lunes, 29 de noviembre de 2021

Régimen culpa al embargo de impedir el desarrollo económico de Cuba.

Tomado de Cubanet.

Ernesto Soberón Guzmán, director de la Daccre.

El régimen castrista acusó al Gobierno de Estados Unidos de obstaculizar los lazos de Cuba con los residentes en el exterior.

Las medidas adoptadas durante el gobierno del exmandatario Donald Trump, “continuadas y ampliadas por Joe Biden, han constituido una oportunidad para los defensores de una política agresiva estadounidense contra Cuba”, consideró el director general de la Dirección General de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior (Daccre), Ernesto Soberón Guzmán.

En entrevista publicada por el medio oficialista Juventud Rebelde, Soberón manifestó que “la persistencia de la política estadounidense de bloqueo atenta contra todos los cubanos sin importar el lugar donde residan” y culpó al embargo de impedir el pleno desarrollo socioeconómico del país.

Soberón Guzmán mencionó también las negativas de bancos a los connacionales en terceros países para realizar transacciones financieras o recolectar fondos para apoyar a Cuba.

Sobre el cierre de los servicios consulares en Cuba, acusó al Gobierno de EE.UU. de “obligar a los nacionales a viajar a terceros países sin garantía alguna de otorgamiento de visado”, así como de “afectar el derecho de los cubanos a viajar, e incluso, a emigrar, obstaculizando el flujo migratorio regular” debido a “la eliminación de vuelos a las provincias, excepto a La Habana”.

Con respecto a las restricciones de las remesas, el funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (MINREX) consideró que “constituyen un tema familiar y humanitario, no un asunto político” y que “las familias cubanas tienen el derecho a recibir remesas sin que exista politización o manipulación de este tema”.

En julio pasado el presidente Joe Biden informó de la formación de un Grupo de Trabajo de Remesas para identificar la forma más efectiva de hacer que los envíos de dinero lleguen directamente al pueblo cubano sin mediaciones del régimen ni de sus dependencias empresariales.

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De Ramonet al camarada Manú: peregrinos políticos en Cuba.

Por Víctor Manuel Domínguez.

El eurodiputado Manuel Pineda junto a Raúl Castro y Bruno Rodríguez.

Los peregrinos políticos que visitan Cuba para ejercer su militancia sexual, el idealismo etílico o la pasión gourmet que no practican en sus países de origen, tienen en la Isla un destino caro. Los altos costos no radican en pasajes de avión, hospedaje en hoteles ni alquileres de autos, sino en las actitudes abyectas en apoyo al régimen que les da esas y otras prebendas durante su estancia en el país.

Da igual si pasan por comunistas, gurús de la izquierda caviar o por intelectuales pogre; no importa si son afiliados a movimientos anticapitalistas, contra la globalización neoliberal o en defensa de la humanidad -cotos de caza para expertos en el arte de engañar-, estos vividores hablan y aplauden a la izquierda, pero viven a la derecha en  el escenario político internacional.

De ahí que no sea extraño para ningún cubano que alguien como Ignacio Ramonet imparta en Cuba conferencias apocalípticas contra la hegemonía informativa del poder mientras apoya el monopolio del Estado cubano sobre los medios de información nacional y las leyes que criminalizan el uso de Internet en el país.

Tampoco es sorpresa para nadie que otro habitual como Frei Betto deguste un timbal de cerdo mamón ahogado con su chicharrón y piña acaramelada, y de postre un volcán de guayaba sobre crema de queso y sopa de mango” en  los salones del capitalino Hotel Iberostar Grand Packard, donde, además de comer gratis y bien,  imparte el conversatorio “Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional” en un país cuya población, por causa de  la escasez, está obligada a consumir tripas de res y gallinas decrépitas.

Imposturas y burdas hipocresías como estas, o de superior nivel en el plano político e intelectual, serían cometidas por decenas de peregrinos que desde Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir en los años 60, hasta Miguel Bonasso y Belén Gopegui en los primeros tres lustros de los 2000, llenaran de falsas lentejuelas triunfales el improvisado escenario ideológico del país.

La recién finalizada visita a La Habana y Matanzas del eurodiputado Manuel Pineda (Manú) es una muestra de continuidad en la engrasada maquinaria propagandística de la Revolución. Esto ya no hace efecto en la ciudadanía del país, pero tiende a confundir a unos y desmovilizar a otros que, más que creer, temen a la represión física y moral generada desde el poder.

