viernes, 15 de enero de 2021

El fin del bluf revolucionario en Cuba.

Por Tania Bruguera.

Deberíamos referirnos a la Revolución Cubana como La Revolución™, para hacer notar directamente que sus propuestas épicas han terminado. Hace mucho que la Revolución Cubana pasó de ser un proyecto a ser un producto.

La Revolución™ es ese producto que está a la venta desde hace ya algún tiempo. Su mejor estrategia de marketing ha sido presentarse como un proyecto social responsable y humanista.

¿Qué hemos perdido al pasar de una Revolución a La Revolución™?

Hoy, La Revolución™ se ha convertido en un proceso antropofágico y suicida dedicado a desentenderse de todo lo que prometió la Revolución Cubana.

Cada día escuchamos nuevas historias de personas disgustadas con las decisiones del gobierno (los precios, los salarios, el fin de los subsidios…); cada día vemos nuevas manifestaciones de descontento. Protestas inéditas, de abuelos que firman una carta para quejarse, de padres que deciden no llevar a sus hijos a la escuela porque no tienen dinero para la merienda. Acontecimientos insólitos, como miles de panes por la libreta que no fueron comprados después de que les subieran el precio.

Empiezan a acumularse historias que contradicen la esencia misma del socialismo. Historias que hacen cada vez menos creíble la supremacía social que La Revolución™ sigue reclamando ante el mundo.

De la huelga de brazos caídos que identificaba a la Cuba post-revolucionaria (no se abandona el puesto de trabajo, pero tampoco se realiza actividad alguna), pasando por el boicot popular, hemos llegado a la huelga verdaderamente revolucionaria: aquella que no persigue una demanda laboral, sino que pretende transformar la realidad política de un país.

Es impresionante la rapidez con la que los cuerpos sociales, dormidos durante décadas, se han revelado como fuentes eficaces de exigencia colectiva. No sé si los arquitectos del nuevo ordenamiento económico se esperaban esto. Los burócratas quizás pensaron que la desidia era ya una condición permanente en el cubano.

Es interesante también ver los mecanismos que está utilizando el gobierno para reconducir a los que se han activado social y políticamente hacia ese espacio de miedo e inmovilidad que, durante tantos años, ha hecho posible que los dirigentes hagan y deshagan a su antojo. Pero sucede que si se retiran los elementos que tradicionalmente se usaban como chantaje político, empieza a surgir una actitud popular de: ya no te debo, por tanto te exijo.

Son tiempos de crisis, y parte de la crisis por la que está atravesando La Revolución™ viene de sustituir la ideología por la economía. El gobierno está intentando, con mucho énfasis, despolitizarlo todo. Pronto el Estado cubano funcionará como una empresa privada: los ciudadanos serán tratados como consumidores, o como empleados sin derechos. Ya están convirtiendo al ciudadano en capital; el paso siguiente es poner la libertad de mercado por encima de las libertades individuales, desmantelando cualquier forma de autonomía social (y cuando no puedan hacerlo, la producirán como un placebo).

Todas estas cosas son características del neoliberalismo. El neoliberalismo no se acomoda más a un régimen político que a otro: puede instaurarse perfectamente como sucesor del socialismo. El neoliberalismo, incluso, puede hacerse pasar por socialismo.

La respuesta del pueblo cubano ha sido: si estas son las nuevas reglas del juego, que haya entonces calidad y eficiencia, pero también libertades económicas y políticas. Para que al menos al inicio de esta nueva carrera de supervivencia, tengamos aunque sea la ilusión de la igualdad de condiciones (porque sabemos, desde hace mucho, que en Cuba algunos son más iguales que otros).

Cuando empezaron a decir que Cuba se quería abrir al mundo, y tras esa promesa de apertura (que implicaba también una prosperidad) justificaban la censura, la represión, la violencia política y todas las injusticias sociales reñidas con el plan revolucionario original (a las que se sumaron la gentrificación realizada por el Estado, los despidos masivos, la subvención vista como una carga…), ya empezaba a ser evidente para mí que los “cambios” se enrarecían: eran los primeros pasos del neoliberalismo en Cuba.

Hoy se han empezado a dar pasos para abrir brechas democráticas, pero lo que hace verdaderamente democrático a un país no es solo su Constitución, sino el cuerpo de leyes que la hacen efectiva. Todo ahora mismo es un gran teatro.

¿Para quién es esta puesta en escena? ¿Tendremos también un neoliberalismo de nuevo tipo? ¿Un neoliberalismo de cartón?

La operación política que está llevando a cabo el gobierno cubano parece ser la banalización de la banalización del mal. Mientras tanto, se va perdiendo una dimensión simbólica: el Centro de estudios del pensamiento de Fidel Castro se encuentra en una mansión aristocrática del Vedado.

¿No pudieron reflejar de otra manera el espíritu revolucionario? ¿Esa falta de dimensión simbólica es lo que nos llevará hacia una Glásnost cubana?

Recuerdo que, en los años de la Perestroika, con frecuencia se citaba La historia me absolverá como un material subversivo. Hoy podríamos hacer lo mismo. Los problemas que exponía Fidel Castro para justificar una revolución, son hoy nuestra realidad cotidiana. Es como si no hubiera pasado el tiempo, ni la Revolución de 1959: hemos llegado al punto de partida.

El neoliberalismo es el sistema perfecto para que la inevitable transición les resulte cómoda a quienes están en el poder, porque no demanda la responsabilidad de pedir perdón por todo el daño y las injusticias cometidas durante el período de La Revolución™. Y además, el producto ™ queda intacto.

Hay quien dice que las revoluciones son una banda sonora. La banda sonora de La Revolución™ ya no sincroniza con la realidad. Ahora vienen tiempos donde la verdad se impone. El Estado cubano está en bancarrota moral, de ahí el gran miedo que tiene la Seguridad del Estado.

La Revolución™ traiciona a la Revolución Cubana, destruye los logros y las aspiraciones que la sostuvieron. Es por ello que estamos en el final de una revolución y en el comienzo de otra.

El bluf de La Revolución™ se va a acabar. Se está haciendo cada vez más grande la distancia entre los que dictan, los tienen la ventaja económica, y los que están obligados a acatar y luchan su supervivencia como pueden. Si el gobierno no puede resolver la dicotomía derechos colectivos vs. libertades individuales, si el nepotismo y la corrupción institucional no cesan, estará claro que el futuro queda en nuestras manos.

Nosotros reconstruiremos Cuba.

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