Por Miriam Leiva.
Incredulidad despertó en muchos cubanos el titular “¿Se puede detener el decrecimiento de la masa ganadera en Cuba?” de la Mesa Redonda del pasado 16 de mayo. Las esperanzas de alimentar a los hijos y toda la familia con un vasito de leche, bistec, picadillo y sopa de ternilla, fomentada por Raúl Castro al comienzo de su mandato, sentó delante de la pantalla a cubanos que ya han perdido las ilusiones.
Después de escuchar más de dos horas a Alain Rodríguez León, presidente del Grupo Empresarial Ganadero, creado en 2015; y a Yoandry Beltrán Pérez, su vicepresidente, con la cantaleta de que este año el objetivo es “el cumplimiento del encargo estatal del plan de la leche y la carne”, resultó evidente que ni ellos ni su empresa tienen posibilidades de lograr la recuperación de la ganadería en Cuba bajo la égida del Ministerio de la Agricultura.
Los directivos del Grupo cuentan solo con el 30% de la masa ganadera del país, unas 837.518 cabezas y 870.317 hectáreas de tierra en sus 37 empresas. El ganado está muy depauperado debido a la carencia de agua y alimentos y la destrucción de las instalaciones para su resguardo.
Los dirigentes mencionados ratificaron que durante los años de la pandemia de COVID-19 no se actualizó el registro pecuario y eso trajo como consecuencia que los datos no fueran totalmente fidedignos.
Por otro lado, el decrecimiento del sector ha sido sostenido desde hace muchos años, debido al robo y la matanza ilegal del ganado. Aún están pendientes los resultados de las auditorías y el registro de ganado, los que deberían acercarse a la catástrofe real.
En la década de 1960 se escuchaba a los ganaderos decir que hacían fotos a su ganado para que sus nietos supieran cómo había sido, porque se estaba aniquilando. Poco queda de aquel ganado de alta calidad; ni siquiera se ha salvado la mayoría de los hijos de los ejemplares importados a altos precios por Fidel Castro.
En 1957, Cuba contaba casi 5 millones de cabezas de ganado, 0,84 reses por habitante, una cifra que duplicaba sobradamente el per cápita mundial de 0,32. El consumo promedio de carne anual era de 144 libras per cápita. Pero ya casi nadie lo recuerda.
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