lunes, 18 de enero de 2010

Holawton.

Por Orlando Luis Pardo Lazo.

Parterres apachurrados. Rastras que dejan rastros de concreto batido sobre el asfalto, luego pulverizándose hasta formar verdaderas oleadas de polvo. Tener que vivir con las puertas y ventanas cerradas de par en par, en plena loma de la Avenida de Porvenir, con la paranoia de padecer enfermedades respiratorias o por lo menos alérgicas. Letargo doméstico de intramuros, afuera la ciudad se reconstruye a golpes de cemento y ron.

Los vecinos se quejan en los periódicos oficiales, pero tampoco es para tanto la tragedia de este barrio barrido por el Ministerio de la Construcción. Lawton y La Habana quieren crecer, desperezarse, incluso despedazarse. Además, están resucitando al estadio de softball Buttari, único semicírculo donde en mi adolescencia pude conectar un home-run: literalmente botar la pelota del parque.

Motoniveladoras, calcinadoras de chapapote o asfaltín, piedras rodantes, grúas chismosas sobre las azoteas, martillos neumáticos, cables y trincheras albañales, pinturas para las fachadas, cascos y botas, hombrones de palabrotas y torsos desnudos bajo el sol bemol del enerito invernal. ¡Ya estamos en la segunda década del segundo milenio, señores! Y diríase que de pronto llegó la tan cacareada recuperación económica: Lawton como vecindario canónico para el desarrollo del resto o los restos de mi país.

Más guaguas, más taxis estatales en CUC o ilegales de 10 MN. Metrobuses hasta Alamar o el Puente de Hierro sobre el Río Almendares o el Cotorro o el Malecón o Santiago de las Vegas o el Parque de la Fraternidad. Ya no quiero irme de aquí. Te pido perdón, arrabal arrebatado de remate, si alguna vez dije algo malo o macilento de ti.

Lawtonadánico.

A ratos, miope y dalawtónico. A ratos, mierda y milagro. Casi nunca suerte y casi siempre sudario. No dejes emigrar también mi memoria. No me tientes a denostarte en un periódico oficial. Mejor déjame alabarte en público plantado en 3 y 2 en un blog. Tú tampoco me borres de tu lista de fallos: quiero postrarme en la cola de los que no te supieron abandonar a tiempo.

Googlawton.cu: spot irreconocible e irreconciliable de nuestro mapaís.

La Loma del Burro pelada al rape, alopecia patria hasta de pinos. El paradero a full como en la Era Leyland dorada. Líneas de tranvías que no se dejaron desenterrar para ser subastadas como acero aséptico en Japón. Farmacias sobrecondonadas con medicina verde. Cafeterías de buena muerte y cero sándwiches y cangrejitos. Escalinatas al por mayor. Una destilería desterrada incluso de sí, pero aún enhiesta a los cielos en sepia de la post-revolución, los rescoldos del Gran Incendio de Lawtondon aún humeantes en el terror de los más antiguos (y ya casi no quedan viejos: todo es molicie y modernidad). El matadero a secas, con los validos desvalidos de las vacas de pie en un tren (Cuba entera ha viajado con ese estilo de res). El Conte y el Ferroviario: ruinas a la espera de su reparación después del Buttari. La Iglesia de la Camilo (sólo así la reconozco en mapa): ¿no es una magnífica síntesis de medio siglo de cortocircuito criminal? El Bombero, Los Polaquitos y El Visor, entre otros negocitos y ferreterías oxidadas por el olvido de sus dueños únicos y sus miles de administradores. Parques de framboyanes galantes, a la sombra sobreviviente de La República. Olor hondo a galleticas Siré, sí, señor: pioneros por el consumismo, ¡seremos como Siré...!

Y yo en medio de toda esta iconografía ictérica, tecleando vergonzosamente buches y baches de la verdad. Yo, gritándote en silencio dentro del tímpano: toque a rebato, truco rimbombante para que por favor no me des la espalda (ni la espuela) a mí. Yo, con mi garra andante, extraviado y extrañándote a mi preso albedrío. Yo, enamorawton de la nada vecinal que a ratos me berrea y a ratos me aburre, pero que igual siempre me absorbe: comentadme, no importa, ¡lawstoria me absolverá...!
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