miércoles, 29 de mayo de 2024

Cuba al borde del colapso.

Por Iván García.

Cuando el Boeing 747 de American Airlines comenzó a tomar impulso en la pista del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, Yordanka se persignó en su asiento, mientras apretaba fuertemente la mano de su hija de 12 años que miraba indiferente por la ventanilla del avión como dejaban atrás ese trozo geográfico que conocemos como patria.

Yordanka llegó a la terminal cinco horas antes de que saliera el vuelo 2696 rumbo a Miami, la ciudad icónica de los cubanos que deciden emigrar del disparate ideológico y económico instaurado hace seis décadas y media por Fidel Castro. “Tenía miedo perder el vuelo. Vivo en un caserío intricado de la provincia Pinar del Rio -a 200 kilómetros al oeste de la capital- y decidimos salir a las nueve de la noche”, dijo con cara de sueño.

Al igual que una decena de azorados pasajeros que viajaban gracias al programa de parole aprobado por la administración de Biden el 6 de enero de 2023, era la primera vez que Yordanka se montaban en un avión. “Nunca pensé abandonar mi país. Mi esposo heredó ua finca con un terreno donde sembramos tabaco y viandas. El viaje más largo que había hecho era a La Habana”.

Las causas por las que decidió emigrar son varias. “Ya no se puede vivir en Cuba. Son muchos problemas y el gobierno no tiene respuestas. Mi familia trabaja duro la tierra y no progresamos. Cada vez peor, como el cangrejo, para atrás. Los apagones más cortos son de ocho horas, los extensos de diecinueve horas. Mi hija se merece algo mejor”.

Leticia, una pasajera de 66 años, reconoce que “es muy duro emigrar e iniciar una nueva vida a mi edad. Pero Cuba es el peor país del mundo para vivir los viejos y los jubilados Las pensiones son una miseria. No hay medicamentos y la mayoría nos estamos muriendo de hambre.

Además, hay demasiada violencia en las calles. Mi hijo me convenció para que me fuera con el a Texas. Le va bien. Trabaja en un negocio del petróleo. Extrañare a mi gente, pero el gobierno cubanos ha transformado al país en un lugar inhabitable”.

El programa de parole es una dosis de esperanzas para miles de compatriotas. Hasta mayo de 2023, según reveló un funcionario estadounidense, habían aprobado a 384.000 mil cubanos. “Es probable que la cifra actualizada supere los 600.000 personas. Se alistan jóvenes, que son la mayoría, adultos y hasta ancianos de 90 años. Es un drama humano lo que esta viviendo Cuba”, expresó.

El parole y el ‘bombo’ o sorteo de visas de Estados Unidos son las tendencias de moda en la Isla, donde existen numerosos grupos de WhatsApp y en las redes sociales los cubanos le dan seguimiento a cada caso aprobado por las autoridades estadounidenses.

Pero no todos tienen la suerte de que un pariente o amigo financie su estancia. Yoel, empleado bancario en la provincia de Camagüey, a 500 kilómetros al este de La Habana, ha hecho todo lo posible por largarse y no lo ha conseguido. «Me he apuntado a cursos en universidades extranjeras, he ahorrado dinero para hacer compras en Rusia y revenderlas en la isla y no ha sido posible. La inflación devora a la velocidad de la luz todo el dinero que puedas tener guardado. Estoy desesperado. Solo queda rezar y que Dios se acuerde que existo”.

A esas situaciones se suman los apagones, que las últimas semanas se han incrementado desde Pinar del Rio a Guantánamo. Ruslan, vecino en el caserío La Felicidad, en el municipio Yateras, cuenta que “los apagones han sido de quince y veinte horas diarias. Llevamos casi dos meses sin agua. La gente sobrevive comiendo plátano hervido y pescando truchas en la presa. Fíjate si hay hambre que se comen hasta los mangos verdes. Y si te enfermas, el puesto médico más cercano queda a 20 kilómetros. Las personas están asfixiadas. Lo único que queda es protestar. Pero como somos un poblado aislado, las boinas negras te caen a palos, te desaparecen y nadie se entera”.

Sergio, residente en la provincia Artemisa, asegura que “en todos los municipios han sacado a la calle a los guardias, que están atentos y te detienen si gritas algo en contra del gobierno o suenas los calderos pidiendo comida. La frustración es tremenda. Me siento como si estuviera en un campo de concentración. Debido al déficit de combustible trasladarse de un lugar a otro cuesta miles de pesos. Lo que queda es alzarse en el monte”.

Un funcionario del Ministerio de la Industria Básica explicó que “en los primeros días de junio entrará en funcionamiento la termoeléctrica Felton 2 de Holguín y los apagones deben disminuir al menos en La Habana, el resto de las provincias no cuenta. El sistema electro energético de la isla es muy obsoleto. Y no está entrando combustible. Rusia te regala un barquito igual que México, pero no es suficiente. Del gobierno han bajado orientaciones de mandar a los empleados que no son imprescindibles a sus casas, parar las fábricas y hacer más recortes de combustible. Si ahora estamos mal, en el verano podemos estar peor”.

Los extensos apagones ya llegaron a La Habana, que por ser la capital del país, sede de embajadas, agencias prensa extranjera y municipios que se intercomunican, no había sido afectada, Un residente de la Habana Vieja considera que “la capital la mantenían encendida porque es la provincia más disidente de todas, donde menos ciudadanos van a votar en las seudo elecciones que monta el gobierno y los primeros que salen a la calle y arman jaleo. Sin contar que los altos dirigentes viven en la capital y temen de que si la cosa se calienta el pueblo llegue a sus residencias a protestar”.

