viernes, 25 de junio de 2010

Cuerno de la pobreza.

Por Miguel Iturria Savón.

Ni la prensa plana ni la televisión cubana comentaron las cifras publicadas la semana pasada por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), las cuales desmienten las expectativas de crecimiento anunciadas por el gobierno y corroboran que la isla no es una burbuja dentro de la crisis económica mundial.

Cuba logró reducir su déficit comercial en el 2009 con relación a años anteriores, pero disminuyó su producción de petróleo, la compraventa de mercancías y fue afectado el sector de la salud para exportar médicos y obtener divisas.

La producción de petróleo se redujo en casi 300.000 toneladas en el 2009 con relación al 2008, mientras la extracción de gas natural se estancó. La producción de petróleo del año anterior fue de 2,78 millones y la de gas equivalió a 1,15 millones de toneladas, por debajo de los 3 millones y 1,16 obtenidas en esos energéticos en el 2008.

Aunque la ONE no detalló las causas del descenso productivo, coincidió con la compra forzada de las concesiones de las empresas canadienses Pebercan y Sherrit International, aunque la última continúa sus operaciones en otros bloques petroleros, situados en un tramo de más de 100 kilómetros del noroeste y procesada en la refinería de Cienfuegos, en el centro-sur de la isla.

Las afectaciones del oro negro son menores que las ocasionadas por la importación y exportación de mercancías, pues Cuba mantuvo la adquisición de 93.000 barriles por día fundamentalmente de Venezuela, quien financia el crudo a precios de socios.

La misma fuente aseguró que las exportaciones cubanas alcanzaron unos $ 3.100 millones y las importaciones $ 9.621millones, para un volumen total de compraventa de 12.721 millones en el 2009, lo que representa una caída del comercio del 34% con relación al 2008, lo cual implica menos materia primas para la industria nacional y más carencias de productos imprescindibles para el mercado interno.

En el 2009 Venezuela fue nuestro primer socio comercial con un valor de $3.389 millones, 36%menos que lo intercambiado en el 2008. Les siguieron China con un intercambio de $1821millones (21% menos), España, Canadá y los Estados Unidos, donde la isla adquiere alimentos y medicinas desde el 2001, aunque esa potencia le exige el pago en efectivo y no compra mercancías cubanas por las restricciones del embargo. La compra en USA durante el 2009 ascendió a 729 millones, con una caída del 30% con respecto al 2008.

Si bien esas cifras son escamoteadas a la población, ajena a los negocios gubernamentales con el “enemigo histórico”, revelan en parte la dependencia externa y el aumento de la pobreza en la isla, que gastó en el exterior 2,860 millones para adquirir petróleo y derivados, inferior a los 4.926 millones del 2008, y 1.614 millones en alimentos por debajo de los 2.381 del año anterior.

En ese cuadro de caída de importaciones y de crisis de liquidez, Cuba redujo en 48,95 % su intercambio de mercancías con Canadá; y un tercio con España (36.44) y Venezuela (35.79), principal aliado y sostenedor del gobierno de los hermanos Castro.

Las cifras expresan el aumento de la pobreza y la escasez de productos elementales, pues el comercio exterior se contrajo en el 2009 con menos importación de bienes: de 14 mil millones 234 mil 94 dólares en el 2008 a 909 mil 541 en 2009, equivalente a una caída del 37%, en correspondencia con la política de reducir las compras y favorecer la balanza de pago en detrimento de la población, atenazada por el desestimulo dado los salarios de miseria que recibe del Estado, único patrón y empleador.

Con Brasil, Italia, México, Alemania y Holanda las cifras oscilaron también en picada, aunque el intercambio con México mejoró con relación a otros años, pero con merma del 17%.

Los dígitos de la oficialista Oficina Nacional de Estadística certifican la incertidumbre de un país sojuzgado por el centralismo y la burocratización extrema. Si el gobierno promueve una transición económica y desata las fuerzas productivas empezaremos a salir de las ruinas. Solo así la eficiencia dejará de ser una consigna política.
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