jueves, 29 de agosto de 2024

Calzada Jesús del Monte y el origen de Diez de Octubre.

Por Damian Fernández.

La actual Calzada de Diez de Octubre en La Habana obtuvo este nombre en 1918 en honor al día en que Carlos Manuel de Céspedes proclamó el inicio de las luchas por la independencia de Cuba.

Originalmente llamada Jesús del Monte debido a la costumbre cubana de denominar “monte” a áreas no cultivadas o poco pobladas, la calle fue empedrada en 1796, convirtiéndose en el primer camino habanero pavimentado.

En un principio, fue parte de la ruta hacia Santiago de las Vegas y Bejucal, siendo el único camino que conectaba la ciudad con el campo. La calzada fue testigo de eventos históricos, como la ejecución por ahorcamiento de doce vegueros en 1723 y la resistencia criolla durante la invasión inglesa de 1762.

Jesús del Monte se originó alrededor de 1695 con la construcción de una parroquia por el presbítero Cristóbal Bonifá de Rivera para servir a los dueños de un ingenio azucarero y a la población local.

A lo largo de los años, el área experimentó prosperidad gracias a las plantaciones de tabaco en las cercanías de los arroyos de Agua Dulce y Maboa. Para 1820, Jesús del Monte se convirtió en un municipio independiente, aunque perdió este estatus tres años después.

Por su parte, una antigua inscripción en el muro exterior de la parroquia de Jesús del Monte todavía hoy reza “Una legua a La Habana”, reflejando la percepción de los capitalinos de la periferia de que solo el centro y la parte antigua de la ciudad son reconocidos como La Habana.

La frase puede tener su origen en la creencia persistente en 1863 de que áreas como Jesús del Monte y El Cerro no podían unirse a La Habana debido a que los separaban grandes espacios despoblados.

En el pasado, los residentes humildes de Jesús del Monte sustentaban sus ingresos tejiendo y vendiendo sombreros de guano y yarey, así como cobrando peaje a viajeros en un portazgo de la zona. Sin embargo, el establecimiento del ferrocarril Habana-Bejucal afectó y retrasó el desarrollo del poblado.

Llegado 1846, Jesús del Monte tenía algo más de 2.000 habitantes, cifra que aumentó a 4.000 en 1858. La localidad albergaba aldeas como La Víbora, Arroyo Apolo, Arroyo Naranjo y otros caseríos en sus cinco leguas cuadradas. En ciertos momentos, Jesús del Monte llegó a rivalizar con El Cerro y Puentes Grandes en animación y concurrencia durante las temporadas de verano.

A pesar de su breve auge, Jesús del Monte no logró suplantar a otras localidades como barrio elegante, ya que este papel fue adjudicado a El Vedado. No obstante, constituyó la génesis de lo que actualmente se conoce como municipio Diez de Octubre, el más poblado de la capital de la Isla.

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lunes, 26 de agosto de 2024

Contra la pared el sector privado en Cuba.

Por Iván García.

Hace tres años, en el verano de 2021, justo un mes después que miles de cubanos se lanzarán a las calles para gritar libertad, el grisáceo gobernante Miguel Díaz-Canel, colocado a dedo por el dictador Raúl Castro para administrar el país, autorizó la apertura de pequeños y medianos negocios en la Isla. Era una medida que se venía “estudiando” hacía diez años con la pachorra típica de los regímenes comunistas donde el concepto de urgencia es pura abstracción.

A Yoel, 56 años, las ‘nuevas normativas para actores económicos’ anunciadas el 19 de agosto y que entrarán en vigor dentro de un mes, el 19 de septiembre, no lo tomaron por sorpresa. Siempre supo que un emprendedor privado es un presunto delincuente para el gobierno. “Quienes vivimos en Cuba aprendimos a negociar para sobrevivir en medio de la escasez», dice, mientras conduce un Toyota Corola de segunda mano.

«Desde niño en mi casa se compraba la comida y la ropa en el mercado negro. Era lo más normal del mundo. Que levante la mano quien no compró un pitusa, un litro de aceite o cinco libras de carne de res por la izquierda. Cuando no faltaba el pan escaseaba la mantequilla. La gente aprendió a vivir del ‘invento’. Nadie pregunta de dónde salió lo que compra. Lo intuye. Y desde un oficial de la Seguridad del Estado hasta el chivatón del barrio se ven obligados a recurrir a las ilegalidades para sobrevivir. En Cuba predomina el No. Existen miles de leyes para prohibir y controlar las transgresiones. Pero nadie las cumple. Es un pacto no escrito entre el gobierno y la sociedad. Te dejan hacer hasta que consideran que te pasaste de la raya. Entonces se desatan campañas mediáticas contra las ilegalidades y comienzan los operativos policiales y juicios sumarios a los que operan en el sector privado”.

“En estos 65 años nos han humillado con diversos calificativos: bandidos de Río Frío, merolicos o que queremos enriquecernos especulando con las necesidades del pueblo. Algunos de los que participaban en esos negocios han sido encarcelados, otros han emigrado o han dado un paso atrás hasta que baje la marea. Es una noria que se repite una y otra vez”. En su opinión, en la Isla existe una puerta giratoria donde con pasmosa tranquilidad se pasa de la legalidad a la clandestinidad. Y pone un ejemplo. “A los 17 años compraba dólares, que era ilegal y si te atrapaban podían sancionarte a cuatro años de cárcel. Con esos ‘fulas’, un socio angolano me compraba ropa en tiendas para técnicos extranjeros que luego yo revendía en la calle”.

“He recogido dinero para la bolita (lotería ilegal) y he vendido cerveza y pan con bistec. Como muchos cubanos, he hecho de todo, tratando de vivir lo mejor posible. Cuando em 1993 autorizaron el trabajo por cuenta propia, tenía un dinero ahorrado gracias a esas traquimañas. Existe un mito que la mayoría de los negocios que surgieron en el país se abrieron con dólares que enviaban los familiares radicados en Estados Unidos. En algunos casos fue así, en otros no. Muchos ‘bisnes’ de la Cuba profunda se han financiado con dinero ganado en la venta de alimentos, ropa o materiales de la construcción en el mercado negro”.