Ya un grupo de madres de los municipios Marianao y La Lisa, al oeste de la ciudad, han ido a protestar a la mansión donde vive el presidente designado Miguel Diaz-Canel. Recientemente, en la barriada habanera de La Víbora, en medio de un apagón nocturno de seis horas varios vecinos gritaron consignas en contra del gobierno. Abel, jubilado, dice que ya “ni en las esquinas puede sentarte a coger fresco. Hay un montón de patrullas policiales, chivatos y reclutas del servicio militar movilizados haciendo rondas en los barrios. La situación es tensa”

Cuando el avión de American Airlines aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Miami, decenas de pasajeros cubanos comenzaron a aplaudir. Después que Yordanka y su hija pasaron el chequeo en la aduana, llamaron a Pinar del Río. «Ya escapamos del infierno», le dijo a su esposo. Y se sintió liberada, consciente de que Cuba está al borde del colapso.

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El rotundo fracaso de la ingeniería social del castrismo.

Por Luis Cino Álvarez.

La crisis que enfrenta la nación cubana, que es sin duda la peor de su historia, evidencia, entre otras cosas, el rotundo fracaso de la ingeniería social aplicada durante seis décadas por el régimen castrista.

Con la creación del llamado “hombre nuevo” preconizado por Che Guevara, se buscaba anular la individualidad de los cubanos, homogeneizarlos, para convertirlos en una masa manejable, obediente, que, incondicionalmente, pusiera los intereses del Estado por encima de los suyos propios. Pero los resultados no han sido los que esperaban los mandamases comunistas.  , 

Lo que obtuvieron fue una chusma amoral, confundida, disparatada y cínica, experta en fingir, que ya va por su tercera generación.

Si dicen que no les interesa la política y no son capaces de reclamar democracia, tampoco sirve para cumplir, al pie de la letra, los deseos de los mandamases.

No se podía obtener algo mejor a base de adoctrinamiento, consignas, prohibiciones e imposiciones.

Hoy mucho se habla de la pérdida de valores entre las nuevas generaciones de cubanos. En realidad, la crisis de valores empezó cuando en los primeros años de régimen revolucionario pretendieron sustituir lo que calificaban como “la moral burguesa” por una “moral proletaria”.  Y falló, no funcionó, porque la moral es una sola, cimentada en valores universales. Ahora, con tanto deterioro social, es imposible traer de vuelta esos valores.

Mucho daño hizo a las familias cubanas el empeño del Estado por separar a los niños y adolescentes de sus padres, en las edades que más necesitaban de ellos, para adoctrinarlos a su antojo en becas y escuelas en el campo, que se suponía fueran “la cantera del hombre nuevo”.

La educación gratuita que es presentada por el régimen y sus apologistas como uno de los principales “logros de la revolución”, ha registrado un notable deterioro en las últimas décadas. Para constatarlo, basta con escuchar a la mayoría de los jóvenes cubanos que, si no hablan en una jerga presidiaria y onomatopéyica, apenas pueden expresarse coherentemente, leerse un libro y menos redactar un párrafo sin errores ortográficos ni falta de concordancia.

Y ni les preguntes de historia. La que les enseñaron es una historieta distorsionada, manipulada y de un patrioterismo enfermizo que provoca rechazo, aun por los próceres de la patria -Martí incluido-, a los que asocian con “esto”. 

El arte y la cultura cubana, salvo excepciones, cada día es de menos calidad. El régimen lo achaca a una “guerra cultural” que, de existir, parece estar perdiendo irremisiblemente.

Así, nos hemos convertido en un pueblo desorientado, sin sentido de pertenencia ni referentes, con muy baja autoestima nacional. 

Para gran parte de los cubanos, principalmente los jóvenes, la única esperanza de futuro es irse del país. A donde sea, pero principalmente a Estados Unidos. Porque, paradójicamente, luego de seis décadas de prédica antiyanqui, hoy los cubanos son probablemente el pueblo más pronorteamericano de América Latina.

Pese al ateísmo de estado y el hostigamiento a los religiosos de las décadas de 1960 y 1970, cada vez, en busca de respuestas y esperanza, hay más creyentes en Jehová, Cristo, los santos católicos o los orishas. Pero a muchísimos de esos creyentes la fe les sirve de poco, en medio de la debacle en que viven, para hacerlos personas decentes. No es fácil serlo en un sálvese el que pueda donde priman el egoísmo, la avaricia, el marrullerismo, y la violencia.

En aquellos ambientes casi carcelarios de las escuelas al campo, becas y unidades militares, en los que se imponía la ley del más fuerte y más astuto, se formaron generaciones de gente frustrada pero que se acostumbró a vivir entre dificultades, siempre “inventando” y que enseñaron a sus hijos y nietos las tácticas de supervivencia que aprendieron para “resolver e ir escapando”.  

Si antes saciaban el hambre en los platanales y naranjales, o robando en la cocina, el almacén, o en la mochila del de la litera de al lado, ¿qué podemos esperar que hagan ahora que vale todo en este despelote nacional?

Trabajando por salarios de miseria, malcomiendo de la libreta de abastecimiento, con la casa cayéndose, se han aburrido de escuchar hablar de un futuro que nunca llegó. Nunca pudieron elegir a sus gobernantes; cuando más, eligieron al delegado de circunscripción del Poder Popular. Como había jefes infalibles que velaban por su pureza ideológica, tampoco pudieron elegir qué libros leían, qué películas veían, qué música escuchaban o qué moda les era permitida usar. Si prácticamente ni siquiera pudieron elegir lo que comían, que era “lo que había”, lo que venía a la bodega o la carnicería, lo que apareciera, aunque fuera bazofia apestosa.

Los que, obedientes o simulando, lograron llegar a la universidad solo para revolucionarios o conseguir buenos empleos, para los que exigían “confiabilidad e idoneidad”, no podían descollar demasiado por sus ideas innovadoras, y tenían que cuidar lo que decían, a quién y en qué momento, porque los podían catalogar como “autosuficientes, individualistas, conflictivos e hipercríticos”. ¡Y ay si les detectaban “problemas ideológicos”!

