Por Iván García.
Cuando el Boeing 747 de American Airlines comenzó a tomar impulso en la pista del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, Yordanka se persignó en su asiento, mientras apretaba fuertemente la mano de su hija de 12 años que miraba indiferente por la ventanilla del avión como dejaban atrás ese trozo geográfico que conocemos como patria.
Yordanka llegó a la terminal cinco horas antes de que saliera el vuelo 2696 rumbo a Miami, la ciudad icónica de los cubanos que deciden emigrar del disparate ideológico y económico instaurado hace seis décadas y media por Fidel Castro. “Tenía miedo perder el vuelo. Vivo en un caserío intricado de la provincia Pinar del Rio -a 200 kilómetros al oeste de la capital- y decidimos salir a las nueve de la noche”, dijo con cara de sueño.
Al igual que una decena de azorados pasajeros que viajaban gracias al programa de parole aprobado por la administración de Biden el 6 de enero de 2023, era la primera vez que Yordanka se montaban en un avión. “Nunca pensé abandonar mi país. Mi esposo heredó ua finca con un terreno donde sembramos tabaco y viandas. El viaje más largo que había hecho era a La Habana”.
Las causas por las que decidió emigrar son varias. “Ya no se puede vivir en Cuba. Son muchos problemas y el gobierno no tiene respuestas. Mi familia trabaja duro la tierra y no progresamos. Cada vez peor, como el cangrejo, para atrás. Los apagones más cortos son de ocho horas, los extensos de diecinueve horas. Mi hija se merece algo mejor”.
Leticia, una pasajera de 66 años, reconoce que “es muy duro emigrar e iniciar una nueva vida a mi edad. Pero Cuba es el peor país del mundo para vivir los viejos y los jubilados Las pensiones son una miseria. No hay medicamentos y la mayoría nos estamos muriendo de hambre.
Además, hay demasiada violencia en las calles. Mi hijo me convenció para que me fuera con el a Texas. Le va bien. Trabaja en un negocio del petróleo. Extrañare a mi gente, pero el gobierno cubanos ha transformado al país en un lugar inhabitable”.
El programa de parole es una dosis de esperanzas para miles de compatriotas. Hasta mayo de 2023, según reveló un funcionario estadounidense, habían aprobado a 384.000 mil cubanos. “Es probable que la cifra actualizada supere los 600.000 personas. Se alistan jóvenes, que son la mayoría, adultos y hasta ancianos de 90 años. Es un drama humano lo que esta viviendo Cuba”, expresó.
El parole y el ‘bombo’ o sorteo de visas de Estados Unidos son las tendencias de moda en la Isla, donde existen numerosos grupos de WhatsApp y en las redes sociales los cubanos le dan seguimiento a cada caso aprobado por las autoridades estadounidenses.
Pero no todos tienen la suerte de que un pariente o amigo financie su estancia. Yoel, empleado bancario en la provincia de Camagüey, a 500 kilómetros al este de La Habana, ha hecho todo lo posible por largarse y no lo ha conseguido. «Me he apuntado a cursos en universidades extranjeras, he ahorrado dinero para hacer compras en Rusia y revenderlas en la isla y no ha sido posible. La inflación devora a la velocidad de la luz todo el dinero que puedas tener guardado. Estoy desesperado. Solo queda rezar y que Dios se acuerde que existo”.
A esas situaciones se suman los apagones, que las últimas semanas se han incrementado desde Pinar del Rio a Guantánamo. Ruslan, vecino en el caserío La Felicidad, en el municipio Yateras, cuenta que “los apagones han sido de quince y veinte horas diarias. Llevamos casi dos meses sin agua. La gente sobrevive comiendo plátano hervido y pescando truchas en la presa. Fíjate si hay hambre que se comen hasta los mangos verdes. Y si te enfermas, el puesto médico más cercano queda a 20 kilómetros. Las personas están asfixiadas. Lo único que queda es protestar. Pero como somos un poblado aislado, las boinas negras te caen a palos, te desaparecen y nadie se entera”.
Sergio, residente en la provincia Artemisa, asegura que “en todos los municipios han sacado a la calle a los guardias, que están atentos y te detienen si gritas algo en contra del gobierno o suenas los calderos pidiendo comida. La frustración es tremenda. Me siento como si estuviera en un campo de concentración. Debido al déficit de combustible trasladarse de un lugar a otro cuesta miles de pesos. Lo que queda es alzarse en el monte”.
Un funcionario del Ministerio de la Industria Básica explicó que “en los primeros días de junio entrará en funcionamiento la termoeléctrica Felton 2 de Holguín y los apagones deben disminuir al menos en La Habana, el resto de las provincias no cuenta. El sistema electro energético de la isla es muy obsoleto. Y no está entrando combustible. Rusia te regala un barquito igual que México, pero no es suficiente. Del gobierno han bajado orientaciones de mandar a los empleados que no son imprescindibles a sus casas, parar las fábricas y hacer más recortes de combustible. Si ahora estamos mal, en el verano podemos estar peor”.
Los extensos apagones ya llegaron a La Habana, que por ser la capital del país, sede de embajadas, agencias prensa extranjera y municipios que se intercomunican, no había sido afectada, Un residente de la Habana Vieja considera que “la capital la mantenían encendida porque es la provincia más disidente de todas, donde menos ciudadanos van a votar en las seudo elecciones que monta el gobierno y los primeros que salen a la calle y arman jaleo. Sin contar que los altos dirigentes viven en la capital y temen de que si la cosa se calienta el pueblo llegue a sus residencias a protestar”.
Ya un grupo de madres de los municipios Marianao y La Lisa, al oeste de la ciudad, han ido a protestar a la mansión donde vive el presidente designado Miguel Diaz-Canel. Recientemente, en la barriada habanera de La Víbora, en medio de un apagón nocturno de seis horas varios vecinos gritaron consignas en contra del gobierno. Abel, jubilado, dice que ya “ni en las esquinas puede sentarte a coger fresco. Hay un montón de patrullas policiales, chivatos y reclutas del servicio militar movilizados haciendo rondas en los barrios. La situación es tensa”
Cuando el avión de American Airlines aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Miami, decenas de pasajeros cubanos comenzaron a aplaudir. Después que Yordanka y su hija pasaron el chequeo en la aduana, llamaron a Pinar del Río. «Ya escapamos del infierno», le dijo a su esposo. Y se sintió liberada, consciente de que Cuba está al borde del colapso.