Según Yoel, “estas arremetidas contra las MIPYMES y los trabajadores por cuenta propia eran de esperar. Hay que ser muy ingenuo para creer que un gobierno que es anticapitalista, le va a dar alas a los negocios privados. Lo permiten porque el sistema ha quebrado. Los negocios particulares es un paraguas donde esa crápula se protege. Nos aceptan, pero con la bota puesta encima, un montón de regulaciones, altísimos impuestos, un ejército de inspectores que te fiscalizan y cuando les da la gana te meten preso”.

“Abrir un negocio te permite ganar dinero y vivir sin las migajas del Estado. La mayoría tenemos doble contabilidad y sub declaramos en el pago de los impuestos. Es una guerra. Ellos te joden con decretos, amenazas y mentiras. Y nosotros simulamos cumplir, pero luego hacemos lo que nos da la gana. Cuando ordenan frenar los negocios, ya la gente sabe qué hacer. O se largan de Cuba o siguen en lo mismo por debajo de la mesa. Desde que surgió el trabajo por cuenta propia en 1993, todo ha sido un bluf del gobierno. El sector privado está diseñado para sobrevivir, no para que acumules mucho dinero. Esas aperturas les sirven de propaganda internacional y venderse como reformistas».

«Allá afuera nos etiquetan de emprendedores. Pero casi ninguno estudió administración de empresa ni técnicas de marketing. En mi caso fui un metedor de pecho que progresé hasta llegar a ser propietario de varios negocios. Si veo que la candela me pica cerca, sabré que llegó la hora de montarse en el avión. Pero detrás de mi surgirán otros ‘emprendedores’. Hasta que no cambie el sistema, incapaz de generar riqueza, ese será el ciclo”, concluye Yoel.

El propietario de dos bodegones en la zona antigua de La Habana, un tipo que sabe moverse en las alcantarillas de la corrupta burocracia local, piensa que “es previsible que el gobierno busque frenar a las MIPYMES. Esta campaña va dirigida principalmente a los negocios privados autónomos, que compiten contra las MIPYMES administradas por testaferros de altos funcionarios del gobierno o militares retirados. La razón es simple: son más eficientes y han tejido una red de proveedores que funciona”.

“El Estado, acostumbrado a recibir los dólares por la exportación, el turismo, ventas en las tiendas MLC y el sistema bancario, pensaron que nosotros no íbamos a ser un problema, entre otros motivos porque no podíamos acceder a las divisas. Pero hemos sido creativos. Los ciclos de venta son más rápidos. Tenemos las cuentas en bancos extranjeros. Y para reaprovisionarnos, compramos los dólares en la calle al precio del mercado informal. Las empresas del Estado no son capaces de competir con nosotros ni siquiera con la cancha de juego inclinada para su lado”, afirna el emprendedor.

Dunia, dueña de una peluquería, coincide que “las nuevas regulaciones son una declaración de guerra al sector privado. Unos cuantos se marcharán del país o cerrarán sus negocios. Otros comenzarán a trabajar por la izquierda. Cualquier cubano sabe que para vivir con cierto confort debemos valernos por nosotros mismos. El Estado ni siquiera puede garantizar las siete libras de arroz que entrega por la libreta de racionamiento. El gobierno debiera preocuparse por erradicar la pobreza, no combatir a las personas que generan riquezas”.

Un funcionario de la ONAT, institución que rige al trabajo privado, reveló a Diario Las Américas, que la intención del régimen “además de fiscalizar con mayor rigor al sector no estatal, es recuperar los dos mil millones que ha dejado de ingresar el sistema bancario. A partir de ahora se va a priorizar la apertura de MIPYMES estatales. Sobre todo en el sector del comercio y en empresas que están paradas o generan pérdidas al Estado. Existe la intención que organizaciones políticas y de masas, como CDR y FMC, puedan abrir MIPYMES que les permita financiarse con pequeños locales de venta en el barrio, al igual que los bodegones privados, donde puedan vender alimentos y confituras a precios más bajos”.

Gustavo, economista, considera que “esas nuevas medidas demuestran que el gobierno habita en un mundo surrealista. Esa injerencia en la propiedad privada, pretender que las MIPYMES se encadenen con empresas en estatales en bancarrota y destinar una reserva voluntaria para financiar a sectores vulnerables es un proyecto descabellado. Y va a fracasar. Ningún emprendedor va a permitir que las autoridades usen su capital para financiar el fracasado modelo económico cubano. Pretender que los emprendedores utilicen al ineficiente sistema bancario nacional para sus compras en el exterior es un disparate. Que el Estado implemente MIPYMES es un absurdo. Eso no existe en ningún lugar del mundo”.

El régimen ha tomado nota. Su estrategia es suplantar a MIPYMES autónomas por entidades tuteladas por parientes y funcionarios del gobierno. Ya venía ocurriendo. Ahora definitivamente se quitaron la careta.

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viernes, 23 de agosto de 2024

Las sardinas climáticas.

Por Manuel Fernández Ordóñez.

Tienda de conservas en Lisboa.

La transición energética es un enorme reto. Nos enfrentamos a una tarea titánica e inédita en la historia de la humanidad. Nunca antes hemos conseguido migrar de una fuente energética a otra con la velocidad que nuestros dirigentes pretenden que lo hagamos en la actualidad. A pesar de ello, a nivel internacional, los gobiernos no cesan de intervenir las economías y decretar legislación ad-hoc con el fin de salvarnos a todos del futuro apocalipsis climático. Al fin y al cabo, eso es lo se les da mejor a nuestros políticos, estar permanentemente salvándonos de algo. Generalmente de cosas que nunca fueron una amenaza o de problemas que han creado ellos mismos.