Que al hidalgo caballerete español no le haya crecido la nariz de tanto mentir sobre lo “visto” en Cuba tiene una lógica explicación: a ellos se les hinchan los bolsillos, el vientre y los cachetes si cumplen su misión. Y Manú fue un portento a la hora de manipular, omitir y tergiversar la realidad. Dijo este haber encontrado un pueblo bien comandado, alegre, unido y satisfecho en torno al liderazgo del país. Ello denota la sordera política y la ceguera ideológica de la que hacen gala estos especímenes ante los medios de información. Decir esto en medio de las carpas del circo político montadas por el régimen en parques y plazas para impedir una Marcha Cívica por el Cambio muestra un claro cinismo alineado al poder.

Hechas estas y otras declaraciones absurdas y manipuladas sobre la realidad cubana, el camarada Manú seguirá cumpliendo su misión de agente de influencia del régimen cubano en Bruselas y Madrid. Pero muy poco podrá hacer para ocultar los harapos de un Estado fallido que pretende vestirse de señor. Son tantas las heridas abiertas que sólo los cubanos las sanarán.

Recabar el apoyo “moral” de individuos comprados a los que poco interesa la suerte de sus propios países, más que solidaridad, demuestra temor y desesperación. La suerte está echada para el régimen. No existe discurso de peregrino político que lo pueda salvar. Ya comenzó el principio del fin.

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Estampida migratoria a la vista.

Por Iván García.

El régimen castrista mueve fichas. El lunes 22 de noviembre las autoridades nicaragüenses establecieron “el libre visado para todos los ciudadanos cubanos que deseen ingresar al país”. La dictadura mixta de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo dicen que su decisión responde a “la cantidad de solicitudes de hermanos ciudadanos cubanos con familiares en Nicaragua” y tiene “el fin de promover el intercambio comercial, el turismo y la relación familiar humanitaria”.

Sin palabras. Los regímenes de La Habana, Caracas y Managua se sienten amenazados. Y se defienden atacando. Las duras medidas implementadas por la administración Trump a la terna dictatorial de América Latina han provocado, con más o menos intensidad, agudas crisis económicas, políticas y sociales en las tres naciones.

La Venezuela del déspota Nicolás Maduro ha visto decrecer su PIB en un 80%. Los venezolanos necesitan una bolsa repleta de bolívares para comprar un cartón de huevos o una pierna de cerdo. El embargo petrolero y la terrible ineficiencia del gobierno chavista son una, entre otras muchas causas, para que cinco millones de venezolanos, otrora un país receptor de inmigrantes, emigren de su patria. La economía ha tenido que dolarizarse. Y la pobreza, corrupción y desigualdad social se han disparados. El 70 por ciento de la población venezolana vive en el umbral de la pobreza.

Nicaragua es un Estado fallido. El Frente Sandinista apartó del poder al tirano Anastasio Somoza el 17 de julio de 1979. La ilusión de los nicaragüenses era fundar una nación católica y democrática con oportunidades para todos sus ciudadanos. Pero el binomio de Ortega y Murillo, dos personajes que parecen sacados de un filme de brujas, superaron con creces a la dictadura somocista.

Montaron unas elecciones presidenciales en noviembre de 2021 que fue un chiste de mal gusto. Todos los candidatos que podrían superar a Ortega fueron conducidos a prisión a punta de pistola o se vieron obligados a irse del país. Su hermano Humberto Ortega, la poetisa Gioconda Belli y el escritor y compañero de armas Sergio Ramírez, entre otros, los convirtió en perseguidos políticos. Ortega es un sicópata de libro. Un tipo despreciable. Se sospecha que acosó sexualmente a su hijastra.

Completa el cuadro la Cuba de Miguel Díaz-Canel. El régimen ha sobrevivido gracias a la eficacia de sus operadores políticos que han diseñado un relato de justicia social y otras tonterías que jamás cumplen. El sostén principal de la autocracia es la Seguridad del Estado, su guardia pretoriana, una organización con miles de agentes y chivatos que goza de un poder absoluto.

Pero el arma migratoria Fidel Castro la supo utilizar como ningún otro dictador comunista. Cuando el descontento social aumentaba, abría las fronteras para que miles de cubanos se marcharan. No sin antes humillarlos obligándolos a realizar trabajos forzados, recibiendo escupitajos, huevazos y ofensas en actos de repudio legitimados por el gobierno. A los emigrantes Castro los llamó ‘escoria’ y ‘gusanos’.

