martes, 24 de septiembre de 2013

Mariel, la gran apuesta de Castro al capitalismo.

Por Rolando Cartaya.

“Orden, Disciplina y Exigencia”. Si las virtudes teologales eran “Fe, Esperanza y Caridad”, y la divisa de la revolución francesa “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, Raúl Castro ha acuñado su propio tríptico para inscribirlo a la entrada de la “Zona Especial de Desarrollo Mariel” (ZEDM), pieza clave de su sibilino tránsito al capitalismo de Estado, aun antes de que se deposite el primer contenedor en un muelle, o se asiente en el área, 45 kilómeros al oeste de La Habana, la primera maquiladora construida por inversores extranjeros.

"El Mariel es un puerto moderno para barcos de gran calado, se trata de la obra más compleja realizada en Cuba y es por ello que allí tiene que primar desde el principio orden, disciplina y exigencia", dijo Castro, citado por la televisión estatal, durante la reunión, el jueves, del Consejo de Estado donde se aprobó el Decreto-Ley de la ZEDM.

Aunque habrá que esperar por la publicación en la Gaceta Oficial del Decreto-Ley, el Reglamento y las siete resoluciones complementarias, la información en el órgano del PCC dice que para la concreción de la zona se estudiaron durante los últimos años, “experiencias similares en diferentes naciones del mundo, las cuales luego fueron adaptadas a nuestro contexto”.

¿Qué es una zona económica especial?

El economista oficialista Pedro Monreal ha visto en el megaproyecto de Mariel una de las pocas oportunidades reales que tiene Cuba para uncir su vagón al tren del desarrollo. Algo así como el Supermán del cuento que trató de despegar del muro del Malecón y no pudo porque tenía un montón de cubanos agarrados de la capa y diciéndole "Dale que tú puedes".

El principio es el mismo de las llamadas zonas de desarrollo tecnológico y económico –o simplemente zonas de desarrollo-- que como parte de su reforma económica inició China en 1978, con el fin de fomentar la Inversión Extranjera Directa (IED). A Pekín le ha ido tan bien con elllas que se pronostica que en 2025 la economía china se convertirá en la primera del mundo. Pero no se trata, como la pólvora y los fideos, de un invento chino, sino de la adaptación autoritaria de un invento ajeno.

Se denomina zona económica especial (ZEE o SEZ por sus siglas en inglés) a una región geográfica que posee leyes económicas y de otro tipo orientadas en mayor o menor medida a una economía de libre mercado. Las leyes de "alcance nacional" pueden ser suspendidas dentro de una zona económica especial.

La categoría abarca un amplio espectro de tipos de zonas más específicas, incluidas las Zonas de Libre Comercio (FTZ), Zonas de Procesamiento de Exportaciones (EPZ), Zonas Libres (FZ), Parques industriales o Estados Industriales (IE), Puertos Libres, Zonas de Emprendimientos Urbanos y otras.

Por lo general la finalidad de este tipo de estructuras es incrementar la inversión directa por parte de inversores extranjeros, como puede ser una empresa internacional o una corporación multinacional.

Una Zona de Libre Comercio (ZLC) o Zona de Procesamiento de Exportaciones (ZPE) --también llamadas zonas francas y antes puertos libres,es un área en que determinados bienes pueden ser desembarcados, manipulados, fabricados o reconfigurados, y reexportados sin la intervención de las autoridades aduanales del país sede.

Las zonas francas se organizan alrededor de los principales puertos marítimos, aeropuertos internacionales y fronteras, áreas que ofrecen ventajas geográficas para el comercio. Puede ser una región común en la que un grupo de países se ha comprometido a reducir o eliminar las barreras comerciales. Pero en general  las Zonas de Libre Comercio pueden definirse como centros industriales de trabajo intensivo que media entre la importación de materias primas o componentes y la exportación de productos elaborados de alto valor agregado.

La primera zona de libre comercio del mundo se estableció en Shannon , Irlanda (Shannon Free Zone) como un intento del Gobierno irlandés para promover el empleo en una zona rural, utilizar un pequeño aeropuerto regional y generar ingresos para la economía irlandesa. Fue un gran éxito y ha sido adoptada alrededor del mundo, sobre todo en países en vías de desarrollo. En  2003, las zonas francas industriales establecidas en 116 países empleaban a 43 millones de personas.

A las empresas que se instalan en dichas zonas se les suelen ofrecer ventajas fiscales como incentivo. Por lo general , estas áreas especiales se establecen en regiones subdesarrolladas del país sede, con el fin de atraer a empleadores y por tanto reducir la pobreza y el desempleo y estimular la economía del área. Empresas multinacionales como Adidas, Nike o Levi’s Strauss suelen establecer en ellas fábricas de ropa,  zapatos y otras mercancías de valor agregado.

Del socialismo real al capitalismo de estado.