Cuando la agenda política establece sus objetivos, siempre aparecen oportunidades de negocio para aquellos que sepan adaptarse a las reglas del juego. Es absolutamente indiferente si uno comulga con el relato político o no, simplemente tiene que parecer que lo haces. Así, todas las empresas se han transformado en compañías para las que el calentamiento global y la transición energética son prioridades máximas (incluso las compañías petroleras se han subido a este carro). Todas dicen ser sostenibles, pretenden ser 100% renovables y tienen mucho –pero mucho– marketing.

Vean el siguiente ejemplo. El ayuntamiento madrileño de Las Rozas acaba de adjudicar una licitación para el suministro anual de gas a los edificios municipales. Hablamos de gas, ya saben, ese combustible fósil que emite enormes cantidades de CO2 a la atmósfera cuando lo quemamos con el objetivo de encender la calefacción. Es decir, nada renovable, nada sostenible, nada ecológico, nada de nada. Gas, punto. ¿Qué empresa ha sido la adjudicataria de dicha licitación? Una compañía llamada ADX Renovables.

La sociedad está muy perdida cuando una empresa que lleva la palabra "Renovables" en el nombre de la compañía se dedica a vender gas y a nadie le extraña. No es la primera ni será la última. Recuerdo ahora el caso de Holaluz, que se presentaba como una empresa 100% renovable mientras representaba en el mercado a productores que utilizaban gas para generar electricidad. Así les va, al borde de la quiebra.

Cuela todo porque no tenemos criterio como sociedad. En Portugal, desde donde escribo estas líneas, pude ver el otro día un establecimiento de aspecto circense, multicolor, con un diseño realmente llamativo. Algo digno de ver. Resulta que venden latas de conservas: sardinas, pulpo, atún, etc. La tienda era verdaderamente bonita y estaba a reventar de gente, no cabía un alfiler. Vendían las latas de sardinas a diez euros en un país donde el salario mínimo es de 950 euros.

Ya saben, tres euros por las sardinas y siete por el marketing. Cada vez prestamos menos atención a la calidad del producto, solo queremos que nos vendan cosas bonitas que cuadren con el relato. La realidad hace tiempo que importa poco. Las empresas energéticas no se distinguen mucho de la tienda de sardinas, parece que nos da igual lo que hagan mientras nos digan lo que queremos oír. Luego no nos echemos las manos a la cabeza.

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jueves, 22 de agosto de 2024

Turismofobia: la cara 'concienciada' y 'sostenible' del elitismo más rampante.

Por Carmelo Jordá.

Manifestación en el centro de Ciutadella, Menorca, para protestar contra el turismo.

Como en todos los veranos, casi todas las Semanas Santas y algún que otro puente, la cuestión de "los excesos del turismo" ha ocupado un espacio no pequeño en las portadas, a cuenta de lo que "sufren" determinadas ciudades por culpa del turismo y de la gente que llega a ellas a gastar dinero y generar puestos de trabajo, nefando pecado que una parte de este país no perdona ni a sus padres.

Este verano, no obstante, la cosa parece haber alcanzado un nuevo nivel: se han producido manifestaciones contra el turismo en varias ciudades españolas y en Barcelona, pionera en casi todo lo malo, incluso hubo algunos energúmenos que agredieron a los turistas con unas pistolas de agua, que estoy de acuerdo en que no es algo que les vaya a provocar lesiones graves, pero no deja de ser una agresión. Es más, les aseguro que si algo así me ocurriese en algún país extraño me provocaría de todo menos risa. En Palma, ciudad que por cierto es sede de algunas de las mayores empresas turísticas del mundo, hubo lumbreras que llamaron "asesinos" a los vuelos de bajo coste.

El peligro de la nostalgia.

Miren, les confieso que a mí no me gustan las playas abarrotadas, las colas o tener que ver un monumento rodeado hasta el agobio por desconocidos, pero al contrario que la izquierda no hago de mis gustos personales un problema político, ni agredo a aquellos que me molestan.

Por otro lado, sería estúpido no reconocer que el turismo tiende a uniformizar los centros de las ciudades y eso puede acabar con parte de su encanto o que hay sitios que tienen eso que se ha dado en llamar una gran "presión turística".

Respecto a lo primero les diré que pretender que nada cambie en una ciudad como Madrid o Barcelona, las dos que más turistas reciben en nuestro país, o incluso en Sevilla y Palma, las dos siguientes, es un empeño imposible y abocado a la melancolía: afortunadamente las ciudades evolucionan, se modernizan y van construyendo y reconstruyendo su identidad con la mezcla de lo viejo, lo no tan viejo y lo nuevo. Eso es lo razonable y la otra opción es convertirse en lugares anquilosados que acaban semimuertos en un rincón de la historia.

Al fin y al cabo, por regla general los tiempos pasados no sólo no eran mejores sino que eran bastante peores, si nos excedemos con la nostalgia no vamos a un pasado de pulcritud y belleza sino a uno de calles llenas de boñigas de caballo y ciudades sin alcantarillado.

Respecto a lo segundo, las cosas son más complejas y las soluciones no son fáciles, pero desde luego no pasan por la prohibición ni por la agresión. La medida más eficaz para evitar la masificación turística es subir los precios, pero en algunos lugares concretos ni eso acaba de funcionar.

Quizá seamos los propios turistas los que tengamos en nuestras manos evitar en parte esa masificación viajando más fuera de temporada. Soy consciente de que no todo el mundo puede permitírselo, pero es algo que cada día ocurre más, quizá no en el formato de unas vacaciones veraniegas de un mes, pero sí como escapadas de varios días e incluso de una semana, que ya da para hacer un buen viaje.

Sostenibilidad, la peor excusa de todas.

La tercera excusa que suelen tirarnos a la cara para atacar al turismo es la "sostenibilidad", ese mantra con el que quieren obsesionarnos y que pensemos que cada vez que subimos a un avión es como si estuviésemos escupiendo en la cara de la mismísima Pachamama.