Cuando el comunismo soviético dijo adiós en 1991, principal sostén de su dictadura, Fidel Castro diseñó un nuevo modelo. Empresas militares comenzaron a recaudar los miles de millones dólares de remesas para invertir en negocios que favorecieran a la élite gobernante. El plan maestro de Raúl Castro, cuando su hermano le transfirió a dedo el poder, pasaba por reactivar la economía y legitimar el poder negociando un acuerdo con Estados Unidos, el antiguo enemigo de la Guerra Fría.

La negociación se hizo, con el apoyo de Obama. Pero el miedo del régimen a perder parcelas de poder los llevó a tirar del freno de mano. Por prejuicios raciales, quizás por envidia (Obama era más popular entre los cubanos de a pie que los hermanos Castro) o porque embriagados de ego se creyeron que merecían un trato de alfombra roja.

Sacaron mal sus cuentas. Pensaron que Hillary Clinton ganaría las elecciones de 2016. Y que por extensión, seguiría la misma estrategia de Obama. Un video clandestino que circuló durante la etapa de distención, un presuntuoso Díaz-Canel, sabiendo que sería el próximo presidente, en un encuentro con funcionarios políticos decía que «Cuba no tenía que dar nada a cambio a Estados Unidos».

La soberbia y estupidez les jugó una mala pasada. Daban por hecho que cualquier dirigente demócrata en la Casa Blanca iba a sostener negociaciones ventajosas para el régimen de la Isla. Se equivocaron con Biden. Además de una vuelta de tuerca de las sanciones de Estados Unidos contra el régimen y una crisis económica que no toca fondo, llegó el virus chino junto con una errada implementación monetaria que ha generado una inflación galopante.

Fue la tormenta perfecta. Las arcas públicas están en cero. Y el creciente descontento popular quedó patente el 11 de julio, cuando miles de cubanos se tiraron a la calle a reclamar libertad y democracia.

Biden no ha reaccionado a las decenas de misivas y ruegos a dialogar del régimen. ¿Qué cartas tiene la dictadura en sus manos para forzar una negociación? La emigración descontrolada, desde luego. También, aprovechan el contexto internacional: que la Casa Blanca está enfocada en Rusia, que ha desplegado en la zona fronteriza con Ucrania una fuerza militar impresionante; que el dictador bielorruso, Lukashenko, probablemente azuzado por Putin, empujó a miles de inmigrantes hacia la frontera polaca, creando una crisis con la Unión Europea; o que Beijing, cada vez más agresiva en el Mar de China, amenaza con invadir a Taiwán.

El régimen cubano siempre utilizó el arma migratoria contra Estados Unidos cuando presidentes demócratas ocuparon la Casa Blanca. En Camarioca, Mariel, 1994 o la última en 2015. Permitir viajar sin visado a Nicaragua es abrir la talanquera para miles cubanos deseosos de emigrar. La opción de Rusia o Serbia, a donde también se puede viajar sin visa, es más cara y mucho más complicada para encontrar residencia en algún país de la UE.

Además, el destino de Estados Unidos es la opción favorita para los potenciales inmigrantes cubanos. La estrategia tiene más a favor que en contra, según su percepción. Si la Casa Blanca los acusa de instigar la crisis migratoria, las autoridades castristas cínicamente dirán que cumplen con los preceptos de la Declaración Universal de Derechos Humanos de no restringir el libre derecho de viajar a sus ciudadanos.

Probablemente lo negativo sería que le pueden crear una crisis de inmigrantes en la frontera sur de Estados Unidos a su aliado, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. La jugada es brindarle a los futuros manifestantes callejeros, jóvenes en su mayoría, una opción migratoria como puerta de salida del manicomio local.

La dictadura desenfunda una estrategia gastada. Pero que les ha funcionado. No creo que les importe el número de muertos en su intento por llegar a Estados Unidos. Lo verían como daños colaterales. Como hasta ahora han visto a los miles de cubanos muertos en el mar, en selvas y ríos o a manos de traficantes de personas.

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martes, 23 de noviembre de 2021

La manía izquierdista de la novísima disidencia.

Por Luis Cino.

De izquierda a derecha el escritor Carlos Manuel Álvarez, el dramaturgo Yunior García Aguilera y Harold Cárdenas, editor jefe de La Joven Cuba.

De Yunior García Aguilera me sorprendió, como a todos, su apresurada partida a España, facilitada (digan lo que digan) por el chantaje de la dictadura. Lo que no me cogió por sorpresa fue su devoción por la izquierda que no se cansa de proclamar. En realidad, nunca la ocultó. En esa devoción se basaba su esperanza de que, apelando a la Constitución, al leguleyismo castrista, las instituciones de la cultura oficial y solicitando la mediación de Silvio Rodríguez, terminaría por convencer de las buenas intenciones de la Marcha Cívica a la dictadura que todavía llamaba “revolución” y consideraba reformable.

