martes, 19 de enero de 2010

El Dr. Loquero.

Por Rafael Pineiro.

Conocí al comandante Bernabé Ordaz (era uno de los pocos que en la isla podía seguir siendo llamado por el apelativo de Comandante) casi a mediados de la década de los noventa, justo un par de semanas antes de la crisis de los balseros. Era un tipo bajito, barbudo, afable y de voz nerviosa pero suave, que a pesar de la leyenda de amo y señor de los contornos de Mazorra, se mostraba diligente y cercano en cuanto se le proporcionaba la posibilidad. Quizás todo formaba parte del juego, no lo sé. Lo que sí era cierto es que en el Hospital psiquiátrico de La Habana predominaba su mando y su palabra. Los “locos” lo adoraban como si de un semi Dios se tratase. Era curioso ver como al minúsculo nivel de los terrenos de Mazorra se repetía casi a la perfección el fenómeno de culto a la personalidad que ya en los amplios márgenes de la isla se le propiciaba al propio Castro. Bueno, en fin de cuentas hablamos de un par de tipos barbudos…

También dentro de los contornos del loquero se jugaba a aquello del policía bueno y del malo que a veces tanto resultado da. Ordaz, por supuesto, era el adorable mesías, que envuelto en aura milagrosa repartía bonanzas y milagros por doquier. El malo de la película era Inclán, el odiado administrador al que los pacientes identificaban con todas las vicisitudes y miserias que se engendraban y proliferaban en el lugar. Que si se perdió esto, la culpa es de Inclán… que si aquella galera parece un presido es debido a que Inclán… que si la comida y los zapatos, que si las sábanas y colchas, ventanas y pedestales…

Acaban de morir 26 pacientes psiquiátricos en Mazorra. Y acaban de morir de frío. Creo que ni la vieja y odiada república de antes del 59 podría haberse desprestigiado tanto con tan inusual vergüenza. Y curioso me resulta que el régimen, aunque luego intente buscar chivos expiatorios, se haya decidido a cargar con la responsabilidad política de tanta desazón y tanto horror. Porque, en este caso a diferencia de un, digamos, remolcador “13 de Marzo”, los hechos han sido reconocidos de pe a pa por los propios esbirros. Así que quienes remilguen de Castro tendrán a partir de ahora una poderosa arma a su disposición para hacer frente a cualquier propagandista barato del régimen. “No, porque la revolución tao y tao y tao…” “Ya, compadre, no jodas tanto que se les murieron 26 locos de frío en plena isla del Caribe, viejo…”

Una cosa sí tiene que estar clara. Estas muertes no han sido circunstanciales ni pueden haberse tramitado en un dos por tres a causa del gusano frío. Para que estos pobres pacientes de Mazorra hayan fallecido ha hecho falta la acumulación larguísimo de miserias y de hambre, de falta de medicamentos y cuidados, de enfermedades sobre añadidas e inmunodepresiones correspondientes. Vaya, que no se trata de implantar un oprobioso record de la noche a la mañana… y a quienes pretenden que el castrismo quede en los anales de la historia por las buenas intenciones y por la propaganda demagógica, les tengo malas noticias: el mundo no suele dejar pasar la muerte de tantos infelices de manera tan vaga. La historia juzga.

Ordaz e Inclán murieron hace varios años. No importa en lo más mínimo. Nada habría sido diferente en este caso. Y es que no se trata de personas… se trata de conglomerados y sistemas.
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