Es mentira: incluso si asumiésemos la religión climática lo cierto es que los aviones producen alrededor del 3% del total de gases de efecto invernadero que se generan en el planeta, una cifra tirando a ridícula a cambio de la cual el mundo puede conectarse, los países comercian, la gente conoce otras culturas y pueblos… Y encima se generan millones y millones de empleos, muchos de ellos en lugares en los que el turismo es la única posibilidad económica real.

Las verdaderas razones tras la turismofobia.

Por muchas excusas que inventen, en realidad hay dos grandes razones que son las que de verdad explican este movimiento contra el turismo y los turistas. Y ninguna de las dos es buena: el odio a la prosperidad y el clasismo más rampante.

La primera es algo que la izquierda no puede evitar: en su afán por empobrecernos –recuerden que la miseria no es la consecuencia inesperada de las políticas socialistas, sino el resultado realmente buscado por ellas– detestan todo aquello que es capaz de generar riqueza, puestos de trabajo y, en suma, prosperidad.

Además, mienten cuando dicen que sólo se crean empleos de baja cualificación: todo hotel tiene limpiadoras de habitaciones, sí, pero también directivos y empleados de muchas escalas salariales; y todo restaurante tiene un chef y un jefe de sala además de unos cuantos camareros. Es más, aunque fuera así, aunque el turismo no generase más que kelis y camatas, ¿será mejor que se ganen la vida así y no con la sopa boba del Estado, no?

Por último, lo que yo creo que define más a los turismófobos no es la preocupación por el planeta o por el carácter tradicional del centro de las ciudades: es el clasismo, el elitismo más repugnante. Lo que revienta a estos personajes es que se les llene la ciudad de pobres, que no haya mesa en los restaurantes que les gustan, que cuando viajan tengan que compartir la belleza de Venecia o de una playa de Bali con un montón de meros turistas que no está a su altura, porque ellos son viajeros, muy concienciados, con todo el interés por las comunidades locales y muy sostenibles.

Puede que sea cierto que una ciudad como Venecia, por ejemplo, o que un monumento concreto no puedan recibir más que un número limitado de visitantes al año, pero no podemos admitir es que ese límite se decida desde una izquierda elitista que se cree que tiene más derecho que los demás a disfrutar del mundo.

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La violencia y el chancleteo llegan a los hoteles cinco estrellas.

Por colaborador desde Cuba.

Hotel Iberostar Selection, en Varadero.

Como si no bastaran las quejas sobre la pésima calidad de la atención a los huéspedes, la gastronomía y la infraestructura en los hoteles de Varadero para comprender por qué el turismo en la Isla no logra despegar, incidentes muy desagradables, casi siempre protagonizados por cubanos de la peor calaña, ocurren en esos recintos pensados para el disfrute y la relajación durante las vacaciones.

En el hotel Iberostar Selection, calificado de cinco estrellas por alguna entidad que no lo ha visitado en fecha reciente, un sujeto de porte y proyección carcelarios le puso muy mal sabor a una medianoche de agosto.  

Tras salir de la discoteca, el individuo, evidentemente borracho, amenazó a varios trabajadores del hotel. En el lobby bar la situación se puso particularmente tensa, sin que apareciera personal de seguridad para reducir al impertinente. Fueron los propios empleados quienes se interpusieron entre un joven barman y el agresor, quien, para no desatender el consabido cliché sociológico, alardeó de ser abakuá desde los 12 años, una condición que supuestamente lo avala para perpetrar y enfrentar cualquier acto de violencia.

La Policía nunca apareció pese a las llamadas realizadas por el personal de la instalación. Los clientes se retiraron del lobby cuando vieron al agresivo sujeto levantarse del sofá donde procuraban mantenerlo controlado y acercarse a la barra con la intención de agredir a otra persona.

No es la primera vez que se da esta clase de show en el Iberostar Selection. “Cada vez que esto sucede, ponle el cuño que se trata de un cubano. Después no quieren que los miren mal y los traten mal. Son realmente un público muy difícil para trabajar y cada vez que vienen familias grandes hay al menos un conflictivo como ese”, apuntó un trabajador bajo condición de anonimato.

Estos altercados no son exclusivos de Cuba, por supuesto, pero el retraso de la respuesta policial y la ausencia de personal de seguridad para controlar a clientes agresivos sí lo es. Cerca de media hora estuvo el hombre vociferando groserías, amenazando y haciendo sentir incómodos a los restantes huéspedes que pagaron una buena cantidad de dinero por unos días de paz y tranquilidad.

Eventualmente, como “perro que ladra no muerde”, fue aplacado por los que venían con él, y que de seguro lamentaron haber gastado su dinero en invitar a un crápula que terminó amargándole las vacaciones a todos.  

Según datos oficiales, los cubanos emigrados o radicados en el exterior constituyen el tercer mercado emisor de turistas hacia la Isla, un hecho que, entre otros factores, ha traído como consecuencia el empeoramiento en la calidad de los servicios, pues el turismo nacional es considerado de tercera o cuarta categoría.

Para ser un hotel cinco estrellas, el Iberostar Selection deja mucho que desear en cuanto a la gastronomía y el trato a los clientes. Sus principales fortalezas son la playa, las piscinas limpias, un parque acuático que es la delicia de los pequeños, las áreas verdes cuidadas con esmero, los restaurantes especializados y habitaciones cómodas.

Sin embargo, la mesa bufé es catastrófica, con la mitad del espacio sin climatizar debido a averías en las consolas. Paradójicamente, teniendo en cuenta la escasez que asola a la Isla, el problema del Iberostar Selection no es tanto la falta de comestibles como su mala elaboración. El arroz casi crudo, las carnes y el pescado asados sin sabor, a menudo difíciles de masticar incluso para la bien entrenada mandíbula de los cubanos, el café y la leche aguados al extremo, o la ausencia de frutas tropicales de buena calidad, como piña y mango, hacen que la experiencia gastronómica resulte decepcionante.