¿Cómo podía esperarse que de un medio así, con ese mediocre material humano, pudieran surgir cuadros y funcionarios con dos dedos de frente y capaces de generar iniciativas valiosas a la hora de relevar a los ancianos de la llamada “dirigencia histórica”?

No es de extrañar que los ministros y todo el equipo de gobierno de Díaz-Canel, el más mediocre e inepto que ha conocido la historia de Cuba, hayan llevado a la nación al actual atolladero.          

Los actuales dirigentes de la continuidad castrista han llegado a donde están hoy porque siendo asiduos practicantes de la doble moral, se formaron obedeciendo las órdenes sin chistar, siempre aplaudiendo, repitiendo gastadas consignas, chivateando, adulando a los jefes y dejando que los mandamases de encima pensaran y decidieran por ellos. ¿Qué podía esperarse que no fuese el actual desastre?

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martes, 21 de mayo de 2024

Carne de res en Cuba: las ilusiones perdidas.

Por Miriam Leiva.

Incredulidad despertó en muchos cubanos el titular “¿Se puede detener el decrecimiento de la masa ganadera en Cuba?” de la Mesa Redonda del pasado 16 de mayo. Las esperanzas de alimentar a los hijos y toda la familia con un vasito de leche, bistec, picadillo y sopa de ternilla, fomentada por Raúl Castro al comienzo de su mandato, sentó delante de la pantalla a cubanos que ya han perdido las ilusiones.

Después de escuchar más de dos horas a Alain Rodríguez León, presidente del Grupo Empresarial Ganadero, creado en 2015; y a Yoandry Beltrán Pérez, su vicepresidente, con la cantaleta de que este año el objetivo es “el cumplimiento del encargo estatal del plan de la leche y la carne”, resultó evidente que ni ellos ni su empresa tienen posibilidades de lograr la recuperación de la ganadería en Cuba bajo la égida del Ministerio de la Agricultura. 

Los directivos del Grupo cuentan solo con el 30% de la masa ganadera del país, unas 837.518 cabezas y 870.317 hectáreas de tierra en sus 37 empresas. El ganado está muy depauperado debido a la carencia de agua y alimentos y la destrucción de las instalaciones para su resguardo.

Los dirigentes mencionados ratificaron que durante los años de la pandemia de COVID-19 no se actualizó el registro pecuario y eso trajo como consecuencia que los datos no fueran totalmente fidedignos. 

Por otro lado, el decrecimiento del sector ha sido sostenido desde hace muchos años, debido al robo y la matanza ilegal del ganado. Aún están pendientes los resultados de las auditorías y el registro de ganado, los que deberían acercarse a la catástrofe real.

En la década de 1960 se escuchaba a los ganaderos decir que hacían fotos a su ganado para que sus nietos supieran cómo había sido, porque se estaba aniquilando. Poco queda de aquel ganado de alta calidad; ni siquiera se ha salvado la mayoría de los hijos de los ejemplares importados a altos precios por Fidel Castro.

En 1957, Cuba contaba casi 5 millones de cabezas de ganado, 0,84 reses por habitante, una cifra que duplicaba sobradamente el per cápita mundial de 0,32. El consumo promedio de carne anual era de 144 libras per cápita. Pero ya casi nadie lo recuerda.


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Un día triste para las madres cubanas.

Por Iván García.

En vísperas del Día de las Madres, en un intrincado caserío montañoso del municipio Buey Arriba, provincia Granma, a más de 950 kilómetros al suroeste de La Habana, Irdelisa, 69 años, madre de cinco hijos, estuvo doce horas sin electricidad y lleva dos meses sin recibir agua potable.

Irdelisa reside en un rancho de tablones de palma y techo de tejas acanaladas que refuerza con sacos de tierra para que la ventolera no la deje a la intemperie. En un primitivo corral tiene varias gallinas criollas y un cerdo de pelambre negra que siempre tiene hambre.

En 2021 falleció su esposo, que según un médico le dijo, fue por culpa de una neumonía mal curada. «Cuatro de mis cinco hijos se marcharon del pueblo. Una hija lleva dos años en Italia, el mayor está en México esperando el parole, un hijo vive en La Habana y el otro en Bayamo, conmigo está la menor”, dice Irdelisa.

Seis años atrás, sus cinco hijos se reunían para celebrar el Día de las Madres con sus padres. “Venía todo el familión, incluidos nietos, sobrinos y primos. El viejo tenía el rancho bien atendido. El guateque duraba una semana, comiendo y bebiendo. Ahora con la crisis del transporte, sin alimentos, sin dinero ni en los bancos y con miles de muchachos emigrando, la soledad es tremenda. La hija que vive conmigo también está desesperada por irse. No la critico. Si es difícil vivir en cualquier lugar de Cuba, imagínate en un caserío remoto en una ladera de la Sierra Maestra, con apagones, lavando la ropa en el río y caminando diez kilómetros hasta la posta médica”, cuenta Irdelisa quien durante treinta años fue maestra en una escuela rural.

En el otro extremo de la Isla, en el municipio San Juan Martínez, Pinar del Río, a 200 kilómetros al oeste de La Habana, María Luisa, trabajadora agrícola, se queja que desde hace casi dos años el gobierno no le ha facilitado los materiales de construcción necesarios para reparar su casa, destruida por el huracán Ian en septiembre de 2022. «Siempre te dan un pretexto, que si el bloqueo, que si la crisis económica o por falta de presupuesto. La gente que tenía dinero compró el cemento y los materiales que asignaron a los que perdimos nuestras casas, pero los más pobres no pudimos adquirirlos. Eso propició que algunos funcionarios del gobierno montaran tremendo negocio. Nada más hay que verlos, cebados como puercos y sin bajarse de sus carros”, denuncia María Luisa.

Recientemente, el propio régimen reconoció que apenas el 59% de los derrumbes parciales o totales ocasionados por el paso del huracán han sido resueltos en Pinar del Río. María Luisa afirma que “esa cifra es tremenda guayaba (mentira), porque la mayoría de los afectados, sobre todo los de menos recursos, aún no hemos podido reparar las casas. En la mía, por ejemplo, tengo una lona por techo. Cada vez que llueve se me moja todo. Mi esposo, mi hija y yo vivimos peor que los animales”.

