Por Emilio Morales.
En audiencia desarrollada el martes 4 de abril en la Alta Corte de Inglaterra y Gales, la jueza Sara Cockerill notificó a los abogados de las partes que desestimaba la reclamación de CRF contra el Estado cubano. La jueza reconoció que el Banco Nacional de Cuba (BNC) ya no representa al Estado cubano, papel que corresponde al Banco Central de Cuba desde su creación en 1997, pero consideró que CRF le adquirió legítimamente los derechos de dicha deuda y por lo tanto tiene capacidad para reclamar su pago a esa entidad. En este sentido, la Justicia inglesa asestó el martes un revés a La Habana al dar luz verde para proceder con un juicio que podría tener consecuencias potencialmente graves para el régimen cubano.
¿Este era un fallo esperado?
Sí. Primero que todo hay que tener en cuenta que la Constitución cubana establece que el Estado no es responsable de las deudas de sus empresas ni sus instituciones. Por tanto, nunca iba a ser posible enjuiciar al Estado cubano en la Corte de Londres.
¿Tendrá un desenlace positivo el proceso que seguirá contra el BNC?
Es muy difícil de pronosticar. El Gobierno cubano hace más de 20 años atrás jugó sus cartas para evitar que en el futuro reclamaciones como estas lo pudieran perjudicar. En este sentido, se hace necesario remontarnos a 1959 para poder entender toda esta madeja que el régimen cubano tejió en su momento para entrampar a los deudores reclamantes que surgirían en el futuro.
Antecedentes.
El Banco Nacional de Cuba comienza a operar en 1950 bajo el amparo de una ley que demoró en plasmarse ocho años después que fuera aprobada la Constitución de 1940.
En 1961, dos años después del triunfo de la revolución se aprueba en el mes de febrero la Ley 930, la cual centralizaba en el BNC las funciones de banca central, y toda la actividad de banca comercial existente entonces en el país. Un año antes se habían nacionalizado todas las entidades bancarias nacionales y extranjeras, así como todas las empresas extranjeras y un número considerable de importantes empresas cubanas, cuyas acciones fueron endosadas al BNC. Desde entonces el BNC paso a ser el dueño de todas las propiedades confiscadas en la Isla y de todas las empresas estatales que posteriormente fueron surgiendo en el proceso revolucionario.
Este movimiento convirtió al BNC en un banco con una gran cantidad de activos de alto valor, los cuales le servían de respaldo para pedir préstamos y líneas de créditos a entidades internacionales. Durante este proceso, muchas empresas que prestaban dinero y que habitualmente daban créditos a estas compañías que fueron confiscadas en los años 60 comenzaron a endeudarse. Dicha deuda comenzó a acumularse al pasar de los años, junto a otros préstamos que fueron gestionados por el BNC utilizando como respaldo a todos esos activos que en su momento fueron confiscados. Hay que recordar que estas empresas confiscadas eran empresas activas y producían bienes. Por ejemplos: los 161 centrales azucareros que fueron confiscados al triunfo de la revolución, la industria minera en todo el país, los puertos, aeropuertos, hoteles, etc. Todos estos bienes representaban cientos de millones de dólares en activos.
Ya a finales de los años 80, la deuda externa cubana era considerablemente alta. Ante esta realidad, Fidel Castro, quien siempre fue reacio a pagar la deuda externa cubana incentivó fuertes campañas políticas internacionales cuando Cuba ocupaba la presidencia del llamado Grupo de Países no Alineados. Dichas campañas tenían el objetivo arrastrar a otros países a estas campañas políticas para no pagar la deuda a numerosos acreedores. En su cruzada, llegó a afirmar que "la deuda externa era un cáncer creado por el imperialismo". Llegó incluso a publicar un mesiánico libro titulado: Fidel Castro y la deuda externa, donde intentaba dar al mundo su visión sobre la situación de la deuda externa en los países del Tercer Mundo, desde su origen hasta la imputabilidad de esta.
A comienzos de los 90 la situación de la economía de Cuba se agravó debido al derrumbe de los países socialistas de Europa del Este y a la desintegración de la Unión Soviética, lo cual significó la pérdida del 85% de las exportaciones cubanas. También el precio del azúcar tuvo un fuerte declive en el mercado internacional, lo cual afectó a la principal industria del país. El país entró en el llamado Periodo Especial, lo cual que llevó al Gobierno a implementar una serie de medidas económicas dirigidas a revertir la grave crisis económica.