A eso habría que sumarle la falta de vajilla y cubiertos, que causa demoras a la hora de las comidas, el reducido número de dependientes que no da abasto para la cantidad de clientes, alguna que otra cucarachita merodeando cerca del bufé y la mezquina porción de servilleta que ponen a disposición de los comensales.

Es evidente que la crisis de insumos, personal y vergüenza ha llegado hasta las instalaciones más selectas del famoso balneario, donde no te atienden si no das propina, aunque ya tu estancia haya sido pagada en dólares o euros.

Lo peor del asunto es que, según los propios trabajadores del hotel, en el Iberostar Selection hacen escala casi a diario los directivos del turismo en la ciudad porque es allí donde mejor se come. Da grima pensar en qué condiciones se halla el resto de los hoteles, con sus muchos rusos y cubanos, y su puñado de canadienses más algún que otro chino, pues la esperada avalancha de los asiáticos no se ha concretado aún.  

Si a todos esos problemas que los clientes han denunciado en repetidas ocasiones se suman incidentes como el que aparece en las imágenes, muy pronto los pocos hoteles que valen la pena en Varadero se convertirán en pasarelas del peor cubaneo para rematar la decadencia del otrora maravilloso enclave turístico con la imposibilidad de tener unas vacaciones en paz.

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Cómo viven los cubanos que no reciben dólares.

Por Iván García.

A las dos y media de la mañana, el apagón. Luciano abrió la última gaveta del armario, cogió un trozo de cartón y fue hasta el cuarto donde dormía su hijo de 8 años. Ya su esposa le estaba echando fresco con un abanico. Los mosquitos zumbaban como aviones en sus oídos. Una hora después, el niño rompió a llorar debido al calor. Ella le trajo agua y empezó a hacerle cuentos infantiles intentando calmarlo.

Luciano, su madre, su esposa y el hijo viven en un edificio ruinoso en el municipio Sandino, a unos 220 kilómetros al oeste de La Habana. Llevan una vida dura, como la mayoría de los cubanos. No tienen parientes en el extranjero que les envíen dólares. La familia de Luciano es oriunda de un poblado en la región montañosa del Escambray, en la antigua provincia Las Villas.

“Mis padres poseían una finquita donde además de sembrar café tenían puercos, carneros y gallinas. Las autoridades acusaron a mi padre de ayudar a los grupos guerrilleros que combatían contra el gobierno y lo sancionaron a doce años de prisión. Le confiscaron todo y de manera forzosa a mi madre, sola, la trasladaron a un pueblo cautivo en el municipio de Sandino. Mi papá salió de la cárcel tras cumplir la mitad de la condena, falleció hace veinte años”, cuenta Luciano, quien nació en Pinar del Río.

“Recuerdo a mi madre trabajando en la recogida y recolección de tabaco. Ya cumplió 86 años y padece de artrosis e incontinencia urinaria. Yo me gano la vida como jornalero en el cultivo de arroz y viandas. En los meses buenos mi salario es de 8 mil a 10 pesos, pero ese dinero no alcanza para comer cuatro personas. Por eso me voy a pescar a la laguna, donde abundan las truchas, algunas las llevo a la casa, las otras las vendo”, dice Luciano y explica que el problema no es solo la comida, también la escasez de agua potable, que entra cada cuarenta días.

“Cada dos días tengo que cargar decenas de cubos agua desde una turbina, que queda a dos kilómetros, hasta el tercer piso del edificio donde vivimos. Varios vecinos vamos en un carretón y damos dos o tres viajes. Una vida miserable. En el tiempo libre, la distracción de los hombres son las peleas de gallos o un grupo de amigos nos tomamos un par de botellas de ron y descargamos las frustraciones. En estos pueblos no hay futuro. Los más jóvenes se van a la ciudad o emigran. Quedamos los más viejos, unos pendejos que nunca intentamos cambiar nuestro destino”.

Su apartamento necesita con urgencia una mano de pintura. En algunas partes del techo se ven lamparones oscuros debido a la humedad provocada por las filtraciones de cañerías rotas. El comején ha destrozado las ventanas estilo Miami. El objeto más valioso es un viejo refrigerador Haier, comprado en China a precio de saldo por el dictador Fidel Castro cuando implementó la denominada ‘revolución energética’ en 2006, la cual, supuestamente, ahorraría electricidad al país. Dieciocho años después, a duras penas funciona el refrigerador. Las juntas del equipo se han despegado y la solución de Luciano fue atornillar una rudimentaria grapa metálica en la puerta que permite abrir y cerrar la nevera.

El mobiliario de la vivienda es anticuado. El televisor, con una pantalla de 21 pulgadas, es de tubos catódicos. En la cocina cuelgan dos espumaderas, dos cazuelas de hierro fundido y una arrocera que ya perdió el esmalte. Las tres camas de las dos habitaciones necesitan ser reemplazadas, igual que los colchones. “Cuando la vieja se orina, al no tener culeros desechables, tenemos que subir el colchón a la azotea del edificio para que el sol lo seque. Y cuando la crisis del agua arrecia, hacemos las necesidades en jabas de nailon que luego botamos en el monte”.

Luciano considera que todavía en 2014 comían bien, de acuerdo a los parámetros nutricionales cubanos. “Desayunábamos pan con tortilla y café con leche y almorzábamos lo que sobró de la cena. Comíamos carne de puerco con frecuencia, pescado, pollo y a veces carne de res, que compraba por la izquierda y la libra costaba 25 o 30 pesos. En estos momentos, una libra de carne de res no baja de 1,200 pesos. No podíamos ir a un hotel en Varadero, pero desayunábamos, almorzábamos y comíamos los siete días de la semana. Ahora solo podemos comer una vez al día”.

Según un estudio realizado el pasado mes de julio por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, la pobreza extrema en la Isla roza el 90 por ciento de la población. Sondeos de Food Monitor Program, en la actualidad, tengan pocos o muchos ingresos, reciban o no dólares, las familias cubanas destinan casi la totalidad de sus ingresos a comer. El déficit de nutrientes, la falta de inocuidad en los alimentos, así como el estrés asociado a la inseguridad alimentaria son “un hecho que está teniendo consecuencias adversas en la salud de los cubanos”, considera la organización.