Además de la precariedad de su vivienda, María Luisa no recibe agua potable hace más de veinte días y los apagones fluctúan entre ocho y doce horas. “La niña cumplió 15 años y ni fiesta pudimos hacerle. Para el Día de las Madres mi esposo quería regalarme un perfume, costaba 3 mil pesos y le dije que con ese dinero mejor comprara pan, arroz y frijoles, y si alcanzaba, tres postas de pollo. En el caserío nadie homenajeó a las madres. Ni siquiera música se escuchaba en las casas».

Yudelis, 49 años, madre de dos hijos, señala que su hija, radicada en Texas, le hizo llegar un paquete de alimentos y una caja de cerveza. «Hicimos una comida y luego estuvimos dos horas hablando por WhatsApp. Ella se fue en 2022 y el varón está en la rampa de salida. El Día de las Madres en Cuba se ha convertido en una fecha cada vez más triste, con las familias divididas y los precios que no paran de aumentar”.

La madre de un preso político condenado a ocho años por las protestas del 11 de julio de 2021 reconoce que “desde ese día sufro depresión. Me siento engañada por las autoridades que hace tiempo me prometieron que lo iban a liberar a cambio de no dar entrevistas a la prensa independiente. La Seguridad alega que el motivo de por qué no lo sueltan es que Estados Unidos tiene al gobierno en la lista de países terroristas. Es un cuento tras otro. Utilizan a nuestros hijos como rehenes de su estrategia política. ¿Tú crees que con un hijo preso se puede celebrar el Día de las Madres? Imposible”.

En estos momentos, en Cuba hay más de mil presos políticos. Casi ninguno era opositor al régimen ni activista por los derechos humanos el 11-J. Salieron a las calles a reclamar más comida, una mejor salud pública, libertad y democracia. Niurka, madre de un niño de ocho años, confiesa que «cada vez detesto más a este gobierno. Nos dijeron que estábamos construyendo una sociedad socialista, diferente, donde el Estado se ocuparía de darnos una vida digna. Y ahora, que no tienen dólares, porque los han malgastado o se los han robado, quieren que la población se las arregle por su cuenta”.

Niurka menciona sus infortunios “Soy profesional y mi salario de 4 mil pesos no me alcanza para alimentar a mi hijo ni a mis padres, que son jubilados y toda su vida apoyaron a estos miserables y hoy la están pasando terriblemente mal. Un kilogramo de leche en polvo cuesta 2,300 pesos y un cartón de huevos, 3.100 pesos. Cómo puedo celebrar el Día de las Madres si tengo el refrigerador vacío”.

La solución, según Niurka, es protestar. “No hay otro camino. Gritar, tirarse a la calle sonando los calderos, hacer directas en Facebook, no sé. Pero si seguimos callados, en silencio, el gobierno nos mata de hambre con su experimento socialista”.

En la barriada habanera de La Víbora, apenas se festejó el Día de las Madres. Casi todas las familias la pasaron viendo televisión y hablando de lo mismo: la crisis económica, la falta de dinero, los altos precios, la mediocridad de la casta gobernante y seguir con los planes para emigrar.

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viernes, 17 de mayo de 2024

Sobrevivir en La Habana del ‘socialismo o muerte’.

Por Ivan Garcia.

El portero de El Floridita, bar situado en la esquina de Obispo y Monserrate, Habana Vieja, intenta guarecerse del sol debajo de una marquesina desteñida. Bosteza, mira el reloj y luego se arregla la pajarita negra de su uniforme gastronómico.

Cuando por la calle Monserrate descubre a un grupo de turistas rusos, camina hacia ellos con el menú entre las manos y le dice en un inglés decente: “Pasen, por favor, este es el bar más famoso de La Habana, donde Ernest Hemingway tomaba mojitos”, y les muestra una estatua del escritor sentado en una banqueta del Floridita.

Los viajeros hacen una mueca cuando ven los precios de infarto. Ellos quieren beber cerveza barata. Tampoco les gusta el ambiente de un bar desierto, sin música y con el cantinero que bosteza mientras mira indiferente un partido de fútbol de la Champion League.

Cuando los turistas rusos por la calle Obispo se dirigen rumbo a la Avenida del Puerto, varios niños les piden chiclets, confituras y dinero. Las cartománticas con sus coloridos atuendos quieren leerles con urgencia el futuro, una escultura humana embadurnada de betún negro estira su sombrero de copa para que le depositen dólares, euros o pesos, mientras insistentes merolicos les proponen CD piratas de Pablo Milanés, Los Van-Van y Compay Segundo.

Cada vez que pasa un turista por las estrechas callejuelas de la zona antigua de la ciudad, espontáneamente se activa una tropa de vendedores ambulantes que ofrecen desde una caja de tabacos Cohíba, una réplica de la boina del siniestro Ernesto Guevara hasta participar en una orgia lésbica por 40 dólares.

A esas personas que de manera informal, un día sí y el otro también, salen a la calle a buscar dinero en el argot habanero se les denomina ‘luchadores’ y ‘metedores de cuerpo’. Camilo, un tipo que viste con ropa deportiva, tres veces a la semana trabaja como custodio en un bodegón privado, da clase de karate por 1,500 pesos mensuales mil y dos veces al día recoge las apuestas de la popular e ilegal lotería cubana conocida como la bolita.

