domingo, 30 de abril de 2023

El orgullo de ser Fidel.

Por Javier Prada.


La gente ha estallado en redes sociales -otra vez- ante un nuevo capítulo de abuso policial, esta vez en la provincia de Ciego de Ávila, contra un hombre negro, presumiblemente joven, que al parecer dijo algo contra el gobierno que a los gendarmes no les gustó. En el video se observa cómo un policía, sin cuidarse de que había otras personas presentes y extralimitando su autoridad y mala sangre, acorrala al ciudadano contra un poste y le grita, con un lenguaje grosero, que nada tiene que hablar del gobierno. “Yo soy comunista, ¿qué pinga é?”, repetía, acercándosele mucho al hombre, provocándolo, pues lo que el esbirro quería realmente era que aquel infeliz ripostara, que dijera cualquier cosa, o moviera un dedo siquiera, para romperle la vida ahí mismo.

Embutido en su vestimenta azul, con un colega al lado y la patrulla detrás, el esbirro gritaba en la cara de su cautivo: “¡Yo soy Fidel!”, y claro que lo es. Esa sabandija es el ejemplo más acabado de lo que inoculó el “máximo líder” en el pueblo cubano. El paso de Fidel Castro por Cuba fue violencia en estado puro y en todas sus expresiones; desde persecución e intimidación, hasta humillaciones públicas, cárcel, torturas y paredón.

El video está siendo visto por millones de personas, y es importante que corra mucho más, para callarles la boca a los que siguen afirmando, sin base ninguna, que en Cuba no existe abuso policial ni discriminación racial. Todavía no aparecen las muestras de indignación de los “amigos de Cuba”, que se escandalizan ante el proceder de la policía estadounidense y, cada vez que se publica alguna de las muchas barbaridades que ocurren aquí, dicen, como si a los cubanos les importara, que en Estados Unidos es peor.

El policía del video es uno de tantos que no vale un centavo sin su uniforme, como aquel otro que, a principios de año, le cayó a gaznatones, por gusto, a un joven campesino que ni siquiera se defendió. Su modus operandi es humillar, amenazar, golpear y, finalmente, poner las esposas. Si así trataron a ese infeliz avileño en plena calle, delante de otros, duele pensar qué le habrán hecho dentro del calabozo.

Eso es Cuba comunista, la huella indeleble del totalitarismo. Todo el que diga “Yo soy Fidel” necesita atención psiquiátrica y vigilancia estrecha. Esa gente que se entusiasma con los discursos del caudillo, se tatúan su imagen y postean frases suyas como si de un evangelio se tratara, son el germen de una enfermedad mortal.

Lo más triste del video, además de la flagrante violación de varios derechos humanos, es ver a un muerto de hambre con uniforme maltratar a un civil que también pasa hambre. Cuánta miseria moral, cuánta falta de humanidad hay en esas imágenes.

Tanto han invocado a la piedra de Santa Ifigenia que constantemente resucita en matones como ese, en los ditirambos de El Necio, o en la parafernalia pseudo guerrillera de Ana Hurtado.

“¡No hables ni pinga de lo que no tienes que hablar!” le grita el policía al hombre, como antes lo hacían los batistianos, porque son iguales, y para ellos tampoco puede haber perdón. Por menos que eso fueron condenados a muerte, en juicios sumarios, soldados y policías de la era de Batista. El terror revolucionario cayó por igual sobre torturadores, asesinos y hombres cuyo único delito fue vestir el uniforme del viejo orden. Bastaba la acusación formulada por algún “revolucionario” para ser procesado sin evidencias.

Lo que ha sufrido y continúa sufriendo el pueblo cubano va más allá del perdón. Es absurdo pretender que exista un entendimiento entre ciudadanos oprimidos y una dictadura que ampara y justifica hechos como estos. Que miren bien el video quienes andan por las redes sociales pidiendo un nuevo Zanjón, sin sanciones de Estados Unidos, pero también sin democracia ni amnistía para los presos políticos. “Del lobo un pelo. Que por lo menos liberen la economía”, dicen, casi siempre desde la otra orilla.

El hombre piensa como vive. Por ello, los que siguen cocinándose a fuego lento en el infierno antillano, saben que no puede haber diálogo ni perdón. Los que patentan y azuzan el odio, como quienes lo ejecutan sobre las espaldas de un pueblo indefenso, tienen que pagar. Véanse en esta Cuba quienes defienden el comunismo, porque miseria y muerte sin derecho a protestar es lo que les toca, y lo que se merecen.

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