lunes, 14 de enero de 2019

El hundimiento del remolcador ‘13 de Marzo’, un crimen impune.

Junta editorial de El Nuevo Herald.


La gran tragedia del pueblo cubano abarca insólitos e innumerables capítulos de sufrimiento. Desde los fusilamientos en el paredón al grito de “¡Viva Cuba Libre! ¡Viva Cristo Rey!” a principios de la revolución castrista, hasta el calabozo para quienes hoy practican la libertad de pensamiento inherente a la condición humana, la maldad en sus diversas manifestaciones no cesa.

De ese clima de asfixia que ha posicionado al pueblo cautivo de espaldas al progreso, millones han escapado a lo largo de casi seis décadas. Huyen de la impotencia, del desaliento, de la represión, de la falta de oportunidades. Los más valientes se arriesgan en travesías que a menudo los obligan a bracear en el rugiente mar, guerreando contra sus olas para no hundirse, o peor aún, han visto a sus seres queridos sumergirse en las aguas sin emerger.

Sucedió la madrugada del 13 de julio de 1994, a siete millas de las costas habaneras. Tres embarcaciones del Estado cubano equipadas con tanques de agua embistieron un viejo barco remolcador llamado “13 de Marzo” con unas 70 personas a bordo que se fugaban de la grave crisis económica que flagelaba la isla, buscando un mejor porvenir allende los mares, en el paraíso de “la Yuma”.

Los potentes cañonazos con mangueras de alta presión apuntando desde varias direcciones continuaron durante unos 45 minutos, empujando a las víctimas desarmadas hacia las turbulentas aguas marinas, no obstante que revelaban indicios de haberse rendido. Incluso la súplica de mujeres y niños, que alzaban en brazos clamando a gritos auxilio, fue ignorada deliberadamente por esos atacantes con corazón de hielo.

Un horrendo crimen se consumó ese día, dejando al menos 37 personas muertas identificadas, entre ellas 10 menores. La venganza y el odio tenían que cebarse en aquellos que cometieron el pecado de soñar con libertades.

La masacre -como otras de impensable crueldad bajo la égida de Fidel Castro- pervive en la memoria del exilio en Miami a 23 años de la tragedia.

El régimen cubano ha negado reiteradamente su responsabilidad en el hundimiento de la embarcación. Sin embargo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, tras una exhaustiva investigación, dictaminó que el naufragio no fue accidental, sino un acto premeditado e intencional por parte de sus fuerzas de seguridad; una descarnada violación de los derechos a la vida, la integridad física y el libre movimiento.

Aun así, y pese a los recursos presentados por los supervivientes ante organismos multilaterales como Naciones Unidas, Cuba aún no ha efectuado una investigación imparcial de los hechos, ni ha procesado y sancionado a los culpables.

Ya es hora de que la comunidad internacional exija a Raúl Castro el pago de una justa indemnización compensatoria a los sobrevivientes que aún esperan justicia y necesitan conocer la verdad sobre los cadáveres que jamás fueron entregados dignamente a sus familias.

Las futuras negociaciones políticas y económicas entre Washington y La Habana ante todo deben tomar en cuenta la agonía de los ahogados del remolcador “13 de Marzo” y de tantas otras víctimas anónimas cuyos crímenes continúan impunes.

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