En 2021, después de la pandemia, Camilo llegó en tren a la capital desde un poblado recóndito de Santiago de Cuba, provincia cubana a más de mil kilómetros al este de La Habana. “Nagüe, a mí no me asusta el fuego (la calle). La caliente viene pa’rriba de mí y yo voy pa’rriba de la caliente. Llegué solo hace tres años, pero ya traje a mi esposa y a mis dos hijos. Allá en Oriente la cosa está que arde. Apagones de ocho horas todos los días y la gente comiéndose a ‘Nicolás por una pata’ (pasando hambre). Aquí apenas hay apagones y si tienes voluntad, sales a la calle y te buscas cuatro pesos. Este gobierno es una calamidad, pero no me estoy quejando constantemente ni esperando con la boca abierta que estos canallas me den por la libreta un panecito de mierda y un muslo de pollo.

“A diferencia de otros, me voy pal’ fuego y sin robar ni joder a nadie me busco honradamente el dinero. Lo mismo pedalao doce horas diarias en un bicitaxi, que vendo pan con picadillo o ropa traída de afuera. Los lechones no se me mueren en la barriga. Cuando llegué a La Habana vivía en un bajareque improvisado cerca de la Autopista Nacional. Ya pude comprar mi cuartico en un solar y aunque no tengo FE (familia en el extranjer), si Dios quiere,dentro de dos años estoy montando en el ‘tubo’ (avión) ”, confiesa Camilo, quien solo duerme cuatro o cinco horas por los empleos que ha tenido y sigue teniendo.

«Soy electricista, pero hago de todo, un hombre orquesta. He trabajado en Antillana de Acero, he sido estibador del puerto, ayudante de la construcción y sepulturero. A La Habana Vieja vengo a vender tumbadoras y artesanías. Cuando la cosa está mala, porque hay pocos turistas y los que vienen no quieren gastar su plata, me busco otra pincha. Dentro de un rato unos socios me recogen para que toque los tambores en una fiesta de santo. Siempre llego a la casa con dinero, mis negritos no pueden morirse de hambre», tengo que llegar a casa con algún dinero. Mis negritos no pueden morirse de hambre”, dice y se sonríe.

En los barrios marginales y mayoritariamente negros y mestizos de Jesús María, Belén, Colón, Cayo Hueso y San Leopoldo, en edificaciones ruinosas, bajareques en peligro de derrumbe y cuarterías superpobladas, residen cientos de miles de personas que han emigrado de otras provincias. Suelen pensar y hablar más rápido que el resto de los cubanos. Se caracterizan por su capacidad de resistencia y la creatividad para burlar las leyes dictadas por las autoridades.

Cuando en la Isla una mayoría apoyaba, o simulaba respaldar a la dictadura verde olivo, en los barrios de la Cuba profunda florecía el mercado negro. Se vendía pan con bistec, cerveza de lata, marihuana y melca (cocaína). Circulaba el dólar, entonces prohibido, y los vecinos sabían quién ofertaba jeans Levi’s o calzado deportivo Nike comprado en un centro comercial de Miami o la zona franca de Colón en Panamá. Existían -y existen- casinos ilegales llamados burles y con el auge del turismo surgieron las jineteras, matadoras de jugadas y pingueros.

Les presento a Dinorah. Nombre ficticio, desde luego. La única vez que vio a su padre, recuerda, fue una tarde al salir de la secundaria donde cursaba octavo grado. La invitó a comer helado en Coppelia, en La Rampa. Treinta y nueve años después no ha sabido más de él.

“Mi abuela y mi mamá, ya fallecidas, fueron madres y padres al unísono. Tuvieron que criar a mis seis hermanos en un país que cuando no faltaba el pan faltaba la guayaba. La gente se queja que ahora estamos mal, pero es que nunca estuvimos bien. Mi madre tuvo que salir a jinetear para mantenernos. No sé si tuvo otras opciones. No la juzgo. Cuando crecí le seguí sus pasos. Y ahora mi hija de 23 años también jinetea. Es un karma que persigue a varias mujeres de mi familia. Algunas han podido largarse de esta locura. Otras, como hija, sueña con ligar un yuma y emigrar”, comenta y asegura:

«Que la prostitución en Cuba ha tenido tiempos buenos, regulares y malos. Depende del turismo o que los tipos con un baro largo quieran gastarlo en vacilar con mujeres. La pandemia fue horrible. Todo el dinero que teníamos guardado se gastó en comida. Los más jóvenes inventaron el sexo virtual por internet. No me gusta esa fantasía, pero algo de dinero se gana. Con la inflación, los hombres no quieren gastar dinero en juergas ni en queridas. La crisis es tan grande que faltan hasta los condones”. Para llegar a fin de mes, vende muestras de perfumes, arregla uñas y hace desriz en el pelo. “Así y todo, el dinero no alcanza”, afirma Dinorah.

Cae la noche en la zona colonial de La Habana. En los bares de la calle Obispo las prostitutas esperan que alguien les pague un trago. Una pareja de travestis en tacones merodean por las inmediaciones del Paseo del Prado a la caza de clientes. Al costado del hotel Sevilla, tres tipos beben alcohol casero de cuarta categoría. Se pasan en silencio la caneta plástica entre ellos. No tienen nada que hablar.

Camilo apura el paso mientras se come una pizza que compró antes de hacer la guardia nocturna en un bodegón privado. Opina que los héroes nacionales no son no José Martí ni Antonio Maceo. “Los timbalúos de verdad somos los cubanos que llevamos 65 años aguantando esta dictadura. Nos debieran hacer una monumento”.

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sábado, 11 de mayo de 2024

El Estado totalitario y la nación fallida: Cuba.

Por Alberto Méndez Castelló.

Miguel Díaz-Canel, Raúl Castro y Esteban Lazo.

“Frágil”, “impresionable”, “grandilocuente”, “teatral”, es genéticamente la nación cubana, y esas características personales del individuo que aunados todos en un territorio y bajo un mismo gobierno forman una nación, son, precisamente, las “debilidades” de las que se ha valido el régimen totalitario castrocomunista para hundir a los cubanos en la más absoluta sumisión.