Conozco en la disidencia a muchos así, pricipalmente jóvenes y con pretensiones intelectuales. Son esos disidentes que antes de entrar en materia anticastrista -si es que alguna vez entran y no se van antes por las ramas y se quedan enredados en ellas-  creen necesario, imprescindible, declarar que son de izquierda, anticapitalistas y que aspiran, como si eso fuera posible, a un socialismo democrático y participativo.

En la plataforma Archipiélago abundan esos que, justo cuando el oficialismo arreciaba el barraje de su artillería contra ellos, atribuyéndoles siniestras intenciones a la marcha cívica, trataban de justificarse explicando que no eran de ningún modo “contrarrevolucionarios”, creían en la perfectibilidad del socialismo castrista y estaban en contra del embargo, que invariablemente llamaban “bloqueo”.

La novísima disidencia se opone al régimen de la continuidad inmovilista, por considerarlo desfasado y fallido, pero no rompe con los esquemas ideológicos del socialismo castrista, sigue atrapada en ellos, apropiada de su discurso y su metarelato, sin acabar de sacarse del alma a Fidel Castro y Che Guevara.

En Cuba, la manía izquierdista viene de lejos en la historia. En la República, luego de la revolución de 1930 contra la dictadura de Machado y hasta el triunfo de la insurgencia fidelista, en el espectro político predominó la izquierda. Y no me refiero precisamente al PSP (Partido Socialista Popular). Tanto los auténticos de Grau como los ortodoxos de Chibás eran de izquierda, socialdemócratas. Hasta Batista, que no dudó en pactar con los comunistas, fue alguna vez de izquierda.

Y luego vino el atontador bombardeo de adoctrinamiento ideológico al que han estado sometidos más de tres generaciones de cubanos durante los 62 años del régimen castrista.

No olvidemos que algunos de los más prominentes líderes de la primera oposición (Elizardo Sánchez, Manuel Cuesta Morúa, Vladimiro Roca) provenían de la izquierda.

En la mayoría de los casos de los novísimos disidentes, si no es producto de una confusa indigestión ideológica ese radicalismo izquierdista es pura pose esnobista, oportunismo. Sinvergüencería del hombre nuevo. Alharaca para llamar la atención mediática, pero sin quemar las naves, quedando bien con los muertos y no del todo mal con el matador.

Y hablo de la mayoría de los casos, porque en otros, el surgimiento de ciertos personajes es jugada preparada por el régimen para crear, a su imagen y semejanza, una oposición leal que esté disponible cuando necesite usarla para simular una apertura.

Muchos jóvenes, intoxicados desde la escuela primaria por el adoctrinamiento castrista, aunque se lo propongan, no disponen de otro discurso al que echar mano que no sea el que escucharon desde niños, cuando eran pioneritos por el socialismo. Por eso se apropian y replican con fervor de catecismo ese discurso.

Les crea sentimiento de culpa, cargo de conciencia, asquitos, que alguien pueda pensar que están a la derecha. Consideran que ser conservador abochorna, es de mal gusto, demodé. En cambio, ser progre, de izquierda, es chic, tiene onda.

La derecha, tan poco fotogénica, no parece conseguir tener la razón ni siquiera cuando efectivamente la tiene. La izquierda, que lleva la mejor parte en la guerra de los símbolos, luego de recomponerse como pudo de la debacle que significó el derrumbe del comunismo soviético en Europa Oriental, se apropió de causas de buen ver como el feminismo, el anti-racismo, el matrimonio igualitario, el multiculturalismo, el ecologismo. No importa si después que llega al poder se convierte en tiranía y tira esos temas por la borda. Hasta la justicia social queda relegada solo a los discursos.

Los novísimos opositores de izquierda, a falta de talento, lo aparentan, manejando un lenguaje metatrancoso, salpicado de abundantes citas de filósofos griegos, de Marx, Gramsci y los sociólogos de la Escuela de Frankfurt.

