sábado, 30 de septiembre de 2023

¿Por qué Cuba es un país improductivo?

Por Alberto Méndez Castelló.

Miguel Díaz-Canel con trabajadores de la agricultura.

Cuba, archipiélago de economía agropecuaria con experiencia de cinco siglos, hoy se encuentra empantanada en una crisis socioeconómica de la que no se avizora el final. Es el nuestro un país con diversidad de suelos, cuencas hídricas, embalses para la irrigación y un clima tropical con una época de lluvias bien definida (de mayo a octubre), pero que, a pesar de eso, sufre carencias alimentarias sin precedentes.

Esas características de clima y suelos permiten establecer siembras de cultivos tanto anuales como estacionales, entre los que son de elevados rendimientos los pastos para el ganado, la caña de azúcar para la agroindustria, y como alimento del rebaño, y diversas variedades de plátanos, viandas o frutas. También son posibles dos cosechas de granos como maíz, arroz o frijoles (una en primavera y otra en otoño, llamada de “frío”) y productos de huerto, como pepinos, tomates, ajíes, cebollinos, calabazas y melones, entre otros.

En ese escenario, desde el punto de vista agrícola, económico, jurídico y sociológico, es útil preguntar: ¿Por qué Cuba hoy es un país improductivo, si desde sus aborígenes hasta los colonizadores y luego la nación toda en eclosión, por más de 400 años, se sustentaron de sus tierras? ¿Por qué en la actualidad escasean los alimentos si en los años cincuenta del pasado siglo la Isla poseyó una res por habitante y fue el mayor productor de azúcar de caña del mundo, e incluso en la crisis de los años noventa del pasado siglo (eufemísticamente llamada “Período Especial”) la agricultura tuvo crecimientos notables en varios cultivos?

Muestra de que hoy el castrocomunismo es un sistema sociopolítico agotado es el hecho de que tras el derrumbe de la extinta Unión Soviética (URSS) y demás países satélites comunistas -que sostenían al régimen (con maquinaria, combustibles, piezas de repuesto y demás recursos)- la agricultura cubana logró producciones superiores a la etapa de pre crisis de finales de los ochenta y principios de los noventa en cultivos tales como plátanos, maíz, frijoles, frutas tropicales, cítricos y tubérculos. Se trata de producciones que hoy, transcurridos 23 años del siglo XXI, a los cubanos parecería un sueño. Pero ese sueño tiene precedentes de agotamiento en nuestra ruralidad.

Es obvio que no puede existir producción agrícola ni en ningún otro ramo sin mano de obra. Luego, es un reflejo de nuestras carencias de productos agropecuarios que si la población rural cubana ascendía a 56% en 1958, ya para 1990 había descendido a 25%. Esa cifra hoy, con cientos de miles de cubanos huyendo de su país, es muchísimo mayor. Solo las labores de procesamiento de la caña empleaban a unos 200.000 trabajadores fabriles azucareros; y, en su conjunto, la agroindustria azucarera daba empleo a más de 400.000 trabajadores, que era el 12% de la fuerza de trabajo empleada en el país. Esto significa que, entre los obreros y sus familias, unos dos millones de cubanos dependían de la agroindustria azucarera, pero también producían bienes de consumo para la nación y para la producción de divisas por exportación de azúcar, rones, mieles y otros derivados.

Cuba es hoy un país improductivo porque la población rural (esa que prepara la tierra, siembra, cultiva y cosecha) y la población urbana vinculada a las producciones fabriles agropecuarias (esas mujeres y hombres que un día dieron vida al campo cubano y operaron industrias) desde hace muchos años han sido abandonados a su suerte. Fueron mal pagados, mal alimentados y malas fueron sus oportunidades para adquirir una vivienda confortable. Así fue año tras año. Y la población del campo emigró y los obreros de las industrias dijeron “a mí hacen como que me pagan, y yo hago como que trabajo”.

Conciso, en su libro Azúcar y población, ya en 1927 Ramiro Guerra resumía siglos de trabajo familiar en el campo cubano cuando expresó: “El agro cubano queda fuertemente constituido y Cuba contaba con miles de familias sólidamente organizadas, arraigadas en tierras propias, el cultivo y explotación de la cual dirigían personalmente gente bien acomodada al medio, anhelosa de progreso, de autonomía política y de desempeñar en su país el papel preponderante a que le daba derecho su ilustración, su arraigo y valor individual y colectivo”.

Ya en los campos de Cuba apenas si quedan familias, y todavía menos son las que permanecen “arraigadas en tierras propias”, porque ya demasiadas de ellas perdieron las esperanzas de “progreso, de autonomía política y de desempeñar en su país el papel preponderante” que debían darles sus derechos como productores honrados y que los comunistas le han negado, privándoles de la propiedad de la tierra, y hasta de sus costumbres, que fueron las de sus ancestros, reduciéndolos a la categoría oficial de “agricultores pequeños”. Así llegaron los cubanos a la situación de emigrados (hasta en su propio país) y Cuba a la miserable condición de país improductivo.

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