El Estado totalitario domina a la persona rebelde o a un grupo de personas sublevadas mediante el empleo de soldados, policías, chivatos, fiscales, jueces, la cárcel o los pelotones de fusilamiento. Pero no es posible someter a una nación toda, ni aun a aquella compuesta por masas lastradas por taras genéticas o “haitianizadas”, sólo utilizando procedimientos de castigo.

Entrecomillé un grupo de palabras al inicio porque, científicamente, está demostrado que una persona lleva consigo rasgos biológicos de sus ancestros que no son modificables. Pero también está comprobado irrefutablemente que toda persona debidamente instruida, es capaz de identificar, atenuar y hasta erradicar rasgos de carácter sobrevenidos por genes que constituyen desventajas personales. O dicho de otro modo: No sólo soy hijo carnal de mi madre y de mi padre, sino que también soy hijo de la educación que ellos me dieron y del hombre que yo hice de mí.

Es así como la educación, y no sólo la instrucción de la escuela sino también y de forma principalísima la enseñanza de la familia, contribuyen y son determinantes en la conformación de las naciones, y es por esa razón que el Estado totalitario comunista, tan pronto como llega al poder e, incluso, durante la lucha por el poder político, primero que todo subvierte a las familias y se hace con el control de la educación, estatizando desde la enseñanza primaria hasta la universitaria, y de forma muy particular, la enseñanza de la historia. Y ese es nuestro caso. Veamos sólo estos pocos ejemplos.

Estatizar la historia.

Prolijo en sucesos históricos relevantes resulta mayo para Cuba; esto, en el supuesto caso de existir memoria histórica, entiéndase, presencia patria genuina y no palabrera en nosotros, los cubanos, descendientes de un ajiaco de razas, cocinado, y no precisamente a fuego lento, en las llamaradas lujuriosas de españoles aventureros, esclavos africanos supersticiosos y culíes chinos dados al opio.

Por sus resultados nefastos en la construcción de la nación y de la nacionalidad, destacan entre esos sucesos históricos la muerte del mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz -entre nosotros síntesis de la nación, el Estado y el derecho- ocurrida en el potrero Jimaguayú, el 11 de mayo de 1873, y, la de José Martí, como diría Jorge Mañach, “el apóstol”, también muerto en combate en el quinto mes del año, pero 22 años después de la caída de Agramonte, el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos.

Epílogo enaltecedor para esas dos muertes trágicas, las de Agramonte y Martí, como así mismo infaustas resultan las muertes en los campos de batalla, en las prisiones o en el destierro de cientos de cubanos que dieron sus vidas y su libertad por la libertad de su patria, parecía que iba a suceder, ¡por fin!, la conclusión del coloniaje cuando la República de Cuba, con su Constitución y su presidente democráticamente electo, se erguía independiente el 20 de mayo de 1902, pronto hará 122 años.

Los años perdidos

Pero estos han sido, salvo escasos momentos de decoro, 122 años perdidos, los años de una nación fallida; y por sólo citar un ejemplo de cuán pernicioso puede resultar para una nación un suceso político transgresor, obsérvese que la puerta de entrada para el régimen totalitario castrocomunista que ya se prolonga por más de 65 años, fue el golpe de Estado del 10 de marzo de 1953.

Hoy, con tanta hambre en las plebes, con tantas miserias económicas y miserias cívicas en el pueblo cubano todo, dentro y fuera de Cuba, porque hay muchos con poco o con mucho dinero que son menesterosos morales, políticos y ciudadanos, es útil preguntarnos:

¿Cómo es posible que un pueblo contraiga un maridaje exultante, sí, alegre, aplaudidor, con una dictadura totalitaria, comunista, militar, de clan familiar, peor que las dictaduras que antes tuvimos en Cuba, si fuera posible decir que una dictadura es peor que otra…?

¿Cómo es posible que un pueblo sea tan fallido, tan bochornosamente consentidor, un pueblo cuyos ancestros se enfrentaron 30 años al colonialismo español para lograr la independencia, y luego, entre 1902 y 1965, durante décadas de gobiernos republicanos o dictaduras, fue un pueblo plantado en luchas cívicas o abiertamente armadas para recuperar la constitucionalidad quebrantada…?

Esas dos interrogantes sólo tienen una respuesta dolorosamente cierta: Cuba falló. Sí, fracasó. El Estado totalitario castrocomunista es resultado de la nación fallida: Cuba.

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jueves, 2 de mayo de 2024

El 88% de los cubanos vive en la pobreza.

Por Iván García.

Cada vez que el dólar sube un peso, Julián, 79 años, tabaquero jubilado, es aún más pobre. Y en los últimos cuatro meses el billete verde estadounidense pasó de cotizarse en 255 pesos a 360 el 20 de abril, destrozando el escaso poder adquisitivo de la moneda local.

Sentado en un parque en la barriada de La Víbora, a veinte minutos en auto del centro de La Habana, Julián cuenta un puñado de pesos que le pagó el dueño de un bodegón privado por limpiar el salón de ventas.

La primavera está en su esplendor. Los framboyanes desprenden flores anaranjadas y amarillas que forman una alfombra en la acera. Las mariposas revolotean entre los árboles y se escucha el canto de los pájaros. Pero Julián no tiene tiempo para contemplar el placentero paisaje.

Se guarda el dinero en el bolsillo trasero de su zurcido pantalón y se dirige al hostal Voya Boutique Hotel, ubicado en la calle Juan Delgado número 255 entre Santa Catalina y Milagros, Santos Suárez, a ver si necesitan botar la basura u otra faena.

El dueño del hostal, promocionado por Expedia, empresa de viajes y tecnología de Estados Unidos, es el hijo del primer ministro Manuel Marrero, que al igual que otros parientes de la burguesía castrista predican justicia social e igualdad, pero viven como auténticos potentados.

En el hotel, una antigua casona de principios del siglo XX renovada al detalle y pintada de color salmón con ribetes blancos, una cerveza cuesta el equivalente a tres dólares y un almuerzo con mariscos y vino a la carta ronda los 130 dólares.

