sábado, 30 de enero de 2021

Joseph Brodsky y los intelectuales excluidos por el castrismo.

Por Luis Cino.

Joseph Brodsky.

En San Petersburgo (Leningrado en la época soviética) hay un museo dedicado al poeta Joseph Brodsky. Radica en la casa de dos habitaciones donde Brodsky residió con sus padres durante sus primeros 32 años, desde su nacimiento, en 1940, y  hasta que se fue al exilio, en 1972.

Iosif Aleksandrovich Brodsky, como Solzhenitsyn, Pasternak, Sajarov y Grossman, es otro más de los muchos artistas e intelectuales  que luego de ser represaliados y negados  durante décadas por el régimen soviético, son hoy reverenciados en Rusia.

En 1964, recién cumplidos los 24 años, Brodsky fue encarcelado. Lo acusaron de “parásito y vago”.  Las autoridades soviéticas, pese a que Brodsky escribía poemas desde que era un adolescente y al ser arrestado le confiscaron el poemario "Stikhotvoreniia i poemy",  no lo aceptaban como poeta. En el juicio le preguntaron dónde había estudiado poesía. Cuando Brodsky les respondió que la poesía no se estudiaba, sino que era un don divino, lo acusaron de tener serios problemas ideológicos.

Fue a parar al Gulag (Sistema penal de campos de trabajos forzados). Lo condenaron en 1964 a cinco años de trabajo forzado, pero fue indultado un año y medio después  gracias a las protestas de numerosos artistas y escritores de varios países.

Aunque Brodsky, luego de salir del campo de concentración, nunca se proclamó abiertamente disidente, las autoridades comunistas lo marginaron.  En 1972  emigró a Estados Unidos, donde pudo desarrollar su obra. En 1987 ganó el Premio Nobel de Literatura.

Brodsky nunca regresó a su país. Murió en New York, en enero de 1996. Está sepultado en Venecia.

Las vicisitudes de Brodsky bajo el régimen comunista no pueden asombrar a los escritores y artistas cubanos. Todos ellos, desde que en 1961 un edicto decretó que el arte tenía que ser “dentro de la revolución”, han tenido problemas con el régimen castrista. Todos. De una forma u otra. Aunque algunos no lo quieran admitir o prefieran hacerse los olvidadizos. Aunque algunos serviles quieran ver esos problemas  como “contradicciones inherentes a intelectuales inmersos en tiempos de revolución”.

En algún momento, han sido acusados de pequeños burgueses, blandengues, desviados ideológicos, penetrados culturales, poco combativos, revisionistas, centristas, etc. Algunos, los de más edad, fueron enviados a los campamentos de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) o los parametraron sólo por causa de sus orientaciones sexuales (los artistas revolucionarios tenían que ser machos probados, salvo alguna que otra excepción).

La peor de todas las acusaciones era la de contrarrevolucionario. Y si escribías poesía, eso agravaba la situación. Te enviaban directo a la cárcel. Recordar los casos de  Heberto Padilla, Belkis Cuza Malé, Tania Díaz Castro, María Elena Cruz Varela (a quien arrastraron por una escalera y a golpes le hicieron tragar sus versos), Raúl Rivero, Manuel Vázquez Portal, Jorge Olivera y Ricardo Alfonso.

El comunismo es lo mismo, en cualquiera de sus variantes: leninista, stalinista, maoísta, castrista.  De haber vivido en Cuba, a Brodsky también lo hubieran acusado de parásito y antisocial.  Le hubieran aplicado la Ley del Vago, la Peligrosidad Social Predelictiva, la Ley Mordaza, o cualquier otro arbitrario engendro de inspiración fascista de los que  abundan en los almacenes del castrismo.

Por acá también preguntan donde se estudió poesía. Y pintura, música y periodismo. Hay que estudiar en universidades para revolucionarios para que te sea permitido escribir poemas, novelas, cuentos, hacer periodismo o pintar.

¿Se imaginan que habría dicho José Martí si le hubiesen preguntado dónde estudió poesía y en qué universidad aprendió periodismo?

Los mandamases castristas no admiten autodidactas ni creen en dones concedidos por Dios. Con el Decreto.Ley 349, que fue de las primeras medidas del régimen continuista de Díaz-Canel, pretenden poner en manos de un Estado-Gobierno-Partido, cuyos máximos representantes no se caracterizan por su intelecto, la facultad de determinar quién es artista y quién no, y qué es arte y qué no lo es.

Ya ni siquiera valen para los mandamases los títulos concedidos por sus “universidades para revolucionarios”. Si te apartas un ápice del pensamiento oficial, si resultas poco dócil, demasiado crítico, conflictivo, con diploma y todo te pueden acusar de “mercenario”, asignarte un número de expediente policial y meterte en la cárcel cuando lo estimen oportuno.

Por eso, y porque sabemos que el arte, si está sujeto a los intereses y conveniencias del poder, será cualquier cosa, remedo, propaganda, panfleto, lo que sea, pero no arte, los creadores cubanos estamos dando la batalla por la libertad.

Ojalá no esté lejos el día en que los artistas e intelectuales represaliados y excluidos por el castrismo gocen, como Joseph Brodsky, del reconocimiento que se merecen en su patria.

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