Estar a la izquierda, mostrarse como tal, les abre las puertas de los medios académicos e intelectuales en medio mundo. Con un poco de suerte, les lloverán los premios, las becas y los reconocimientos. Y si no los hay, no se dan por vencidos. Los lucharán denodadamente. Para autoalabarse y darse bombo no necesitan de sus abuelitas. Luego de tanto ninguneo colectivista, si de algo no carecen estos personajes de las nuevas disidencias es de petulancia, engreimiento y autosuficiencia. Se creen cosas y dándose ínfulas, haciéndose los sabihondos, los irreverentes, hablan, y escriben, hasta a veces bien, sin que alguien les haya pedido su opinión de lo que es y de lo que no es, de lo que saben y de lo que no. Lo demás es robarse el show. Y en eso, son expertos.

Algunos de estos personajes que lamentan los quieran expedientar como contrarrevolucionarios y “gusanos” (¡qué horror!), proclamándose anticapitalistas y socialistas, buscan raros posicionamientos políticos: bakuninistas, trostkistas, titoistas, etc. Y como si a alguien le preocupara su filiación sexual y las ideologías tuviesen que ver con el culo, presumen de ser pájaras y quir (así, no queer, para que no los crean pro-yanquis).

A cada rato, lanzan alguna piedrecita contra los Estados Unidos. Se encargan de recordarnos constantemente la conquista del Oeste, las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki, los años de la segregación racial, la guerra de Vietnam. Les disgusta el american way of life. Pero eso es hasta que los dejan salir y van a parar a Miami.

Ya afincados en Miami, en México, Madrid, o donde sea, con la entrada a Cuba garantizada, siguen abogando por la izquierda y el socialismo, y hasta se muestran más comprensivos con “los defectos y los errores” del régimen castrista, que aseguran funcionaría mejor si no fuera por la hostilidad de los gobiernos norteamericanos.

¡Y con tanta payasada todavía quieren que los tomen en serio y los respeten!

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lunes, 15 de noviembre de 2021

domingo, 14 de noviembre de 2021

martes, 2 de noviembre de 2021

Lo de Cuba no tiene nombre.

Por Martha Beatriz Roque Cabello.

Los cubanos sobreviven entre la escasez de alimentos y las largas colas por productos de primera necesidad.

El concepto de guerra civil está vinculado a un enfrentamiento bélico, donde los participantes forman parte de dos o más ejes políticos contrarios, generados en el mismo Estado. No obstante, muchas personas dicen que Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha convocado a una guerra civil y está preparando a la parte del pueblo que respalda al régimen para que ataquen a los manifestantes que saldrán a la calle solo con las palabras -porque armas no tiene el pueblo cubano-, que se ha comportado siempre de forma pacífica.

Sin embargo, es la hora de tratar de atemorizar a la población usando cualquier método posible, y hay que decir que para la dictadura no hay nada imposible si de hostigamiento se trata. Se ha podido constatar que citan a familiares de los presos, así como a todos aquellos que firmaron una carta de participación. Los disidentes que llevan algunos años activos son también motivo de intolerancia; y todas aquellas personas que los informantes de la dictadura estiman que saldrán a la calle.

Todavía están sin completar en detalle las listas de los presos del próximo pasado 11 de julio y todo parece indicar que se nos avecina otra avalancha de personas arrestadas y llevadas a prisión, como si la vida no valiera nada.

La dictadura está tratando de afianzarse para el futuro, con largas condenas a los manifestantes, como para que no los molesten en los próximos años.

Lo que están mostrando en las redes sociales sobre las prácticas de los “revolucionarios” para salirle al paso a los manifestantes, si no fuera tan triste movería a risa. Es una vergüenza que las personas se presten para algo tan humillante como eso. Eso se explica por ser una parte del pueblo los esclavos de los que viven bien en la cúpula.

Es como si quisieran que la mayoría aprendiera la lección, lo que sucede es que de forma paralela esas mismas personas tienen muy bien estudiada esta oración: “No hay”, que se aplica a todo, no solo a la comida, a las medicinas y al transporte. También a los productos de aseo, las necesidades mínimas de reemplazos en una casa: un bombillo, una pila de agua, un tomacorriente, cualquier cosa que se rompa se tiene que quedar así, porque la mayoría de los cubanos no tiene acceso a la bolsa negra, que es dónde pueden encontrar lo que el régimen es incapaz de abastecer.

Ahora reconocen que el PIB de Cuba cayó en un 13% entre 2020 y 2021, y que el nivel de inflación alcanza el 6 900% porque el dólar se cotiza a 70 pesos cubanos en el mercado negro. Aunque hay que decir que en la tarjeta de MLC está a 75 y 80, lo que implica que esta nueva instrumentación trajo como consecuencia la adición de otra tasa de cambio al ya complejo sistema económico del país.