Asimismo, el “fenómeno del hambre oculta”, usado por la FAO para describir la subalimentación prolongada, está “muy presente en la sociedad cubana” que consume más carbohidratos y azúcares mientras carece de frutas y vegetales frescos, así como de cárnicos y lácteos, lo que ha generado altos índices de diabetes, hipertensión arterial y gastritis, entre otros padecimientos, mencionó Food Monitor.

Pero no solo falta la comida en Cuba. Servicios básicos como electricidad, gas licuado y transporte público apenas funcionan. Los apagones fuera de La Habana suelen ser de ocho a diez horas diarias o más. El déficit de medicamentos supera el 65 por ciento. La basura se amontona durantes días en las calles, sobre todo en la capital, más sucia y abandonada que las ciudades de otras provincias. Debido a roturas en el acueducto, el 50 por ciento del agua potable que se distribuye no llega a los hogares o se pierde por los salideros. Los hospitales son un asco. Los pacientes deben llevar jeringuillas desechables y algodón, entre otros insumos. Y si quiere recibir una buena atención, darle dinero o regalos a médicos y enfermeras.

“Los ciclos de abasto de agua en barrios de Holguín pasan de los 55 días”, afirma el holguinero Yoss. Desde Santiago de Cuba, Rudy asegura que en varias zonas de esa ciudad han estado más de 60 días sin recibir agua potable. «Las casas están llenas de recipientes. Los que tienen dólares construyen enormes cisternas. Por falta de agua, a pesar del tremendo calor, hay gente que se baña cada dos días. Como si estuvieran en una guerra”.

Muchos cubanos no vislumbran una salida a la crisis estructural que vive el país. Para el pinareño Luciano existen tres opciones: “Emigrar, seguir aguantando o salir a la calle a protestar. O nos ponemos los pantalones, como los venezolanos, o este gobierno nos mata de hambre”.

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domingo, 18 de agosto de 2024

Llega a Miami por reunificación familiar un exmiembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

Tomado de https://diariodecuba.com/

Fue 'un dirigente déspota', dice un antiguo residente en la provincia en la que el exfuncionario fungió como primer secretario del PCC.

El antiguo miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba Manuel Méndez Castellanos engrosa la lista de antiguos dirigentes y funcionarios del régimen de la Isla que llegan a Estados Unidos en busca de una vida mejor. Su arribo a Mimi este jueves fue comprobado por el medio estadounidense Martí Noticias en el propio Aeropuerto Internacional de esa ciudad.

Menéndez Castellanos llegó a EEUU por un proceso de reunificación familiar. Fue admitido en el país tras largas horas de espera en el aeropuerto. Fue recibido por un grupo de personas, presuntamente parientes. Tanto él como sus allegados se rehusaron a responder preguntas de Martí Noticias.

"No, yo voy para mi casa", fueron las únicas palabras del exdirigente comunista, que incluso intentó arrebatarle la cámara a la persona que lo grababa, según el reporte del medio estadounidense.

En un video publicado en Facebook por el periodista cubano radicado en Miami Mario Pentón, se ve que Menéndez Castellanos llegó en silla de ruedas, con una camiseta rosada, una gorra negra y una mascarilla. Una de las personas que lo esperaba dijo que le resultaba difícil reconocerlo "con el nasobuco".

Manuel Menéndez Castellanos fue primer secretario del Partido Comunista en Cienfuegos desde 1993 hasta el 2003. Una publicación del diario oficial Granma del 6 de septiembre de 2001 lo describe, además, como miembro del Comité Central del único partido legal de Cuba.

El exdirigente también fue representante del régimen cubano en eventos internacionales como el Congreso del Partido Comunista de Venezuela y el X Aniversario de la Unificación de Yemen. Un antiguo residente en Cienfuegos lo describió como "un dirigente déspota", en declaraciones a Martí Noticias.

"En Cienfuegos era un dirigente déspota, como todos ellos. Nunca se desvinculó del poder", dijo Joaquín Zardón, quien vivía en el barrio de Reina, de esa provincia cubana, cuando Menéndez Pelayo era el primer secretario del PCC. "Le decían Manolito, con esa falsa familiaridad con la que los jefes del Partido Comunista intentan pasar por pueblo. Robó muchísimo, como todos los dirigentes, y al final siguió teniendo buenos contactos en la cúpula", añadió.

Una cubana que esperaba a sus familiares en el Aeropuerto Internacional de Miami dijo al medio estadounidense que sentía "vergüenza" al ver que un antiguo dirigente comunista llegaba a Miami, sin que Inmigración hiciera nada.

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El chavismo en su encrucijada.

Por Darío Alejandro Alemán.

Salvo excepciones, lo que la comunidad internacional parece no perdonarle a Nicolás Maduro no es su forzosa negativa a revelar las actas electorales, sino que haya amañado los comicios a su favor y, aun así, perdiera en las urnas. Si hubiera ganado la mayoría de votos, como dice que pasó, y luego mostrado al mundo las dichosas actas para avalar su victoria aritmética, lo más probable es que quienes hoy le exigen transparencia habrían aceptado un tercer sexenio suyo sin reparar demasiado en que el proceso electoral que culminó el 28 de julio, como otros bajo su mandato, fue desde el principio cualquier cosa menos democrático.   

Durante la última década, el chavismo enfrentó varias crisis políticas internas que resolvió, en cierto modo, como pretende resolver esta: mediante la violencia. Muchos venezolanos se lanzaron a las calles en protestas antigubernamentales en 2014 y 2017, y Maduro ordenó reprimirlas sin miramientos. El saldo conjunto fue de al menos 167 muertos, más de dos mil heridos y cerca de seis mil 800 detenciones arbitrarias. En ambas ocasiones, la violencia desatada fue criticada por buena parte de la comunidad internacional. Se le impuso sanciones económicas a Venezuela y algunos países declararon personas non grata a Maduro y otras figuras del chavismo. Luego, como suele suceder en estos casos, la atención internacional disminuyó gradualmente y se enfocó en otros asuntos. Al final, Maduro siguió en el poder y en el mundo todos aceptaron en cierto modo que Venezuela era la tercera esquina de un sólido triángulo dictatorial conformado también por Cuba y Nicaragua.

