viernes, 24 de mayo de 2013

La Habana, entre mugre y la indisciplina social.

Por Iván García.

Aunque la noche anterior un renqueante camión ruso pasó por el reparto Sevillano y una brigada recogió los desperdicios y escombros en varias calles, por la mañana, numerosos trastos volvieron acumularse en las esquinas.

"Es la de nunca acabar. Todas las madrugadas recorremos zonas del municipio Diez de Octubre recogiendo escombros. Llevamos a los vertederos toneladas de basura. Pero a las pocas horas las esquinas del municipio vuelven a desbordarse de tarecos", señala Orlando, 35 años, trabajador de servicios comunales.

Justo frente a la Plaza Roja, en el corazón del barrio habanero de La Víbora, en un inmueble desocupado, los vecinos vierten apreciables cantidades de desechos. Cada cierto tiempo, grandes camiones de volteo y un buldócer recogen la basura amontonada. A los pocos días vuelve el edificio derruido a llenarse de escombros y objetos inservibles.

No siempre los camiones de recogida pueden hacer sus rondas. Con una flota envejecida, los choferes hacen lo que pueden. Muchos de esos vehículos están parados por falta de piezas de repuesto. También la indolencia social provoca que personas se roben las ruedas de los contenedores de basura y con ellas fabrican carretillas. O por diversión, pandillas juveniles vuelcan los tanques de desperdicios en las calles.

Las autoridades de salud pública y epidemiología realizan campañas publicitarias en los medios para contrarrestar los vertederos ilegales. Pero su eco es escaso.

"La Habana es una ciudad altamente vulnerable a las enfermedades  relacionadas con la suciedad. Se pueden producir infecciones en la piel, cólera o dengue, debido a la insalubridad y también por ratas, ratones, mosquitos y mal tratamiento químico del agua", señala una especialista.

A pesar de algunos brotes de dengue y cólera, en La Habana no se han sucedido epidemias de gran alcance. Hasta hora. Aunque el dengue se ha convertido en una enfermedad casi endémica.

Por falta de un servicio de agua potable las 24 horas, un alto segmento de la población se ve obligada a depositarla en envases. No siempre con la mayor higiene o cuidado. Esto ha traído que las larvas del mosquito trasmisor del dengue hemorrágico sea muy difícil de eliminar.

"Cortar el ciclo de la epidemia del dengue ya va resultando una quimera imposible. Mientras en Cuba existan las actuales condiciones de vida y siga escaseando el agua potable, erradicar el dengue es como luchar contra molinos de viento", asegura el jefe de una brigada dedicada a fumigar las casas para prevenir la enfermedad.

Por falta de cestos, los transeúntes suelen tirar a la calle, cucuruchos de maní, latas de cerveza y cualquier otro desperdicio. Debido al reducido número de baños públicos, en las noches, sobre todo en lugares donde hay bares, cafeterías y centros nocturnos, muchos orinan o defecan en la vía pública, en cualquier rincón o escalera de un edificio.

La apatía de la sociedad y el descontento de ciertos ciudadanos se ven reflejados en pequeños actos vandálicos a teléfonos públicos, cajeros de banco y ómnibus del transporte urbano.

La mugre y el mal olor han convertido a la capital en la ciudad más sucia de la isla. La escasez de depósitos de basura y la indolencia social provocan que las calles se desborden de escombros y desperdicios.

"De seguir esa acumulación de suciedad y poco cuidado en el tratamiento del agua, una epidemia de grandes proporciones pudiera desencadenarse en La Habana en un futuro cercano", alerta un epidemiólogo. Bastante bien hemos salido por ahora.
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