Si usted une todas estas dificultades materiales al panorama político y social del que se ha explicado algo, se percatará que no encuentra una palabra para definir la situación de caos que se vive, acompañada del acoso político.

Es tanta la negatividad que se respira por doquier, seguida de una intransigencia dictatorial, que en estos momentos ahoga a las masas.

No se pueda afirmar que toda esta situación nacional se va a resolver el 15 de noviembre, ni tampoco se podría afirmar que el pueblo no coja las calles antes o después, porque la mayoría de las personas ya se manifiesta en contra de la intolerancia estatal.

Esos pajaritos que dan vueltas en las cabezas de los gordos y barrigones dirigentes de alto nivel no se posan en el tejido social, un número considerable de cubanos está consciente de la realidad existente; pero más aún, que es algo sin remedio dentro del caduco sistema que pretenden mantener.

Los padres tendrán a elección enviar o no a sus hijos a las escuelas ese día, porque los que dirigen ya piensan usarlos, al igual que siempre, para que participen en las calles y sean tropa de choque con el fin de poder hablar de lo “malo” que son los “asalariados del imperio”, que ni siquiera tuvieron en consideración que era un día de los niños.

En la clausura del VII Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el designado presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez se sacudió el hombro y echó la culpa de los problemas del país a factores externos, como siempre “el bloqueo” y las medidas de los Estados Unidos de América contra Cuba.

Es imposible pensar que con esta concepción de lo que está sucediendo se van a resolver las difíciles situaciones que por más de 62 años se han acumulado en el país. Se puede decir sin temor a equivocarse que lo que pasa en Cuba no tiene nombre, ni forma de describirlo con sencillas palabras.

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Cuba, el fin de la fiesta.

Por Carlos Alberto Montaner.

Yunior García en el momento en que recibió la respuesta oficial que declaraba "ilícita" la marcha del 15N.

La marcha cubana del 15 de noviembre ha sido convocada por Archipiélago. Esa agrupación no es un partido político y no pretende sustituir a los comunistas en la dirección del país. Toma su nombre de la diversidad. No es cierto que Cuba sólo sea una Isla. Es una isla grande –mayor que Holanda y Bélgica combinadas- y son muchos islotes habitables, a los que se agregan Isla de Pinos y la abundante cayería.

Tampoco sus integrantes están al servicio de los “americanos” o, concretamente, de la CIA. Esa es la clásica infamia con la que el régimen pretende descalificar a los que se oponen a su forzada unanimidad. Los numerosos miembros y simpatizantes de Archipiélago lo que desean es manifestarse y decir sus verdades amparados en la Constitución.

La Constitución garantiza la libertad de pensamiento, pero, simultáneamente, condiciona lo que se dice a los fines socialistas diseñados por el orden institucional del propio texto. Es deliberadamente ambiguo, dado que el modelo es la Constitución de Stalin de 1936 y sus derivados. Por una punta establece los derechos fundamentales. Por la otra, los suprime.

En el caso cubano, cuando Oswaldo Payá Sardiñas, a nombre del ‘Movimiento Cristiano de Liberación’, presentó las más de diez mil firmas (más de 14,000) que se requerían para someter a referéndum una enmienda constitucional que autorizaría el multipartidismo, el Parlamento cubano (la ‘Asamblea Nacional del Poder Popular’) no se dignó a responderle.

En el 2012, sencillamente, lo asesinaron junto a Harold Cepero. Molestaban demasiado. Lo cuenta Human Rights Watch: tras un confuso incidente, en el que sólo murieron los cubanos, pese a que ambos habían salido por sus propios pies del auto. Esto lo  dijo Ángel Carromero, un joven español que conducía el coche el día del crimen.

Previamente, la Constitución, los fines comunistas de la sociedad cubana y el rol del Partido, habían sido “blindados”, de manera que resultara muy improbable modificar el curso de los acontecimientos cubanos.  No obstante, es prácticamente imposible impedir esos cambios hacia la apertura. ¿Cuándo sucederán? Una vez que existe una masa crítica que los demande o, en su defecto, cuando existe la voluntad política de efectuarlos por cierta gente con poder efectivo.

En Cuba concurren ambas fuerzas. El 11 de julio pasado se hizo patente que los jóvenes desean ampliar los márgenes de participación de la sociedad, pero, al mismo tiempo, son millares los cuadros del propio Partido Comunista que se autodenominan “reformistas”, y están deseosos de iniciar un cambio sustantivo que les permita abandonar para siempre las supersticiones colectivistas y autoritarias. Son 62 años de fracasos continuados.

