Por Iris Lourdes Gómez García.
Desde que Mauricio nació no ha tenido suerte con la vivienda. Durante cuarenta años ha tratado de mejorar, pero no ha podido. Sabe que con su salario nunca podrá hacerse de una vivienda decorosa. Ni siquiera ha podido acogerse a los planes de construcción por esfuerzo propio porque en su modesta casa no hay espacio para ello. Es un sencillo apartamento de dos cuartos donde viven actualmente 10 personas.
En los años 90, cuando en esta vivienda convivían 14 personas, una tía abuela de Mauricio se ofreció para, a cambio de cierta cifra monetaria mensual, ponerlo en el testamento para que heredara su pequeña, pero cómoda casa. Viendo que la anciana tenía 77 años él pensó que no era mal negocio, con lo cual comenzó a pagarle el monto acordado.
Diez años pasaron, al cabo de los cuales Mauricio tuvo un grave problema de salud que afectó su trabajo y su bolsillo, no pudiendo honrar más su compromiso con la tía abuela, pero ella le aseguró que eso no era problema. La anciana, en ese momento de 87 años, decía sentirse fuerte y saludable. Cuando Mauricio le propuso mudarse con ella, ella lo rechazó pues decía no soportar vivir con alguien.
Cuando empezaron los problemas de salud como cataratas y caídas, Mauricio se brindó a ocuparse, pero siempre una amistad de la tía abuela se adelantaba a asistirla. La esposa de él comenzó a sospechar que a lo mejor la venerable anciana tenía redactados tantos testamentos como personas conocía. Era interesante que su casa siempre estuviera llena de amistades de otras provincias que venían a quedarse para hacer una gestión o entrañables amigos que se pasaban temporadas con la veterana.
Desde que Mauricio nació no ha tenido suerte con la vivienda. Durante cuarenta años ha tratado de mejorar, pero no ha podido. Sabe que con su salario nunca podrá hacerse de una vivienda decorosa. Ni siquiera ha podido acogerse a los planes de construcción por esfuerzo propio porque en su modesta casa no hay espacio para ello. Es un sencillo apartamento de dos cuartos donde viven actualmente 10 personas.
En los años 90, cuando en esta vivienda convivían 14 personas, una tía abuela de Mauricio se ofreció para, a cambio de cierta cifra monetaria mensual, ponerlo en el testamento para que heredara su pequeña, pero cómoda casa. Viendo que la anciana tenía 77 años él pensó que no era mal negocio, con lo cual comenzó a pagarle el monto acordado.
Diez años pasaron, al cabo de los cuales Mauricio tuvo un grave problema de salud que afectó su trabajo y su bolsillo, no pudiendo honrar más su compromiso con la tía abuela, pero ella le aseguró que eso no era problema. La anciana, en ese momento de 87 años, decía sentirse fuerte y saludable. Cuando Mauricio le propuso mudarse con ella, ella lo rechazó pues decía no soportar vivir con alguien.
Cuando empezaron los problemas de salud como cataratas y caídas, Mauricio se brindó a ocuparse, pero siempre una amistad de la tía abuela se adelantaba a asistirla. La esposa de él comenzó a sospechar que a lo mejor la venerable anciana tenía redactados tantos testamentos como personas conocía. Era interesante que su casa siempre estuviera llena de amistades de otras provincias que venían a quedarse para hacer una gestión o entrañables amigos que se pasaban temporadas con la veterana.