chateaban con sus parientes al otro lado del Estrecho de la Florida.
Cuarenta minutos después que se filtró la decisión conjunta del gobierno de Raúl Castro y Barack Obama, de comenzar a aplicar nuevas medidas migratorias, el Parque Córdoba, en el corazón del populoso barrio de La Víbora, era un hervidero de gente.
“Esto se veía venir. No sé porqué se extraña la gente. Obama se hacía el bueno, pero al final es el presidente de Estados Unidos que más inmigrantes ha devuelto a sus países de origen. Un montón de cubanos idolatraban a Obama y el tipo se viró con carta”, comenta con enojo, Fernando, quien junto a su esposa y la suegra charlaban con un familiar en Miami.
Apenas ocho días antes de entregar el batón presidencial al impresentable Donald Trump, todo un enigma, en la Isla la aprobación y simpatías hacia Obama eran notablemente elevadas.
Por su magnífica oratoria, empatía y administración sin estridencias ni escándalos, Obama era uno de los presidentes mejor valorados en Cuba, una nación donde la tea de la prensa oficial incinera a cualquier mandatario gringo.
Con las dos manos en la cabeza, y la tableta entre las piernas después de chatear con su padre que reside en Tampa, Diego no da crédito a la noticia. “La cagó. Esa nueva regulación no le tocaba aplicarla a Obama. Era para Trump, el pesado y pujón. De verdad que los negros si no la hacen a la entrada la hacen a la salida”, expresa Leslie, con una dosis de racismo visceral.
Algunos expertos internacionales consideran que, aunque las nuevas regulaciones frenarán en algo el goteo imparable de cubanos que saltaban la cerca, la emigración ilegal e irregular no se detendrá.
Carlos, sociólogo, considera que ahora los cubanos probarán otros caminos. “Intentarán seguir entrando a Estados Unidos de manera ilegal. Una vez dentro, mientras esté vigente la Ley de Ajuste, ¿cómo se puede demostrar en la fecha en que la persona traspasó la frontera? Mientras siga en pie la Ley de Ajuste, los cubanos seguirán teniendo un trato migratorio diferenciado en ese país, el único del mundo con un tasa fija de 20 mil visas anuales para la reunificación de familias cubanas. Obama le ha hecho el trabajo sucio a Trump. Después de derogar estas regulaciones, la Ley de Ajuste tiene sus días contados”.
Debido a su régimen comunista y faltas de libertades política, Cuba tenía leyes excepcionales en Estados Unidos. Para legalizar el estatus indefinido de las oleadas migratorias tras la llegada de Fidel Castro al poder en 1959, el Congreso estadounidense aprobó en 1966 la Ley de Ajuste Cubano.
Posteriormente, para incentivar la marcha de médicos y profesionales de la salud nacidos en Cuba, se aprobaron normativas que le otorgaban automáticamente el estatus de residentes.
Pero Ley de Ajuste no se aplicaba con rigor. Miles de compatriotas que huían de la miseria y falta de futuro, cuando llegaban a la frontera o pisaban territorio norteño, declaraban que eran ‘perseguidos políticos’, y poder calificar para bonos de comida y otras ayudas sociales. Pero a la vuelta de unos pocos meses, estaban de visita en la Isla.
Ricardo, un profesional que desde meses busca la manera de emigrar a la Yuma, piensa que los cubanos lo seguirán intentando. “Todavía está vigente la Ley de Ajuste. Ahora el camino tal vez sea más demorado, bien por la reunificación familiar o casándose con un ciudadano estadounidense. Tú verás cómo se disparan los matrimonios entre cubanos y norteamericanos”.
Sergio, ingeniero, cree que “aunque de boca para afuera el gobierno cubano aparenta júbilo, para sus adentros dirá, que ya se acabó la estrategia de sacarle presión a la olla. Tendrán que cargar con los miles de inconformes que proliferan en toda la isla. Y al no tener una válvula de escape, esto se convertirá en un problema”.
No se espera que los fraccionados grupos opositores aumenten sus filas con el ejército de personas que abiertamente discrepan de la autocracia verde olivo y de momento no podrán conseguir su sueño americano.
En Cuba, el miedo siempre es un valor agregado.
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