domingo, 14 de junio de 2015

Carne de res, solo para privilegiados.

Por Roberto Jesús Quiñones Haces.

Carnicería cubana (foto de Internet)Una prohibición insólita que tenemos los cubanos en la Isla es el sacrificio del ganado mayor y el consumo de sus carnes, penalizado con severas condenas de cárcel

Entre la lista de prohibiciones impuesta a los cubanos desde 1959 hasta hoy está la imposibilidad de pescar libremente,  tener un bote  y pasear alrededor de la isla o brindarle a nuestros hijos una educación en escuelas que no sean estatales, entre otras. Hasta hace poco estuvo prohibido alojarse en un hotel, la venta de autos adquiridos después de 1959 y la de las viviendas, poder salir del país sin permiso del gobierno, poseer divisas  y comprar en las  tiendas  para turistas y técnicos extranjeros.

Otra prohibición insólita que tenemos los cubanos es el sacrificio del ganado mayor y el consumo de sus carnes, penalizado con severas condenas de cárcel. Desde hace  más de 25 años comerse un bistec de res se ha convertido en el sueño de la gran mayoría de los cubanos. Aquí eso sólo pueden hacerlo los jefes, los turistas y quienes tienen el dinero para comprarla en las tiendas recaudadoras de divisas, o el valor suficiente-y también el contacto-para comprarla ilegalmente. Ya  ni en los más encumbrados restaurantes aparece el añorado filete.

El delito de Hurto y Sacrificio Ilegal de Ganado Mayor es quizás único en la historia de la jurisprudencia internacional. Tuvo su antecedente en la Ley 1018 de 1962, que el pasado mes de marzo cumplió 53 años y mediante la cual los dueños de ganado vacuno fueron obligados a vender sus carnes únicamente al estado, quedándoles prohibido  su consumo.

En su libro “Los delitos en especie”, el Dr. José A. Grillo Longoria afirmó que antes de 1959 un gran porciento de los cubanos no podía consumir carne de res y que esa ley garantizaría que todos los habitantes del país pudieran consumirla regularmente. Por tal razón, aseguraba el distinguido profesor de Derecho Penal, los esfuerzos del estado por aumentar la producción de leche y carne de res serían inútiles si se reprimiera con benignidad al que por afán de lucro o irresponsabilidad sacrificara ilegalmente a esos animales.

Cuando escribió eso él sabía, por su edad, que en Cuba siempre hubo leche y carne, aún en los tiempos de peor sequía. De vivir  podría comprobar que esa decisión incomprensible  ha sido  la causa principal de que la masa ganadera cubana haya decrecido de forma continua desde 1962 hasta hoy. Hoy en día es mucho mayor el número de cubanos que no puede tomarse un simple vaso de leche, incluidos los niños, así como el de aquellos que hace años no prueban un pedacito de esa carne. Comprobaría que las crueles sanciones que él defendió no han podido detener la comisión de un delito inventado por los barbudos, cuya implementación ha provocado que  malvivan en las cárceles  miles de  cubanos sancionados a treinta y hasta más de cincuenta años por haber sacrificado una res.

Imposibilitada de matar las reses de su propiedad, de comer sus carnes en los restaurantes o de adquirirlas en las tiendas recaudadoras de divisas debido a sus altos precios, la gran mayoría de los cubanos tiene que acudir al mercado negro, surtido por los matarifes y  los trabajadores de los mataderos, para poder comerse un bistec. En la red mayorista un kilogramo cuesta 10 CUC, más del 50% del salario promedio mensual.

Según una fuente cuya identidad preservamos debido a que trabaja en el Matadero de Guantánamo, el director de este lugar es el señor Gustavo Osorio, un coronel retirado de las Fuerzas Armadas que cree estar todavía en un campamento militar debido a los métodos que usa contra de sus trabajadores.

Como miembros de su equipo ha nombrado a Lioel Cantillo Pelegrín, un ex policía que  es el Jefe del área de sacrificios y a Feliberto Espínola, otro ex policía que ocupa el cargo de Jefe de Mantenimiento.

Por si fuera poco, el mayor Liranza, perteneciente a la policía económica, visita continuamente el matadero y de conjunto con los mencionados,  realiza chequeos sorpresivos a los puestos de trabajo sin ser estas sus funciones de trabajo. Como resultado de estas acciones el trabajador Manuel Reyes Calderín fue sorprendido la semana pasada con 10 libras de carne de res dentro de sus ropas, lo cual le costó permanecer dos días encerrado en un calabozo, la expulsión del trabajo y estar pendiente de juicio.

Un bistec de res, que antes de 1959 costaba junto con unos plátanos fritos y una ración de arroz con frijoles unos 25 centavos, ahora engrosa la larga lista de carencias de los hogares cubanos. Súmesele además el añadido de que el riesgo del gustazo puede conllevar un trancazo consistente en muchos años de reclusión.

Y como todo lo que ocurre en Cuba, la culpa no es de nuestros dirigentes sino de otros. En este caso de las vacas, que no quieren engordar, aumentar sus crías o darnos leche. ¡Ah, lo olvidaba!,  también del embargo.

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