Por Julio M. Shiling.
Joe Biden es el 46º presidente de Estados Unidos. A diferencia de otros jefes de Gobierno de la nación anteriores, su Administración funcionará más como un régimen que como un Gobierno.
En una democracia, los gobiernos y la sociedad civil desempeñan papeles diferentes. En este momento, instituciones fundamentales como la prensa y sus equivalentes del siglo XXI, las redes sociales, son brazos políticos extendidos del Partido Demócrata en el poder.
Las empresas privadas reflejan en su conducta la regimentación corporativista fascista. Un régimen incluye un Gobierno, pero además, trae consigo un conjunto de instituciones, leyes, rituales, sistemas de creencias y una estructura de poder. Identificar a la Administración Biden como un gobierno simplemente, sería erróneo. Se trata de una presidencia postmoderna.
Para entender y apreciar todas las políticas que emanarán de la Casa Blanca de Biden, la racionalización que hay detrás de ellas y la visión del mundo sobre la que se construye, es primordial tener un poco de información sobre lo que es exactamente el postmodernismo. Básicamente, el postmodernismo es el marco intelectual en el que vivimos actualmente.
Comenzó a extenderse en la década de 1960. Esta visión integral del mundo fue importada de Francia y llegó de lleno con el marxismo alemán de la Escuela de Frankfurt. En esencia, lo que afirma es que la verdad y el conocimiento se construyen principalmente de forma social y no pueden descubrirse de forma objetiva. El postmodernismo afirma que lo que uno cree que es “verdadero”, es estrictamente una función del acuerdo de poder social existente.
Jean-François Lyotard, Michel Foucault y Jacques Derrida son considerados los “padres fundadores” emblemáticos del postmodernismo. Todos ellos eran plenos marxistas. El lenguaje y los conceptos, entendidos en el ámbito de una democracia liberal, carecen de sentido en términos postmodernos. Escribiendo en La condición postmoderna (1979), Lyotard expresó el sentimiento postmodernista del conocimiento y la legitimidad, dos señas de identidad de cualquier configuración de pacto social, con una observación inquietante e incómoda de “una erosión interna del principio de legitimidad del conocimiento”.
Para el postmodernista, la verdad, el conocimiento y los hechos, están determinados estrictamente por los esquemas de poder. En consecuencia, Foucault se expresó así en “Sobre el comienzo de la hermenéutica del yo: dos conferencias en Dartmouth“: “El individuo, con su identidad y sus características, es el producto de una relación de poder ejercida sobre cuerpos, multiplicidades, movimientos, deseos, fuerzas”.
En Posiciones (1981), libro que recoge tres entrevistas de Derrida, el innovador del precepto de la “deconstrucción”, decía que: “No se trata de la coexistencia pacífica de un “vis-a-vis”, sino de una jerarquía violenta. Uno de los dos términos gobierna al otro (axiológicamente, lógicamente, etc.), o tiene la ventaja. Deconstruir la oposición, en primer lugar, es anular la jerarquía en un momento dado”.
El régimen postmodernista emana de la Casa Blanca.
Todo lo que Biden ha hecho desde el 20 de enero y lo que hará en adelante, seguirá los estrictos confines de la noción de legitimación del postmodernismo y su creencia definitiva de que Estados Unidos es sistémicamente defectuoso y opresivo, junto con su remedio para la reivindicación de la “justicia social”. La gran conexión entre el postmodernismo y el marxismo es el predominio de este último en la base intelectual del primero
“Joe Biden es el 46º presidente de Estados Unidos. A diferencia de otros jefes de Gobierno de la nación anteriores, su Administración funcionará más como un régimen que como un Gobierno”. (EFE)
La hegemonía cultural, la reificación, la Teoría Crítica y la tolerancia represiva son las postulaciones que guiarán las acciones de esta administración. Las cuatro máximas mencionadas previamente son las que constituyen, lo que se denomina popularmente como, marxismo cultural. El postmodernismo fue el difusor.
A pesar de la falta de pruebas que el racismo, el sexismo, la homofobia, la transfobia y la xenofobia son problemas graves en los Estados Unidos hoy en día, la izquierda ha secuestrado la narrativa, ha alterado los hechos y ha presentado “soluciones” radicales que están en consonancia con las configuraciones del binomio neomarxista (marxismo cultural) opresor/oprimido. El postmodernismo, al relativizar la verdad y relegar el conocimiento a las constricciones sociales percibidas y determinadas por los acuerdos de poder, ha dado a la izquierda la munición para la utilización de la presidencia de Biden para iniciar la “deconstrucción” de Estados Unidos.
Algunos ejemplos de estas medidas dirigidas a los síntomas “identitarios” de la visión del postmodernismo son la disolución por parte de Biden de la Comisión 1776, una junta consultiva de educación concebida con el propósito de promover la historia americana, la conciencia cívica y los valores patrióticos.
En su lugar, la reinserción de la Teoría Crítica de Raza marxista como plan de estudios básico junto con la promoción del Proyecto 1619, una interpretación fraudulenta de la historia americana para adaptarse a la insignia necesaria de la victimización, tan requerida por el dictado marxista. Es importante señalar que la preocupación ya no es de la “igualdad”. Este desenfreno de la “justicia social” se presenta ahora como una batalla por la “equidad”.
La revisión liberalizadora pretendida de la política de inmigración de Estados Unidos, unida a la petición de impulsar las leyes de alzar el salario mínimo, en una época de escasez de mano de obra dada la paralización en una pandemia, es ilógico completamente según las leyes económicas sólidas. Sin embargo, el postmodernismo establece su propia lógica paralela. O como Lyotard lo llamó la “legitimación por paralogía”. La política de la acción empleada por un régimen postmodernista lleva su propia lógica que no tiene nada que ver con la verdad objetiva, el conocimiento o los hechos.
La Presidencia de Biden es el caballo de Troya en el intento del izquierdismo de transformar Estados Unidos. El postmodernismo explica la lógica general empleada, mientras que el marxismo cultural nos dice cómo van a hacerlo. Los cimientos básicos de una sociedad democrática, como una prensa vibrante y libre, y un sector privado independiente, han capitulado y ahora son operativos orgánicos del nuevo régimen.
Las vías de libertad de expresión y asociación vastas que necesita la democracia se están reduciendo cada día más. El autoritarismo del poder suave se está introduciendo.