En este sentido, se implementaron varias medidas para descentralizar la economía. Entre estas medidas podemos mencionar la apertura a la inversión extranjera, al turismo internacional, la apertura a los envíos de remesas, la creación de un mercado minorista dolarizado, la libre circulación del dólar, el trabajo por cuenta propia, la creación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) y la apertura de mercados agropecuarios, industriales y artesanales.
Esto derivó en la creación de cientos de nuevas empresas mixtas y sociedades anónimas dentro y fuera del país para dar respaldo estructural a la nueva economía que se estaba construyendo, canalizar las inversiones extranjeras en el país y conseguir nuevos créditos.
Mientras tanto, los acreedores de la deuda cubana se desgastaban infructuosamente en tratar de cobrar las respectivas deudas que el Gobierno cubano tenía con ellos. Dado el deterioro de todas esas industrias que fueron confiscadas en los 60, este nuevo tejido empresarial surgido a finales de los 80 y en los 90 pasó a conformar los nuevos activos que tenía el BNC para gestionar sus créditos internacionales. Al mismo tiempo, comenzó a convertirse en objetivo financiero de los acreedores que no podían cobrar sus deudas.
Ante esta realidad, el régimen cubano hizo un movimiento opaco en su banca y traspasó todos los activos del BNC (propiedad confiscada y nuevas empresas creadas) al Banco Central de Cuba (BCC), el cual fue creado el 28 de mayo de 1997 por el Consejo de Estado, a través del Decreto Ley 172, con la finalidad de dividir las funciones desempeñadas hasta entonces por su antecesor, el BNC. Dicha operación tuvo el objetivo de dejar al BNC solo con la deuda y poner a resguardo y bajo custodia del BCC todos los activos que habían sido endosados con anterioridad al BNC.
De esta forma, el BNC quedaba sin activos, lo cual significaba que se convertía en una entidad sin capacidad de pago. En este sentido, toda la deuda adquirida y acumulada por el BNC al paso de los años tendría que ser gestionada a través del BCC por medio de un engorroso proceso burocrático, el cual establece que si un acreedor quiere ceder sus derechos de deuda pública está en la obligación de remitirla al Ministerio de Finanzas y Precios, y este, a su vez, al Consejo de Ministros, en su función de máximo órgano del Gobierno de la República de Cuba, para su procesamiento y aprobación. En otras palabras, ese mecanismo que se convertiría a la postre en una especie de limbo financiero del cual iba a ser muy difícil salirse, donde los acreedores quedarían atrapados en un callejón sin salida.
La deuda externa cubana crece y ahuyenta las inversiones.
Uno de los principales problemas que tiene el régimen cubano para atraer la inversión extranjera es el abultado lastre de ser mal pagador. Hoy, la deuda externa que tiene el país lo asfixia financieramente, y lo encarcela en la cárcel de la desconfianza, al convertirlo en un mercado de extremadamente alto riesgo para la inversión.
Recientemente el régimen cubano pospuso una vez más su pago de la deuda externa con el Club de París correspondiente al 2022, después de no haber pagado el 2021, el 2020 y parte del 2019. La imagen de mal pagador sigue creciendo aceleradamente. Esta realidad está ahuyentado a los pocos suicidas que todavía miran con desconfianza dónde invertir en el país. La Isla se ha convertido en el paraíso del riesgo, donde los inversionistas extranjeros hoy presentes se encuentran atrapados entre el impacto que dejó la pandemia, la inflación desatada por la Tarea Ordenamiento, el nuevo mercado cambiario y el corralito financiero que ha impuesto el Gobierno.
Las cuotas dejadas de abonar al Club de París ya superan los 200 millones de dólares de un pacto realizado en el 2015, en el cual le condonaron al régimen cubano 8.484 millones dólares de 11.084 millones que debían a dicha organización, quedando por saldar 2.600 millones a pagar por cuotas anuales hasta el 2033.
Lo cierto es que el régimen cubano ha perdido toda credibilidad y ha desaprovechado tremendas oportunidades para poder recuperar la confianza con los acreedores. El escenario generado por el deshielo de las relaciones entre EEUU y Cuba constituyó una plataforma fértil para hacer realidad ese propósito. Sin embargo, seis años después el tema de la deuda ha vuelto prácticamente al punto de partida de cuando se comenzó la negociación con el Club de París: La Habana no paga sus cuentas.
