Por Iván García.
En vísperas del Día de las Madres, en un intrincado caserío montañoso del municipio Buey Arriba, provincia Granma, a más de 950 kilómetros al suroeste de La Habana, Irdelisa, 69 años, madre de cinco hijos, estuvo doce horas sin electricidad y lleva dos meses sin recibir agua potable.
Irdelisa reside en un rancho de tablones de palma y techo de tejas acanaladas que refuerza con sacos de tierra para que la ventolera no la deje a la intemperie. En un primitivo corral tiene varias gallinas criollas y un cerdo de pelambre negra que siempre tiene hambre.
En 2021 falleció su esposo, que según un médico le dijo, fue por culpa de una neumonía mal curada. «Cuatro de mis cinco hijos se marcharon del pueblo. Una hija lleva dos años en Italia, el mayor está en México esperando el parole, un hijo vive en La Habana y el otro en Bayamo, conmigo está la menor”, dice Irdelisa.
Seis años atrás, sus cinco hijos se reunían para celebrar el Día de las Madres con sus padres. “Venía todo el familión, incluidos nietos, sobrinos y primos. El viejo tenía el rancho bien atendido. El guateque duraba una semana, comiendo y bebiendo. Ahora con la crisis del transporte, sin alimentos, sin dinero ni en los bancos y con miles de muchachos emigrando, la soledad es tremenda. La hija que vive conmigo también está desesperada por irse. No la critico. Si es difícil vivir en cualquier lugar de Cuba, imagínate en un caserío remoto en una ladera de la Sierra Maestra, con apagones, lavando la ropa en el río y caminando diez kilómetros hasta la posta médica”, cuenta Irdelisa quien durante treinta años fue maestra en una escuela rural.
En el otro extremo de la Isla, en el municipio San Juan Martínez, Pinar del Río, a 200 kilómetros al oeste de La Habana, María Luisa, trabajadora agrícola, se queja que desde hace casi dos años el gobierno no le ha facilitado los materiales de construcción necesarios para reparar su casa, destruida por el huracán Ian en septiembre de 2022. «Siempre te dan un pretexto, que si el bloqueo, que si la crisis económica o por falta de presupuesto. La gente que tenía dinero compró el cemento y los materiales que asignaron a los que perdimos nuestras casas, pero los más pobres no pudimos adquirirlos. Eso propició que algunos funcionarios del gobierno montaran tremendo negocio. Nada más hay que verlos, cebados como puercos y sin bajarse de sus carros”, denuncia María Luisa.
Recientemente, el propio régimen reconoció que apenas el 59% de los derrumbes parciales o totales ocasionados por el paso del huracán han sido resueltos en Pinar del Río. María Luisa afirma que “esa cifra es tremenda guayaba (mentira), porque la mayoría de los afectados, sobre todo los de menos recursos, aún no hemos podido reparar las casas. En la mía, por ejemplo, tengo una lona por techo. Cada vez que llueve se me moja todo. Mi esposo, mi hija y yo vivimos peor que los animales”.
Además de la precariedad de su vivienda, María Luisa no recibe agua potable hace más de veinte días y los apagones fluctúan entre ocho y doce horas. “La niña cumplió 15 años y ni fiesta pudimos hacerle. Para el Día de las Madres mi esposo quería regalarme un perfume, costaba 3 mil pesos y le dije que con ese dinero mejor comprara pan, arroz y frijoles, y si alcanzaba, tres postas de pollo. En el caserío nadie homenajeó a las madres. Ni siquiera música se escuchaba en las casas».
Yudelis, 49 años, madre de dos hijos, señala que su hija, radicada en Texas, le hizo llegar un paquete de alimentos y una caja de cerveza. «Hicimos una comida y luego estuvimos dos horas hablando por WhatsApp. Ella se fue en 2022 y el varón está en la rampa de salida. El Día de las Madres en Cuba se ha convertido en una fecha cada vez más triste, con las familias divididas y los precios que no paran de aumentar”.
La madre de un preso político condenado a ocho años por las protestas del 11 de julio de 2021 reconoce que “desde ese día sufro depresión. Me siento engañada por las autoridades que hace tiempo me prometieron que lo iban a liberar a cambio de no dar entrevistas a la prensa independiente. La Seguridad alega que el motivo de por qué no lo sueltan es que Estados Unidos tiene al gobierno en la lista de países terroristas. Es un cuento tras otro. Utilizan a nuestros hijos como rehenes de su estrategia política. ¿Tú crees que con un hijo preso se puede celebrar el Día de las Madres? Imposible”.
En estos momentos, en Cuba hay más de mil presos políticos. Casi ninguno era opositor al régimen ni activista por los derechos humanos el 11-J. Salieron a las calles a reclamar más comida, una mejor salud pública, libertad y democracia. Niurka, madre de un niño de ocho años, confiesa que «cada vez detesto más a este gobierno. Nos dijeron que estábamos construyendo una sociedad socialista, diferente, donde el Estado se ocuparía de darnos una vida digna. Y ahora, que no tienen dólares, porque los han malgastado o se los han robado, quieren que la población se las arregle por su cuenta”.
Niurka menciona sus infortunios “Soy profesional y mi salario de 4 mil pesos no me alcanza para alimentar a mi hijo ni a mis padres, que son jubilados y toda su vida apoyaron a estos miserables y hoy la están pasando terriblemente mal. Un kilogramo de leche en polvo cuesta 2,300 pesos y un cartón de huevos, 3.100 pesos. Cómo puedo celebrar el Día de las Madres si tengo el refrigerador vacío”.
La solución, según Niurka, es protestar. “No hay otro camino. Gritar, tirarse a la calle sonando los calderos, hacer directas en Facebook, no sé. Pero si seguimos callados, en silencio, el gobierno nos mata de hambre con su experimento socialista”.
En la barriada habanera de La Víbora, apenas se festejó el Día de las Madres. Casi todas las familias la pasaron viendo televisión y hablando de lo mismo: la crisis económica, la falta de dinero, los altos precios, la mediocridad de la casta gobernante y seguir con los planes para emigrar.
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