domingo, 13 de septiembre de 2020

El sectarismo inclusivo y racial de los Oscar.

Por Pablo Scarpellini.

Durante un lustro, la Academia de Hollywood ha vivido obsesionada con una sola cosa: su falta de diversidad, tanto en los Oscar como en el seno de su institución. Los premios de 2015, marcados por la etiqueta #OscarSoWhite, dieron paso a una campaña descarada de la institución para corregir el desequilibrio con la inclusión cada año de un notable puñado de mujeres y grupos minoritarios, un esfuerzo que el martes alcanzó su punto álgido con reglas que obligarán a las cintas aspirantes al Oscar a la mejor película -a partir de 2024- a cumplir con unos porcentajes mínimos de inclusión y diversidad racial. Eso o la corrección política llevada al extremo.

Bajo las nuevas reglas, establecidas por Jim Gianopolus y DeVon Franklin, películas como 1917 o El irlandés, por nombrar a dos de las principales aspirantes a los Oscar el año pasado, lo habrían tenido muy complicado para ser incluidas en la categoría de mejor película. Los nuevos estándares requieren que al menos «uno de los protagonistas o intérpretes secundarios de cierta relevancia» pertenezcan a un grupo minoritario, una lista en la que están hispanos, negros, asiáticos e indígenas, entre otras etnias.

Otra opción es que la trama del filme gire en torno a mujeres, grupos poco representados, personas LGBTI+ o personas con discapacidades. Si no cumple con eso, debe tener al menos un 30% de actores secundarios o con papeles menores que sean para mujeres, miembros de una minoría, discapacitados o LGBTI+. Eso delante de las cámaras, ya que las normativas también afectarán a la parte técnica: desde el director hasta el resto de posiciones clave de la producción. La idea es corregir desequilibrios históricos como el hecho de que Kathryn Bigelow siga siendo la única mujer que ha ganado el Oscar a la mejor dirección en 92 ediciones.

«La apertura debe ampliarse para reflejar nuestra diversa población global tanto en la creación de películas como en las audiencias que se conectan con ellas», dijeron el presidente de la Academia, David Rubin, y la directora ejecutiva, Dawn Hudson, en un comunicado conjunto. «La Academia está comprometida a desempeñar un papel vital papel en ayudar a hacer esto una realidad».

Para las ediciones de 2022 y 2023 los aspirantes a mejor película podrán presentar un formulario sobre su inclusión para ver si cumplen con los requisitos, aunque no se exigirán hasta 2024.

Las primeras reacciones han sido mixtas en Hollywood. Los hay que piensan que ya era hora de que la Academia hiciera algo para corregir el desequilibrio, como el prolífico productor de cine argentino Axel Kuschevatzky. O los que sostienen que las medidas son injustas e impositivas. «Las nuevas reglas para calificar para mejor película son dictatoriales. Van contra los artistas», escribió en Twitter la actriz Kirstie Alley, un mensaje que borró poco después ante la lluvia de críticas. Su colega James Woods calificó la noticia de «locura» y Dean Cain, conocido por su papel de Superman en la serie Lois and Clark, también cuestionó la medida. «¿Por qué no juzgamos basándonos en este criterio: qué película es la mejor película?», escribió.

En los últimos años, la Academia de Hollywood ha abierto sus puertas a un número importante de mujeres y grupos minoritarios. En 2019, admitió 842 miembros, 50% de ellos mujeres y un 29% de «gente de color» para restar poder a la mayoría de hombres blancos, un 70%. En la actualidad, las mujeres representan un 32% y las minorías un 16%, aún lejos de la igualdad a la que aspiran los activistas en Hollywood.

La meta es que no se repita lo sucedido en 2015 y 2016. Fueron dos años consecutivos sin un solo actor o actriz afroamericano, latino o de cualquier otra minoría optando a la estatuilla a título individual. Eso, en tiempos de #BlackLivesMatter y el #MeToo, ya parece insostenible.

Share:

0 comments:

Publicar un comentario