jueves, 12 de septiembre de 2019

Cuba y Hong Kong.

Por Zoé Valdés.

Los hongkoneses llevan semanas en las calles. Ha habido de todo: detenciones, encarcelamientos, palizas brutales, heridos, y al parecer hasta muertes ocultadas por las autoridades gubernamentales, pero los hongkoneses siguen copando los espacios de la ciudad en tono de protesta frente al recorte de libertades impuesto por la China comunista. No hay señales de que se detendrán en breve. Es un movimiento que gana cada día en afrenta y verdad. Hace poco salieron con banderas norteamericanas reclamando la intervención norteamericana y pidiendo al presidente Donald Trump que los apoyara con toda la fuerza del gigante estadounidense. Están decididos a ser libres.

Por otro lado, los cubanos continúan aguantando esquinas con sus cuerpos extenuados, o sentados en los contenes maniobrando en sus móviles, exigiendo recargas al exilio que los mantiene. Salvo rarísimas excepciones, no es más que un pueblo desgastado. Y una disidencia perpetrada por el propio régimen. No anhelan ser libres. La esclavitud les va como un guante de piedra.

A esa otra disidencia de nuevo modelo no se le ocurre otra cosa que citar al pueblo a copar las calles el Día de la Patrona de Cuba, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, cada cual con un girasol en la mano. Un girasol, señores… Se creen que son Birmania, al parecer… Son muy bichos, por otro lado, porque se acerca la época de repartición de grants americanos (ayudas económicas de la NED), y algo hay que inventar para que caiga abundancia en la alcancía. Entonces, pues protestas con girasoles… De modo que, cualquiera que salió con un girasol en la mano el día 8 de septiembre, pues fue computarizado, lo mismo por el régimen que por la disidencia de último diseño, como contestatario de uno u otro o cualquier bando, que ya nadie sabe ni les interesa saber.

Cuba es así, un chiquero donde al lodo lo han convertido en flan sin azúcar, y a tragar con lo que se pueda, hoy gladiolos, mañana girasoles...

Por fin llegó el gran día… En Palmarito de Cauto, el rebautizado León de Palmarito (así se hizo llamar él mismo), José Daniel Ferrer, de Unpacu (un paco de aprovechados), salió a la calle con cuatro gatos que lo seguían marchando con girasoles medio marchitos. El espectáculo, preparado donde los haya, dio vergüenza ajena (vídeo en Facebook): el León de Palmarito avanza autofilmándose, mientras comenta en una especie de aramemeo, con un móvil, y al punto llega la programada policía, se supone que para detenerlos. Cuentan que hubo cuarenta y tantos apresados, ahí no había más de cinco indefensos.

En Miami, idéntico show, pero con mayor cantidad de gente y girasoles alimentados con Malta Hatuey (los girasoles, aclaro, no la gente). La líder del momento, Rosa María Payá, disfrazada de sí misma pero decidiendo por Cuba, arengaba moviendo los brazos cual aspas de un ventilador Sanyo. A la que habla como un ventilador Órbita la tenía detrás, de guardaespaldas jala leva, aprobaba cada una de sus estrambóticas y gastadas frases, disfrazada con botas militares, vestido vaporoso, el pelo oxigenado a lo Lady Gagá, y un poco más… Daba pena.

Sesenta años llevamos en esto, salvo excepciones, como dije antes.

El MCL (Movimiento Cristiano Liberación) cumplía ese mismo día 31 años. Todo este escandalito de los bichidisidentes, dentro y fuera, no hizo más que apagar la intención de lucha y el auténtico aniversario de los que sin tanta alharaca han ido demostrando que un pueblo desde la verdad todo lo puede, pero con la mentira no irá ni de aquí a la esquina.

Me he atrevido a comparar a Cuba con Hong Kong, pido disculpas al pueblo hongkonés. Y ruego que no les caiga encima la maldición cubana, ese karma carnavalero, que no lleva más que al abismo y guarachando. "Cuba es como el Titanic, pero con los pasajeros aplaudiendo", dijo Jorge Cancio en Twitter. Cuánta razón lleva.
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