Esa mañana Julián no tuvo suerte. Ya habían botado la basura. Tampoco pudo conseguir latas vacías de refresco o cerveza ni botellas plásticas de agua mineral que puede vender como materia prima. Próximo a cumplir los 80, el ex tabaquero es un todoterreno. Limpia donde haga falta, recoge desechos y hace arreglos de plomería, entre otras labores que le permiten ganar unos pesos extras.

“Me jubilé hace doce años, cuando ‘éramos ricos’ y no lo sabíamos. Podías comprar pan y comer arroz, frijoles y huevos era normal. Hubo un tiempo que me tomaba dos o tres cervecitas los fines de semana y comía en una paladar con mi difunta esposa. Ahora lo que estamos pasando es tremendo. Es difícil describir tanta miseria. Los cubanos están pasando muchísimo trabajo para comer y mantener a su familia. Los viejos son los que peor estamos. No hay medicinas ni guaguas, falta el agua y volvieron los apagones. Nunca pensé que tomar café o comer pan con aceite y ajo fuera un lujo. En cualquier momento nos cobran por respirar. Sin informárselo al pueblo, se ha pasado del socialismo al capitalismo salvaje de Raúl Castro y su mayoral Díaz-Canel”, dice Julián.

En su opinión, en estos últimos cinco años Cuba ha empeorado terriblemente. «Ha aumentado la violencia en las calles y también los abusos a las personas desamparadas y de la tercera edad. Es alarmante la falta de educación, la vulgaridad y el despotismo. La gente adinerada te mira por encima del hombro, a veces con asco. Ha surgido una nueva clase, amamantada por el gobierno, tipos mediocres, incultos, cínicos, egoístas y sin valores humanos. Ya casi nadie sonríe ni te da los buenos días. Los jóvenes y todos los que pueden están emigrando. Y a los viejos y pobres que nos quedamos en la isla, que nos parta un rayo”, concluye el jubilado.

En la sociedad cubana cohabita una miseria de corte africana con el glamour al estilo de Miami. Llamémosle Miguel, teniente coronel retirado, que tras licenciarse del ejército tuvo varias opciones de empleo en el sector civil.

“Me propusieron trabajar como jefe de almacén en un hotel en Cayo Coco, chofer en una firma extranjera o directivo en la refinería Ñico López. La pensión de un oficial de las FAR o el MININT es considerablemente superior a un jubilado civil. Tengo una chequera de 15 mil pesos mensuales y no me alcanza. En la vida militar también existen clases. Un oficial, de teniente coronel para arriba, suele tener auto propio y un apartamento amueblado y con internet. Si es de la Seguridad del Estado tiene más privilegios. El resto de los oficiales de menor graduación, salvo excepciones, pasan bastante trabajo. Aunque en las unidades se consigue comida y puedes pasar las vacaciones en una villa militar.

«Si tienes buenas relaciones te puedes enchufar en una MIPYME, que es lo que está de moda. Ya ser dueño de un negocio es otra cosa. Debes tener un baro largo o ser pariente de un peso pesado. En Cuba tienen mucho dinero aquéllos que GAESA autoriza. El resto son subordinados y testaferros. Si te haces el cabrón, como Alejandro Gil, e intentas ganar dinero por la izquierda o robarles, te pasan la cuenta. Cuba funciona como un clan. Si no sigues las reglas de juego, explotas. Ni siquiera Díaz-Canel y Marrero tienen barra libre. El dinero de verdad lo controlan cinco o seis familias. Y ya sabes a quienes me refiero”, afirma Miguel.

Mientras el 60 por ciento de las viviendas en la Isla están en mal o regular estado técnico, abundan los salideros de agua y en zonas del municipio Arroyo Naranjo hace más de un mes que no recogen la basura, ha surgido una clase, exclusiva y adinerada, que vive al margen de la ley y no rinde cuentas de sus finanzas.

Muchos ciudadanos se preguntan de dónde salió el dinero para que el hijo de Manuel Marrero o la nieta de Raúl Castro puedan establecer exitosos negocios particulares. “Los negocios de quienes tienen apellido Castro o son familiares de un mayimbe son diferentes. No piden permiso para importar lo que necesiten. Nadie les fiscaliza sus ganancias y gozan de prerrogativas que no tiene el resto de los emprendedores privados. Cuando Eusebio Leal vivía y era el dueño de Habaguanex, en una ocasión fui a inspeccionar un almacén en La Habana Vieja y no había controles de la entrada y salida de mercancías. Un hombre de confianza de Leal lo apuntaba en un cuaderno y punto. Podía regalarte un televisor y no pasaba nada. A GAESA y los negocios de los hombres fuertes de Cuba nadie los inspecciona. No hay ninguna transparencia”, asegura un ex inspector de controlaría.

Mientras miles de cubanos suelen estar tres horas esperando un ómnibus del transporte público y los propietarios de vehículos residentes fuera de La Habana solo pueden comprar, cuando hay, 20 litros de gasolina al mes y sufren apagones de hasta 15 horas diarias, por las calles de la capital circulan automóviles Chevrolet o Tesla y camionetas Ford importados de Estados Unidos.

Mientras ancianos como Julián desandan la ciudad para buscarse un puñado de pesos, esposas, hijos y nietos de la nomenclatura pagan 100 dólares para ir a gimnasios climatizados y bien equipados y comen en restaurantes privados como La Guarida, donde una cena supera los 200 dólares. Viven en mansiones confiscadas a la otrora burguesía nacional y pueden pagar 500 o mil dólares por una botella de whisky o champán. Hablan en nombre del socialismo y de la explotación del hombre por hombre, pero tienen empleados domésticos, chefs de cocina, peluqueros de perros y funcionarios expertos en protección personal.

Ese grupo minoritario posee el 70 por ciento de los dólares que entra al país. No les basta. Y están intentando diseñar nuevos esquemas para controlar las divisas, captar más remesas y seguir lucrando con el hambre y las necesidades de los cubanos.