En ese sentido los casos de Leo Brouwer, de Pablo Milanés, y de Silvio Rodríguez, con ser diferentes, son muy significativos. Repitieron el “hasta aquí hemos llegado” de José Saramago cuando en La Habana fusilaron a tres jóvenes negros el 11 de abril de 2003. Brouwer se distanció tajantemente del régimen cubano por la represión ejercida contra la sociedad civil el 11 de julio de este año. Golpearon y encarcelaron a centenares de personas pacíficas, lo que a este sobrino-nieto de Ernesto Lecuona, gran guitarrista y gran compositor, le resultaba intolerable.

Pablo Milanés vive en España desde 1992, de manera que no es de extrañar su franca ruptura con el régimen, expresada en circunstancias anteriores y ahora reiterada. Más significativa fue la posición adoptada por Silvio Rodríguez. Se reunió más de una hora con el joven dramaturgo Yunior García Aguilera tras su arbitraria detención, animador de Archipiélago, y con su mujer, Dayana, realizadora de cine. De esa reunión salió una petición formal del cantautor a la dictadura para que pusiera en libertad a los cientos de detenidos que no hubieran ejercido la violencia.

Dijo Silvio Rodríguez en Facebook: “El encuentro con Yunior y Dayana fue bueno, no exagero si digo que fraterno; hubo diálogo, intercambio, nos escuchamos con atención y respeto. Para mí lo más doloroso fue escuchar que ellos, como generación, no se sentían ya parte del proceso cubano sino otra cosa. Me explicaron sus argumentos, sus frustraciones. Traté de hacerles comprender que a mis años también todo resultaba mucho más lento de lo que esperábamos que fuera”.

Silvio Rodríguez le ha dado una lección a Miguel Díaz-Canel sobre cómo tratar a la oposición. Pero ha recibido otra lección bastante obvia: ha escuchado que Yunior y Dayana “no se sienten parte del proceso cubano”. Es tan antiguo el cuento de la Sierra Maestra que no es posible, para los muchachos jóvenes, vincularse emocionalmente a esas historietas. Silvio nació en los años cuarenta. Yunior en los ochenta. Si Silvio fuera tan racional como aparenta le diría a Díaz-Canel que se preparara para el fin de la fiesta. Está al doblar de la esquina.

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'La Coubre': ¿un accidente convertido en atentado por Fidel Castro?

Por Jacobo Machover.

El 4 de marzo de 1960 explotó en el puerto de La Habana el buque francés "La Coubre". Dos explosiones, una en el barco y otra en los muelles, causaron la muerte de cerca de 75 trabajadores portuarios, mientras entre 150 y 200 personas resultaron heridas. Las explosiones fueron catalogadas como un sabotaje estadounidense y en el entierro de las víctimas Fidel Castro acuñó la consigna: "Patria o Muerte".

Las investigaciones que he podido llevar a cabo recientemente en los archivos de la French Lines del puerto de Le Havre que constituyen, de hecho, la memoria de la marina mercante francesa, permiten pensar que la hipótesis de un accidente es muy probable.

No fue esto lo que proclamó Fidel Castro al día siguiente de la tragedia, corroborado por el segundo juez cubano encargado de la encuesta (un primer juez, no lo suficientemente dócil para las autoridades, había sido apartado de ella), quien declaraba, en julio de 1960, que la explosión de "La Coubre" había sido provocada por un complot. Esa afirmación le atribuía naturalmente la responsabilidad a la CIA y al Gobierno de Dwight Eisenhower.

La Administración norteamericana rechazó enseguida con vigor esa acusación, convocando a un responsable diplomático cubano al Departamento de Estado, dirigido en aquella época por Christian Herter, considerando que la conclusión de Castro era "infundada" e "irresponsable". Esa tesis de Fidel Castro, sin embargo, ha sido desarrollada hace poco por el periodista colombiano Hernando Calvo Ospina, uno de los más fervientes defensores en Francia del régimen castrista, en un artículo publicado en noviembre de 2020 por la revista Le Monde Diplomatique, que llevaba curiosamente como antetítulo "Fidel Castro, detective".

No tan curiosamente como se podría suponer, en realidad. Fue en efecto Fidel Castro, quien llegó rápidamente al lugar de los hechos junto con Raúl Castro y Ernesto "Che" Guevara, quién se encargó personalmente de interrogar a algunos de los sobrevivientes de los marineros del barco y los estibadores.