Plomo, escándalo y silencio fue, a grandes rasgos, la secuencia de hechos que definió aquellos dos momentos. Y es por lo que Maduro parece apostar ahora. Sin embargo, este podría ser para el chavismo un error de cálculo por lo menos tan grave como aquel que le hizo creer que ganaría el pasado 28 de julio.

El chavismo ya no es popular.

Más allá de los resultados que apuntan a una victoria aplastante de la oposición, si algo ha quedado claro en los últimos 19 días es que el poder del chavismo no se sostiene ya en la mayoría absoluta de ciudadanos que alguna vez creyó en el proyecto de la revolución bolivariana, sino en las estructuras militares y paramilitares a las que Chávez dio forma, casi a manera de legado, para garantizar que su régimen le sobreviviera. Y, en la cima de esa estructura, un puñado de sátrapas y dos mil generales -900 más que el ejército de Estados Unidos- dispuestos a todo para defender al gobierno que los instituyó en una casta.

Bajo el gobierno de Maduro, el régimen ha perdido las bases populares de las que presumía en tiempos de Hugo Chávez, y no solo porque al heredero le falta el carisma y la astucia política que le sobraba al fundador. Con Chávez, Venezuela vivió los tiempos dorados de inicios de los dos mil, cuando los precios de las materias primas se dispararon y la renta petrolera le permitió al gobierno financiar ambiciosos programas sociales. Aquella bonanza, procurada a golpe de neoextractivismo, también benefició a otros gobiernos populistas de izquierda en la región que, con Caracas a la cabeza, conformaron la llamada «marea rosa» progresista latinoamericana. Pero sucedió que las materias primas volvieron a devaluarse, y Chávez, como Cristina Fernández, Rafael Correa y Evo Morales, se quedaron sin los cuantiosos fondos que usaban para sostener sus políticas asistencialistas.

Para cuando Nicolás Maduro llegó al poder, la época de vacas gordas estaba por terminar sin que el gobierno la hubiera aprovechado para diversificar y fortalecer definitivamente su economía. Por otra parte, el mal manejo de la política de expropiación llevada a cabo por Hugo Chávez hizo de catalizador para la debacle económica que se avecinaba. La crisis y la falta del líder carismático crearon un ambiente de descontento que fue aprovechado por la oposición para organizar las protestas de 2014 y 2017. El régimen contestó con represión y artimañas antidemocráticas cada vez menos disimuladas para sacar a sus rivales políticos de las instituciones del Estado donde aún mantenían cierta representatividad. Inmediatamente, Estados Unidos, en represalia, impuso a Venezuela duras sanciones comerciales que todavía hoy afectan, especialmente, la exportación petrolera. Como resultado, los programas sociales que le garantizaban al chavismo su base electoral fueron a duras penas sostenidos a costa de una hiperinflación sin precedentes en América Latina, que en 2018, su momento más grave, alcanzó el 130 mil 060 por ciento.

La bancarrota venezolana se tradujo entonces en dos grandes problemas: hambruna y crisis migratoria. Un extenso reportaje multimedia publicado por CONNECTAS y El Pitazo reveló que en 2018 solo el 22 por ciento de los niños en Venezuela tenían un estado de nutrición normal y que el 80 por ciento de los hogares venezolanos padecían hambre. Además, durante los primeros cuatro años del primer mandato de Nicolás Maduro (2013-2017) los hogares pobres en el país pasaron del 27.3 al 87 por ciento. La crisis provocó un éxodo masivo de casi ocho millones de venezolanos -el mayor registrado en la historia de América Latina- que ha sido calificado como una «emergencia» por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

El chavismo ha perdido apoyo internacional.

Excepto por Bolivia, Honduras, algunos pequeños países del Caribe y los viejos aliados de Cuba y Nicaragua, la negativa de Nicolás Maduro a revelar las actas electorales del pasado 28 de julio y sus infértiles esfuerzos para validar su victoria a través de instituciones controladas por el propio chavismo han sido rechazados por la mayoría de los gobiernos del hemisferio. Incluso, varios mandatarios de la izquierda de vieja guardia (Petro, Lula da Silva y López Obrador) decidieron no reconocerlo como presidente electo hasta tanto no sea capaz de demostrar su triunfo, mientras que el joven presidente chileno, Gabriel Boric, fue más tajante al declarar que no tiene dudas de que el chavismo intenta mantenerse en el poder mediante fraude.

La situación actual de Venezuela se ha convertido en un problema tan grave para la región que las afinidades ideológicas parecen importar ya poco frente a la crisis migratoria que podría avecinarse. Antes de las elecciones, varios sondeos anunciaban que hasta una quinta parte de la población residente en el país estaba decidida a abandonarlo si Nicolás Maduro era reelecto. Los destinos serían los mismos que en oleadas anteriores. A día de hoy, la migración venezolana se reparte mayormente, en América Latina, entre Colombia (más de dos millones 857 mil), Perú (más de un millón 542 mil), Brasil (más de 568 mil), Chile (más de 532 mil), Ecuador (más de 444 mil) y México (más de 113 mil). El fenómeno también afecta a España, donde residen más de 400 mil venezolanos, y Estados Unidos, donde se estima que viven otros 545 mil.

