martes, 25 de julio de 2023

Cuba, a merced de los hipócritas.

Por Ernesto Pérez Chang.

Doscientos veinte pesos por un dólar en las calles de Cuba y se estima que por estos días el precio de la moneda continúe en ascenso, reduciendo aún más el valor real de los salarios en una realidad donde, irónicamente, es la tenencia del billete verde quien marca las diferencias sociales entre pobres y menos pobres, porque aquí la palabra “riqueza” no tiene demasiado sentido y apenas puede ser atribuida a un pequeñísimo grupo de personas refugiadas bajo el paraguas del poder político. 

No hay dólares suficientes en la calle. En los bancos (donde ni siquiera hay moneda nacional) hace tiempo que nadie los encuentra pero, paradójicamente, los altos precios de todo, incluso en los comercios estatales, se rigen por esa tasa informal que aun así estaría demasiado baja con respecto a lo que habría de ser el verdadero “des-valor” del peso cubano, en una economía donde nada se produce, nada se exporta en cantidades significativas y donde, por tanto, ya nadie lo deja demasiado tiempo en su bolsillo porque de muy poco sirve si no se lo convierte en dólares, en euros, sobre todo si en algún momento se pretende emigrar, o al menos aguantar la estrepitosa caída de un régimen que posiblemente viva sus últimos días.

Una “caída” que quizás no sea la que algunos esperan, pero sí la que existe como simple “mutación” en los planes de quienes saben -modelo más ruso que chino mediante- por dónde se encamina la cosa, sobre todo cuando las mismísimas familias de quienes han estado en el poder, o asociadas a este, por más de medio siglo, no solo son las que han encabezado las oleadas migratorias (la de ahora, sobre todo, pero igual las anteriores), sino además las que siempre se han apresurado a invertir capital o a prestar sus nombres en esos cientos de negocios (pequeños y no tan pequeños), fundamentalmente con base en Miami y Panamá, y que en buena medida son los principales responsables de la fuga de capital, en tanto muy poco del dinero que hacen se queda en Cuba. 

Y eso más que una “ironía” es una desvergüenza de nuestra historia, porque los mismos que en los años 80 lanzaron huevos contra los “gusanos” e incluso desde mucho antes criminalizaron la tenencia de dólares, son los que hoy han salido a “lucharlos” solo para beneficio “familiar” y, por carambola, para sostén de un régimen que aborrece la moneda nacional y que, bien consciente de que el plan de promesas (todas sin cumplir) ya no funciona, que de los ingenuos quedan muy pocos en sus filas de “leales” y que van sobrados de oportunistas y “traidores”, se prepara a aguantar el impacto de la caída. Y no hay mejor amortiguador en política que un buen colchón de billetes verdes (mejor si está en el exterior).

Me llama la atención, pero no me sorprende, que los más “ilustres” de la Asamblea Nacional se enreden (y se camuflen) en debates que siempre terminan en preguntas sin respuestas (y en regaños a las cámaras de la TV) sobre las verdaderas causas de la crisis y, en especial, la “falta de liquidez”, cuando todo el mundo sabe hacia dónde están fluyendo esos dólares y pesos que la banca cubana dice no tener, o mejor dicho: “retener”.

Los dólares se van, y no siempre en las maletas de quienes emigran por desesperación, o al menos no en las cantidades que suponemos, superadas en centenares de veces por los dólares que guardan en sus equipajes, sin temor alguno a la Aduana, esos que entran y salen a su antojo, en virtud de la “confianza revolucionaria” en ellos depositada. 

Se trata de una verdadera élite de “ricos”, que lo mismo patrocinan una fiesta en una embajada “enemiga” que una “actividad cultural” por el 26 de julio. Una élite cuya lealtad al régimen se sostiene precisamente en la dolarización de la economía pero, además, en la persistencia de ese “bendito bloqueo” del cual dicen estar en contra pero que en realidad es el hada madrina de sus fortunas personales.  

En buena encrucijada hemos quedado los cubanos de a pie. A merced de los hipócritas que en la Asamblea Nacional fingen buscar soluciones cuando en realidad la solución ya la tienen, aunque no para mejorar nuestras vidas, sino para sostenerse en el poder hasta que llegue el momento de “caer”, es decir, de mutar.

“Mutar” tal como cierto día, de la noche a la mañana, aquellos gusanos de los años 60, 70 y 80 se transformaron en lindas mariposas con alas del color de la “Reserva Federal”. Y si ayer nos encerraban en la cárcel por llevar un dólar con nosotros, hoy es más probable que terminemos en ella, o en el cementerio, si no lo tenemos para darle de comer a nuestra familia. 

La situación se ha vuelto tan extremadamente insostenible, las empresas e instituciones estatales están tan a la cabeza del mercado informal y la corrupción, que solo delinquiendo o emigrando se logra en cierta medida sortear las dificultades para que una familia se alimente y cubra las necesidades básicas de manera regular (aunque con marcadas “irregularidades”), de modo que esa aspiración a que el alto costo de la vida incentive la necesidad del trabajo como la principal fuente de ingresos y que, recuperadas las fuerzas productivas, comience a crecer la producción de bienes y servicios, es solo algo que se “piensa” de boca para afuera.

Lo que les escuchamos decir en reuniones y asambleas sobre una economía que intentarán arreglar (una vez más “sobre la base de nuestro sacrificio”) es puro cuento para la televisión nacional, maniobras de distracción para tontos y serviles en donde fingen que hacen algo, que buscan soluciones, cuando en realidad saben muy bien de qué va este juego, ahora que no quedan vacas ajenas que ordeñar.

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