La primera explosión se produjo a las 15:10, según el horario de a bordo. La segunda, media hora más tarde. El barco había atracado a las 9:30, después de una travesía que incluía Le Havre, Amberes, Hamburgo, y que debía llevarlo luego a las costas de México, de Florida y de Haití. El cargamento de "La Coubre", del que era el segundo transporte de armas a Cuba después de un cargamento anterior transportado el año anterior, incluía 31 toneladas de armamento, repartidas en 967 cajas de pequeñas municiones y 525 cajas de granadas, así como diferentes vehículos y… quesos. Todas esas mercancías estaban distribuidas en distintas bodegas, cuyos contenidos no debían ser sometidos a las mismas condiciones de conservación. Una temperatura demasiado alta, provocada por una apertura imprudente de las puertas, podía ser peligrosa para la seguridad del cargamento de armas.

Los defensores de la teoría del atentado sugieren que un dispositivo de accionar a distancia podía haber sido colocado en las cajas de granadas en… Amberes, para explotar en La Habana, después de una travesía de dos semanas, con además dos días de retraso por el mal tiempo sufrido en el Atlántico. ¡Cuánta precisión para un mecanismo teleguiado desde Europa! En ese caso, la explosión habría podido producirse igualmente en Miami, en Veracruz o en Port-au-Prince. Otra posibilidad avanzada es el lanzamiento desde los aires de una granada encima del barco; pero ningún avión enemigo había sido detectado por los radares revolucionarios cubanos

A su llegada a París, el comandante Thoreux, delegado por la compañía marítima para llevar a cabo la investigación, al subrayar "el clima muy especial de La Habana" (no se refería al clima del trópico sino al de la revolución), declaraba: "Las autoridades cubanas quieren demostrar absolutamente que hubo un sabotaje provocado por el Gobierno norteamericano".  Por ello, el comandante de "La Coubre", que logró sobrevivir a la explosión, estaba vigilado en el hospital por "dos guardias armados de metralletas". Los demás miembros de la tripulación, que no hablaban español, eran interrogados sin parar e inducidos a expresarse en ese sentido, a lo que se negaron.

El comandante Thoreux proseguía: "Todas las encuestas están orientadas para aportar la prueba de un sabotaje norteamericano; todos los periódicos se desatan contra el Gobierno norteamericano; en las calles hay colectas de dinero para la compra de armas por el Gobierno cubano".

A la vez, apuntaba hacia una de las posibles causas, dejando abierta la eventualidad de "otras múltiples hipótesis": "que un soldado cubano en armas, entre los innumerables que subieron a bordo, haya cometido una imprudencia".

Por su parte, los expertos británicos de las compañías de seguros escribían: "Varios artículos de prensa han sido publicados sobre la posibilidad de un sabotaje, y nos esforzaremos por seguir y averiguar todo lo que esté relacionado con tal sabotaje, aunque esos artículos de prensa están a menudo inspirados por conjeturas más que por hechos".

Como aquel artículo del escritor, exiliado en Londres a partir de 1965, Guillermo Cabrera Infante, entonces redactor del diario oficial castrista Revolución y director de su suplemento cultural Lunes de Revolución, titulado "Un día de ira", en el que escribía: "que de alguna manera fuera también una queja por la muerte de aquellos hombres pobres, humildes, anónimos, un saludo al heroísmo, al valor probado frente a la muerte del pueblo y una denuncia contra la mano criminal -cualquiera que fuera, dondequiera que esté, como se llame- que había desatado el horror, la náusea, el infierno" ("Un día de ira", en Todo está escrito con espejos, Alfaguara, 1999).

La acusación contra la "mano criminal" era la única pista a seguir por la prensa a las órdenes del Gobierno. Sin embargo, para los expertos británicos, a pesar de cierta prudencia diplomática, no se trataba sino de pura propaganda.

Esta propaganda se ha ido desarrollando durante más de seis décadas. ¿Cuántas instituciones oficiales o escuelas han sido denominadas "Mártires de La Coubre", cuando decenas de pobres víctimas cubanas encontraron la muerte o fueron heridas por las explosiones debidas a la incompetencia de un Gobierno que quería adquirir a toda velocidad una enorme cantidad de armas para defenderse contra el "imperialismo" y contra su propia población, sin tomar las precauciones debidas para descargar municiones y granadas, esas armas de muerte?

El autor agradece a Florent Crayssac, bibliotecario y archivista de la French Lines, el haberle comunicado distintos informes relativos a la explosión de "La Coubre". 

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