Hace tiempo que Cuba es una piñata. GAESA, a pesar de la feroz crisis económica, ha invertido más de 20 mil millones de dólares en los últimos quince años en el sector turístico, a pesar que la ocupación habitacional no supera el 25 por ciento. Cada año el Estado les otorga más del 30 por ciento del presupuesto nacional a la construcción de hoteles, 16 veces más que a educación, salud pública y agricultura. La élite verde olivo hace lo que le da la gana. Se consideran los dueños de la nación.

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miércoles, 1 de mayo de 2024

Sin pan, pero con circo.

Por José Angel Pérez.

Un circo en la Ciudad Deportiva, en La Habana.

El pan se ha perdido, incluso ese ejemplar pequeñito y tosco que es parte de la “canasta básica” y de la historia más reciente de la nación cubana. Lo mismo sucede con la leche, esa que tan esencial resulta para el desarrollo de los infantes. La leche que provee el calcio, la leche que es básica para el crecimiento y la fortaleza de los huesos de los infantes está perdida. La leche se ha vuelto una de nuestras más grandes utopías.

La leche, esa que aporta un gran número de vitaminas y minerales está desaparecida en todo el archipiélago cubano, y quizá por eso se ha convertido en unas de las más grandes pesadillas de los padres y también una de las mayores añoranzas de padres y niños cubanos de la historia más reciente.

La leche podría ser algo así como el centro de todas nuestras añoranzas, la más grande “utopía” de Tomás Moro si es que reconociera la existencia del país, y más si tuviera hijos en Cuba; y en orden consecutivo podrían aparecer otras muchas añoranzas, entre ellas el pan, los huevos para la leve tortillita que iría a parar a ese espacio entre las dos minúsculas tapitas del pan.

La leche en Cuba es una utopía, tan utopía como la de Tomás Moro, pero también es utopía el plato de moros y cristianos que de seguro no conoció Tomás. Y es que nuestra vida se ha llenado de imaginaciones. Utopía es la ilusión de ser feliz con una mesa bien servida, una mesa rebosante de exquisiteces y ambrosías que no van mucho más allá del huevito frito.

Nuestra utopía es mucho más leve que la de Tomás, es más discreta. Nuestra utopía, nuestros sueños, son irrisorios, casi grotescos. Nuestra utopía es el pan untado con mantequilla, es el pan untado con aceite o el pan untado con pan. Nuestras utopías son delirios, son desequilibrios, inadaptaciones a la realidad, como suele suceder en casi todas las utopías, lo mismo en la de Tomás Moro que en la de los comunistas cubanos.

La utopía no es un circo, la utopía no es esa una carpa de circo que podría ser semejante a un pirulí. La utopía no es un caramelo, la utopía no es esa lona levantada sobre columnas de aluminio que un viento leve podría deshacer y hacer volar por los cielos. La utopía es alucinación, y los niños precisan algo más que alucinaciones. Los niños necesitan concreciones que el Gobierno sustituye con un poco de pan y mucho de circo.

El circo ese que han armado en los terrenos de la Ciudad Deportiva, en El Cerro, es la felicidad de muchos niños, y hasta de los mayores, sobre todo cuando dejaron resueltas las más urgentes necesidades de la casa, pero para otros es recordar, es sufrir, es constatar los malabares que hacemos los cubanos en la casa. Esos malabares que visibilizamos en todas las horas que el día tiene. Un circo y una venta de rositas y confituras alrededor de la carpa no es, de ningún modo, la felicidad.

Nuestra utopía, incluida la de los niños, no es una carpa de circo y una venduta de rositas de maíz y caramelos. Nuestra mayor utopía de hoy es el plato de arroz con una breve cubierta de frijoles. La felicidad no puede conseguirse jamás bajo una carpa de circo, bajo ese mundo de “voluntades y representaciones”.

Nuestras utopías no son, ni de lejos, la venta de chocolates y rositas de maíz bajo la carpa de ese circo. El circo no es la felicidad, el circo ya lo tenemos en la casa y está repleto de malabares y malabaristas, que así decía mi madre. El circo no es la felicidad real. El circo no sustituye a la felicidad real ni a la vida.

Cuba es una gran carpa de circo en la que los domadores resultan ser muy crueles, mientras el resto de los cirqueros da pena. El circo, la carpa, no es la felicidad, y eso lo reconocemos muy bien los cubanos que vivimos bajo una gran carpa de circo. Los artistas de ese circo de averiada carpa bajo la que vivimos desde hace más de 60 años, no comulgamos con esos malabares, porque malabaristas somos en cada uno de los días, porque nuestras vidas son, por voluntad de otros, la vida de un triste circo. 

El circo no será, bajo ninguna circunstancia, un sustituto de la felicidad real. Los cubanos hemos vivido desde hace más de 60 años bajo una carpa repleta de animales dóciles que sucumben a las ansias de depredadores vestidos de verde olivo, que traban de una dentellada a los animales más dóciles. Una carpa de circo en la Ciudad Deportiva de la capital no hará otra cosa que ponernos frente a nuestras limitaciones, frente a nuestras realidades. El circo es una metáfora de nuestras vidas.

Una carpa hace que nos miremos como los suplentes de esos animales que traspasan, para sobrevivir, el arco de fuego, y también el león dócil que se pliega al látigo, a la fuerza del látigo que golpea y hace reclamos de obediencia. El circo es un espacio de dictados funestos, de reclamos de obediencia. El circo es algo de pan para callar a las multitudes.

El circo, al menos en Cuba, al menos en esos terrenos de la Ciudad Deportiva, es una muestra del mundo como “voluntad y representación”. El circo propicia la visibilidad de los animales dóciles, de esos que resultaron ser domados tras una vida en libertad y rebeldía. El circo es una metáfora de Cuba, y a los domadores póngales usted el nombre, y, si le parece bien, sus facciones, la cara toda.

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