viernes, 19 de agosto de 2016

Otro paso al frente desde el borde del abismo.

Por Eugenio Yáñez.

Si quedaban ilusos creyendo que “ahora sí” se iban a arreglar las cosas después del séptimo congreso del partido, ha sido la propia inmoral organización quien se ha encargado de poner las cosas en su lugar, al publicar los lineamientos del cónclave, que superan a los del anterior porque son peores y menos prácticos.

Naturalmente, los apologistas de la dictadura, gacetilleros cagatintas, troles y mediocres auxiliares que pululan por aquí gracias a una benevolencia extrema que los editores consideran respeto a la libertad de opinión, proclamarán lo contrario. Jurarán y perjurarán que las cosas en Cuba ahora están mejor que nunca, que el futuro es más luminoso y brillante que en ningún momento anterior, bajo la certera conducción del inmoral partido, y mucho más ahora con las enseñanzas que el siempre fracasado Moribundo en Jefe amenaza con hacer llegar a los militantes sobre la forma de educar y enseñar a los niños, según su más reciente libelo en ocasión de su roñoso cumpleaños.

Nada menos que alguien que nunca conoció amor de padres ni brindó amor a sus hijos, disertando sobre cómo educar a los descendientes. Evidentemente, serán instrucciones para formar al hombre nuevo castrista, alimentado con moringa y croquetas de claria, que no piense demasiado, se dedique diariamente a “resolver”, crea que el “invicto” nunca fue vencido, hable a gritos, beba hueso’e tigre y chispa’e trén, y baile reguetón.

Cuatro meses después de la clausura del pusilánime séptimo congreso del desvencijado partido comunista cubano se publican en la Isla los nuevos “lineamientos” surgidos del vergonzoso cónclave, donde lo más importante que proclaman es que no se permitirá la concentración de propiedades y riqueza (aunque deberían aclarar que se excluyen de esa prohibición a los familiares y compinches de la pandilla en el poder). Y tramposa y demagógicamente dicen que se “reconoce la existencia objetiva de las relaciones del mercado”, como si la presencia del mercado desde los albores de la humanidad fuera una generosa concesión castrista a los maltratados cubanos y no una realidad incontrovertible.

Además, se hace hincapié en un supuesto compromiso con una economía centralizada, que si algo ha demostrado en casi sesenta años de existencia en Cuba y en todo el mundo es que no sirve para nada ni resuelve ningún problema. Esa reiteración del absurdo echa por tierra el supuesto reconocimiento de la “existencia objetiva” del mercado, quizás suponiendo que quienes lean esos panfletos son tan tontos como cuadros profesionales del partido comunista cubano que se crean esas sandeces. Que no son todos, aunque la propaganda oficial pretenda hacer creer que el apoyo al avance como el cangrejo es unánime entre millones de cubanos, incluso entre los que están en la lista para emigrar o los que no lo han declarado públicamente todavía pero albergan esos mismos planes en lo más profundo de sus corazones.

De nuevo se insiste en el papel y la necesidad de las inversiones extranjeras, en el imprescindible dinero de esos tan criminales imperialistas y capitalistas extranjeros que saqueaban a América Latina a razón de “mil dólares por muerto, cuatro veces por minuto”, como decía la nefasta Segunda Declaración de La Habana. Y aunque el régimen asegura que necesita entre dos mil y dos mil quinientos millones de dólares anuales en inversiones extranjeras, en el zona especial de El Mariel, la joya de la corona castrista, parecen no llegar a cien millones de dólares las inversiones, más de dos años y medio después de la flamante inauguración del megapuerto financiado por el corrupto Gobierno brasileño que ahora está en el banquillo de los acusados en su país.

Para entretener a ingenuos, se menciona en esos lineamientos que se desarrollarán los servicios de internet en el país “gradualmente, según lo permitan las posibilidades económicas”, lo que lleva a pensar que dentro de unos cincuenta años los cubanos de a pie tendrán el mismo nivel de conectividad que el que disfrutan hoy naciones como Uganda o Paraguay.

Como nunca faltan un roto para un descosido ni un “experto” para analizar realidades cubanas, ya aparecieron minibrujos refiriéndose a un supuesto enfrentamiento “entre la línea dura y los burócratas que se oponen a una reforma significativa, y los liberales que ven la necesidad de una rápida racionalización de la economía y una mayor libertad”. Como si tales “liberales” cubanos vivieran en Londres, Estocolmo o Praga, y no en El Cerro, La Timba o Los Hoyos, o como si en Cuba se pudiera enfrentar la línea oficial y conservar la salud, los cargos, el trabajo y la libertad, como en Islandia, Australia o Canadá.

¿Qué viene entonces para los cubanos en la Isla tanto en el futuro inmediato como a medio plazo? Más de lo mismo, pero “más peor”. Nada de liberar las fuerzas productivas ni elevar el nivel de vida. Más “trabajo político” contra la población, más “teques”, más propaganda vacía, más tonterías, más pérdida de tiempo, más promesas que no se cumplirán. Junto con más represión, más detenciones arbitrarias, más golpizas, más acciones para intimidar y desprestigiar opositores, más reclamaciones absurdas a Estados Unidos, más payasadas, más demagogia, a muy pocos meses de un cambio de presidente en Washington.

Ese es el socialismo “próspero y sustentable” que la pandilla gobernante ofrece a los cubanos de a pie. Para los bandidos en el poder será muy diferente, gracias a la corrupción y la malversación de las riquezas de la nación.

Ese será el legado de los hermanos Castro a los cubanos, tanto a los que no creemos en ellos como a los que los han apoyado y seguido.

Porque, siendo alacranes, no pueden dejar de clavar el aguijón.
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