En países de economía centralizada y planificada como era China antes de Deng  Xiaoping, las zonas francas se establecieron como Zonas Económicas Especiales (ZEE), suerte de laboratorio para la aplicación de los principios liberales de la economía de mercado, atraer la inversión extranjera, aumentar los ingresos en divisas, desarrollar las industrias orientadas a la exportación y generar oportunidades de empleo. Compárese con estos párrafos de la información de los medios oficiales cubanos sobre la ZDEM:

“Esta Zona nace a partir de los acuerdos refrendados por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba que, en su Lineamiento 103, promueve "la creación de Zonas Especiales de Desarrollo que permitan incrementar la exportación, la sustitución efectiva de importaciones, los proyectos de alta tecnología y de desarrollo local; así como contribuir a generar nuevas fuentes de empleo".

“Según se precisó en la reunión, en dicha Zona se pondrán en práctica políticas especiales, con el objetivo de fomentar el desarrollo económico sostenible estimulando la inversión extranjera y nacional, la innovación tecnológica y la concentración industrial”.

Aunque a elementos de la cúpula gobernante cubana todavía les rechinan los dientes al pronunciar “inversión extranjera”, sin duda están muy conscientes de que sin ella ninguno de los propósitos del lineamiento 103 sería factible. El futuro del enorme proyecto del Mariel no sería mejor sin capitales foráneos que el de la planta electronuclear de Juraguá, un plan faraónico de Fidel Castro cuya carcaza vacía e inútil lleva más de veinte años oxidándose y corroyéndose con el salitre de la Bahía de Cienfuegos.

En China la primera etapa de la apertura a la inversión extranjera, a finales de los 70 y principios de los 80, coincidió con el permiso para que los emprendedores abrieran negocios, si bien la mayor parte de la industria siguió siendo de propiedad estatal (¿le suena?).

La segunda etapa, desde fines de los 80 y durante los 90, consistió en la privatización y la subcontratación de muchas industrias de propiedad estatal y la eliminación de controles de precios, políticas proteccionistas y regulaciones.  Dadas sus apreturas financieras, La Habana podría querer abreviar el plazo chino, renunciando  al menos en ese campo al conservador “sin prisa pero sin pausa” raulista. Quiénes acudirían a aprovechar tales ventajas es harina de otro costal, al menos mientras siga vigente el embargo estadounidense.

La ZEDM y los cubanos (de a pié)

A pesar de que el Granma asegura que en la ZEDM podrán participar personas jurídicas nacionales o personas naturales, es dudosa una apertura real a la participación de capitales privados nacionales, considerando la dimensión liliputiense de los negocios autorizados por el gobierno a residentes en la isla, y el requisito de residir en el país que invalida, por contradecirse con el embargo, a la mayor y más rica de las tribus cubanas dispersas por el mundo, la de los cubano-estadounidenses.

La participación de los cubanos por debajo de la cúpula más bien parece ceñida a la “concentración industrial”: mano de obra cualificada, relativamente saludable y una de las más baratas del mundo: obreros que con un salario medio de unos 19 dólares mensuales venderían su alma por unos cuantos dólares más. Privados, además, de derechos laborales como los de libre sindicalización, negociaciones colectivas y huelga. Y seguramente comprometidos por escrito con el Orden, Disciplina y Exigencia de Raúl Castro.

Lo que podrían encontrar los trabajadores cubanos en las futuras maquiladoras del Mariel irónicamente lo ilustra bien una apóstol de la antiglobalización, ese movimiento en el que tanto se regodea la televisión cubana cuando sus activistas son captados en cámara vandalizando McDonald’s y apedreando policías. En su exitoso libro NO LOGO, la canadiense Naomi Klein incluye esta descripción:

“Independientemente del país donde se hallen las zonas de procesamiento de exportaciones, las condiciones de los trabajadores tienen una sorprendente similitud: la jornada laboral es larga; hasta catorce horas en Sri Lanka, doce en Indonesia, dieciséis en el sur de China y doce en Filipinas. La gran mayoría del personal se compone de mujeres, siempre jóvenes y que siempre trabajan para subcontratistas de Corea, Taiwan o Hong Kong”

“Los contratistas reciben pedidos de empresas de EEUU, Gran Bretaña, Japón, Alemania o Canadá. La gestión del personal es de corte militar. Los supervisores son a menudo arbitrarios. Los sueldos están por debajo del nivel de supervivencia,  y el trabajo es poco cualificado y tedioso. Estos reductos de industria pura se ocultan tras un manto de transitoriedad: los contratos van y vienen sin aviso previo; los trabajadores son predominantemente inmigrantes, alejados de sus lugares natales y con pocas relaciones con las ciudades o las provincias donde se hallan las zonas; el trabajo mismo es a corto plazo y a menudo no se renueva” [...]

“En las zonas reina el miedo. Los gobiernos temen perder sus fábricas extranjeras; las fábricas temen perder sus marcas clientes; y los obreros temen perder sus inseguros trabajos. Estas fábricas no están construidas sobre la tierra, sino en el aire”.
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