viernes, 12 de junio de 2015

Los carros del castrismo.

Por Paulino Alfonso Estévez.

380_autoviejoEn 1959 Cuba estaba en los primeros lugares en el continente americano en cuanto a desarrollo económico. En lo referente a autos, estaba en el tercer lugar, solo superada por los EE.UU y México. Hoy está en el penúltimo lugar, solo por encima de Haití.

Esto se debió principalmente a que durante 54 años solo se importaron medios de transporte -incluso las bicicletas- solo para uso estatal y siempre que el pago fuera preferentemente en azúcar, de acuerdo a lo convenido con el CAME. Eso también se aplicó en la ocasión, a finales de los años 70, en que la dictadura militar argentina vendió al régimen cubano autos y ómnibus de turismo.

La primera y más grande fuente con la que contó el régimen castrista para adquirir autos fue la confiscación sin pago a sus dueños de todos los carros de los que emigraron. Los autos de calidad pasaban a la reserva del Comandante. Excepcionalmente, algunos eran asignados a los miñones más fieles al régimen, o a artistas y deportistas, por la autorización única y expresa de Fidel Castro.

Como ejemplo de esto último, citaré dos casos. El primero, el de la entonces despampanante actriz Rosita Fornés, a quien el Líder asignó un MG descapotable para su uso particular. El otro caso, fue el del músico Pedro Izquierdo, más conocido por Pello el Afrokan, a quien el Comandante le asignó un Cadillac que luego se le decomisó, a pesar de que el artista lo había pagado al contado, y todo porque Fidel Castro consideró contrarrevolucionaria la letra de uno de sus mozambiques.

Fuera de este inusual procedimiento, los únicos automóviles, camiones o motos que se podían vender a particulares eran aquellos que hubieran sido adquiridos antes de 1960 o hubiesen sido importados con fecha posterior, pero que tuvieran la autorización del Ministerio del Interior para ser vendidos.

En los años 70, el régimen destinó cerca de 1 000 automóviles a taxis y a carros patrulleros, solo en La Habana, pero ninguno a particulares. Estos autos se recibieron como donación de la Alfa Romeo por la promoción que hizo Fidel Castro a esta firma al escoger esta marca para los carros de su escolta.

Años más tarde, se procedió igualmente a decomisar muchas de las motos adquiridas por los jóvenes que regresabande trabajar en las fábricas del entonces campo socialista. Fueron menos rigurosos, toda vez que los contratados por el CAME tenían que remesar al régimen el 60 % de los salarios cobrados en esos países.

En estas transacciones siempre había que “dejarle algo” a los miembros del Minint, lo que hizo que las calles habaneras se animaran un poco con los escapes escandalosos de sus motos.

Todo esto se hizo por espacio de 9 años, con el pretexto de que ese dinero era para comprar medicinas.

En 1993, tras el derrumbe soviético, se permitió que los extranjeros, previo pago de fletes y aranceles, pudiesen importar autos para su uso en Cuba.

Huelga decir que durante una década, los funcionarios del Minint se enriquecieron mediante pingües sobornos.

La firma CUBALSE también intervenía, llevándose su correspondiente tajada.

Solo así algunos cubanos se hicieron de autos y motos de buena calidad, pero pagando el triple de su precio. En la mayoría de los casos, este dinero era pagado por familiares suyos radicados en el exterior, principalmente en Estados Unidos.

Ya en la administración de Raúl Castro, mediante la firma francesa Peugeot, se importaron cerca de 500 autos para su venta liberada. Esto no progresó por los astronómicos precios solicitados a los cubanos de a pie, que debían pagar el equivalente de 30 años de salario íntegros para comprarlos.

Si esto se parece a lo escrito por Orwell, no es pura coincidencia.

Esperemos que el Papa argentino convenza alneo-católico Raúl Castro para que baje los precios de estos autos, habida cuenta que él y su hermano, que siempre han tenido una ambición desmedida por el dinero, y no solo por el poder- desde hace tiempo son accionistas de la firma Peugeot.

Entonces, algunos cubanos, parafraseando a la General Motors de los años 50, podrán decir, “cualquiera puede tener un Peugeot”.
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