lunes, 6 de julio de 2015

Los cubanos inventan para sobrevivir a la escasez.

Por Silvina Heguy.

Alejandra es de aquellas personas que necesitan guardar objetos para cada tanto comprobar que su memoria no le hace trampa, que existieron. En un cajón de su casa tiene un cartón donde se lee: «Libreta de grasas, aceite y manteca». Está fechado en 1961 y es elantecedente de la libreta de racionamiento que asigna a cada cubano una cantidad de alimentos básicos para comprar a bajos precios en las bodegas estatales y que no llega a cubrir el consumo básico mensual de una persona.

«Ya en esa época había dificultades y supuestamente era la buena época», cuenta en su living desde donde se ve el barrio Los Sitios, en Centro Habana, y que ella llama «la Cuba a la que no le toca».

«No le toca –enumera– la bonanza de los dólares» que en estos días trae el turismo estadounidense después del anuncio del 17 de diciembre del año pasado que provocara el deshielo en la relación cubano-estadounidense y flexibilizara los permisos de viaje. «No le toca tampoco –continúa enumerando– las remesas que envían los cubanos en el exilio a sus familias. Tener o no acceso a las divisas abre una brecha que se agranda cada vez más entre los cubanos, que nos separa entre los que tienen o no posibilidades económicas», explica con el cartoncito con varios sellos en su manos.

Las noticias sobre Cuba han vuelto a ocupar los primeros puestos de la agenda internacional después del anuncio de diciembre. Alejandra vive a una cuadra del Malecón, el paseo costero de La Habana, y a unas quince cuadras de donde el 20 de julio comenzará a funcionar la embajada de EE.UU. en Cuba, el anuncio histórico que se dio esta semana. Cambios que en Cuba provocan expectativas, preguntas y esperanzas de que el próximo paso sea el fin del embargo –el bloqueo, según el gobierno cubano– decretado por Washington y que asfixia a la economía nacional. El pedido del presidente Barack Obama para que el Congreso estadounidense termine con la medida despierta el mayor interés, aún más que las medidas formales de la diplomacia.

«Somos expertos en la industria del invento para suplir las carencias»

Mientras tanto, Cuba espera y los cubanos perfeccionan los mecanismos de invención para sobrevivir a la escasez, a la falta de transporte, a los problemas de infraestructura y vivienda. Cuba importa el 80 por ciento de lo que consume. «Decimos que somos expertos en la industria del invento para suplir las carencias, pero siempre ese invento tiene origen ilegal porque la iniciativa privada recién comenzó a permitirse hace poco. Entonces, todo lo que se hace está fuera de la ley. Desde arreglar el carro a comprar maní en la calle», explica Enrique, un ingeniero que prefirió convertirse en taxista para turistas extranjeros para ganar más dinero. Si seguía como empleado en el Estado, su sueldo no alcanzaría los 24 euros. «Con eso le puedo cobrar un paseo de una hora a un europeo», aclara.

La economía cubana se encuentra en pleno proceso de apertura y también despierta expectativas. Las reformas comenzaron con la llegada del actual presidente Raúl Castro al poder para reemplazar a su hermano, Fidel, cuando enfermó. Fue en 2008 y tras un largo debate de las bases del Partido Comunista Cubano, que su Congreso partidario decidió encarar una transición hacia una economía mixta, pero que no sería capitalista. También reafirmó que en el país solo existiría un partido: el de gobierno.

Surgieron así los pequeños negocios privados, como los taxis, el alquiler de casas en moneda extranjera, los bares; también se legalizó la compra y venta de inmuebles, de autos, electrodomésticos y celulares entre cubanos y, en mayo de 2014, se promulgó una ley de inversión extranjera. Después de un año, el balance oficial marca positivo. El turismo representa el 42% del total de lo invertido desde el exterior.

En noviembre, el gobierno cubano ofreció una cartera de oportunidades para extranjeros en forma de 246 proyectos, con un volumen de negocio total de 8.700 millones de dólares. Ese paquete y el desarrollo del puerto Mariel, a 45 kilómetros al Oeste de La Habana, pretende atraer recursos por más de 2.000 millones de dólares anuales, según fuentes oficiales. Esa zona portuaria se presenta como el futuro del comercio de la región caribeña, una especie de Singapur, que seduce a posibles inversionistas.

Mientras tanto los cubanos esperan, buscan soluciones al presente de escasez que -como para Alejandra- tiene mucho, demasiado, de un pasado que amenaza, o al menos muestras signos, de desaparecer.
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