Anterior al acuerdo alcanzado con los acreedores pertenecientes al Club de París, el Gobierno cubano había restructurado con éxito su deuda externa con acreedores comerciales de Japón, México, Rusia, China y Uruguay, logrando una reducción sustancial del 81,6%, lo que significó en su conjunto la condonación 42.089 millones de dólares. El saldo de la deuda por pagar quedaba en 9.466 millones de dólares, de los cuales 2.600 millones de dólares corresponden a los deudores agrupados en el Club de París, ya mencionados arriba.
Es importante señalar que los acuerdos de condonación de la deuda externa cubana no incluyeron la deuda con acreedores privados y con países como Venezuela y Brasil, la cual en el año 2010 se estimaba en 11.336 millones de dólares y 1.050 millones respectivamente. En el caso de Brasil incluye los casi 700 millones de dólares de préstamo que otorgó para el proyecto de construcción del puerto y obras de infraestructura en la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM). Tampoco se incluye la vieja deuda con Argentina, que es de 4.805 millones de dólares y que pudiera llegar a ser 6.800 millones de dólares si se toma en cuenta los intereses moratorios y punitorios que correspondería aplicar por el no pago de dicha deuda. También quedó fuera la deuda con el Club de Londres, la cual suma 1.400 millones de dólares.
Hoy, el Gobierno cubano se ha quedado prácticamente sin líneas de créditos, no bastó el borrón y cuenta nueva que generó el deshielo con EEUU. El régimen cubano ha vuelto a su mala práctica de no pagar. Esto le está pasando factura en estos momentos tan críticos que el país afronta una crisis sistémica. Ya ni sus aliados políticos le dan créditos. China y Rusia han tomado un fuerte distanciamiento financiero del régimen cubano.
A finales de diciembre del 2020 Rusia tenía suspendido 50 proyectos de inversión en la Isla por falta de pago. Para esa fecha la caída de las importaciones de productos chinos a la Isla mostraba un declive de 75% con respecto al 2015. Estos datos dejan dudas sobre este distanciamiento. Incluso España, el país extranjero con mayor cantidad de inversiones en la Isla también ha tomado distancia. La reciente retirada de Bankia y tres hoteles de Meliá en Cuba así lo demuestran.
En el periodo 2015-2020 las importaciones de productos chinos cayeron en un drástico 74,57%. De 1.900 millones reportados en 2015 declinaron a 483 millones en 2020. Estos datos muestras cuán tensas se han puesto las relaciones financieras entre Pekín y la Habana.
Hoy el régimen cubano reconoce una deuda de unos 20.000 millones. Sin embargo, debe otros 26.000 a otros acreedores a los que no pretende pagarles. Al final suman 46.000 millones de dólares, unos 4.000 millones más que los que tenía hace siete años cuando un grupo de acreedores le condonó 42.000 millones a raíz del deshielo con EEUU.
Conclusiones.
Cuando en 1997 el régimen cubano hizo su acto de "magia" al traspasar los activos que pertenecían al BNC para ponerlos bajo la sombrilla del Banco Central de Cuba, nadie imaginó que 26 años después de haber sembrado esta trampa, el régimen cubano en su primer encontronazo con los deudores que lo persiguen para cobrarle lo que les deben, comenzaría a recoger los frutos de este acto de mala fe. Hoy el BNC es una entidad llena de deudas y sin activos, es como una especie de cascarón vacío que no tiene ningún valor. Al cual será muy difícil cobrarle deuda alguna.
Ante esta realidad se impone hacer un descubrimiento de todos los activos que tenía el BNC al momento de adquirir la deuda que es objeto de demanda por parte de CFR I en la Corte de Londres. ¿A dónde fueron a parar esos activos? ¿Quiénes son sus nuevos dueños? ¿Es el Banco Central de Cuba o son empresas ocultas en paraísos fiscales, o están en manos de testaferros del régimen? Descubrir esa madeja es lo interesante que puede venir ahora en este juicio. Es una manera de desentrañar y desmontar el acto de mala fe que el régimen cubano practica diariamente con las ingenuas instituciones e inversionistas que les prestan dinero o que caen en la tonta tentación de invertir en la Isla.
¿Cuántos acreedores podrían estar en una situación similar a la de CFR I? ¿Cómo podrían defenderse los acreedores de la deuda cubana ante semejante truco para no pagarles? ¿Podrá el régimen cubano seguir actuando impunemente extorsionando a inversionistas y deudores? ¿Seguirá el régimen cubano consumando el mezquino acto de seguir desfalcando miles de millones de dólares a sus víctimas? ¿Podrá la jueza Sara Cockerill poner fin a estos actos de mala fe del régimen cubano?
Los próximos meses serán decisivos para el desenlace final de esta historia.