Por otro lado, para los gobiernos progresistas latinoamericanos, Venezuela ya no es la supuesta guía hacia el «socialismo del siglo XXI» que fue en tiempos de Hugo Chávez, y mucho menos un generoso suministrador de petróleo. Más bien, podría decirse que el tema Venezuela les resulta ahora sumamente incómodo, pues suele ser usado por sus respectivas oposiciones de derecha en campañas de desprestigio: Lula da Silva en Brasil, Petro en Colombia, López Obrador en México y Boric en Chile han tenido que soportar que sus rivales políticos los acusen constantemente de ser satélites chavistas, cuando no cubanos. Por tanto, la crisis actual en ese país resulta para estos líderes una oportunidad inmejorable para acallar a sus críticos y defender la alternativa política que ellos mismos representan: la de una izquierda democrática.

Colombia y Brasil, dos potencias de la izquierda latinoamericana, han asumido el papel de mediadores en la búsqueda de una salida democrática y pacífica a la crisis en Venezuela. Durante las dos primeras semanas tras los comicios del 28 de julio, Lula da Silva y Petro -junto a López Obrador, que a última hora parece haber desistido de esta iniciativa- intentaron convencer a Nicolás Maduro de presentar las actas electorales, sin embargo, recientemente pasaron dicha petición a segundo plano. Ahora los mandatarios sugieren la formación de un gobierno de cohabitación transitorio que dé paso a nuevas elecciones, las cuales, por supuesto, serían monitoreadas por actores internacionales para garantizar su transparencia e imparcialidad.

Aunque la líder de la oposición venezolana, María Corina Machado, ya expresó su desacuerdo con la propuesta, el mensaje va destinado principalmente al chavismo. «De Nicolás Maduro depende una solución política para Venezuela que lleve paz y prosperidad a su pueblo», comienza un hilo de Gustavo Petro publicado en la red social X, donde el presidente expuso de manera resumida la iniciativa. Hasta el momento en que se escribe este texto, Maduro no se ha pronunciado al respecto, pero sí lo hizo Diosdado Cabello, uno de los más altos jerarcas chavistas, quien expresó: «Aquí no se van a repetir elecciones porque aquí ganó Nicolás Maduro».

Con Estados Unidos enfocado en sus próximas elecciones presidenciales y en el conflicto en Oriente Próximo, y con la Unión Europea centrada en frenar la ofensiva militar rusa en Ucrania, Brasil y Colombia han tenido que liderar la mediación internacional en Venezuela, que, por demás, comparte frontera con ambos. La propuesta más actual que le extendieron a Maduro quizás deba leerse como una salida pacífica que tanto Lula da Silva como Petro, muy probablemente, saben que el chavismo no aceptará. El gobierno venezolano ha demostrado que prefiere mantenerse en el poder, aunque eso implique su aislamiento en la región y en Occidente en general. De tal forma, los mediadores solo estarían intentado agotar todas las posibilidades diplomáticas antes de declarar oficialmente al chavismo como un régimen de facto.

La oposición no es la misma.

Si algo había caracterizado a la oposición venezolana es su torpeza política, lo que le permitió a Hugo Chávez convivir con ella sin que peligrara su poder - al menos después del golpe de Estado de 2002. Sus líderes carecían de astucia y perseverancia, y todos terminaron saliendo de la escena política nacional con más penas que glorias. Nunca ofrecieron a los ciudadanos una alternativa real al chavismo, sino apenas la vaga promesa de acabar con el régimen, y hasta se negaron en ocasiones a participar en procesos electorales con la excusa de que el gobierno manipularía las urnas. Finalmente, los escándalos de corrupción en que se vio envuelto el autoproclamado «presidente interino» Juan Guaidó desarticularon moralmente al bloque opositor.

El gran mérito de María Corina Machado consiste no solo en haber sacado de su crisis terminal a la oposición venezolana en un tiempo relativamente corto, sino en haber nucleado el apoyo popular que jamás tuvo. Machado, una figura más bien radical y secundaria dentro de la oposición, se reinventó a sí misma como una política moderada y pacífica, y desbordó el vacío que dejaron Capriles, López y Guaidó para convertirse en la imagen del antichavismo.

Su historia, en cierto modo, recuerda la de Violeta Chamorro, la mujer que, al frente de una coalición de partidos formada con prisa y sin muchas oportunidades, derrotó en las elecciones de 1990 al sandinismo en Nicaragua. La victoria de Chamorro se debió en gran medida a una lectura acertada de su realidad: lo que más incomodaba a los nicaragüenses entonces no era tanto la pobreza, o el temor de que Daniel Ortega terminara convirtiéndose en otro Somoza, sino la obligatoriedad del servicio militar, que llevó a muchos jóvenes a morir combatiendo a «los contras». Machado, por su parte, no enfocó su campaña en la defensa de la democracia y el fin del chavismo, como sus antecesores, sino en el regreso de los millones de emigrados y en la reunificación de la familia venezolana. Ella, además, cuenta con un programa de gobierno («Venezuela, tierra de gracia») que, aunque cuestionable, no descarta someterse a modificaciones que resulten de la negociación con otros actores políticos venezolanos.

Su previsión de que el Consejo Nacional Electoral retendría las actas hace pensar que muy probablemente haya sabido desde el principio que el triunfo en las urnas era apenas un primer paso; quizás el más sencillo de todos. Aun si Maduro hubiera reconocido una derrota, a Machado y González les esperaban seis largos meses antes de asumir el poder. De manera que el verdadero reto de la oposición siempre fue mantener movilizados a sus votantes y sostener el apoyo popular hasta el 10 de enero de 2025.

Maduro y Machado se enfrentan ahora en una carrera de resistencia que deberá mantenerse hasta la fecha de la investidura. El primero busca, mediante la represión, convertir el entusiasmo de quienes se manifestaron en su contra durante la primera semana postelectoral primero en terror y luego en desesperanza. La opositora deberá entonces encontrar la manera de no desmovilizar a la ciudadanía, sin incitar o convalidar protestas violentas antigubernamentales.

De momento, el chavismo ha tomado la iniciativa. El frenesí que movió a decenas de miles de venezolanos a tomar las calles para retirar carteles con el rostro de Maduro de la vía pública y derribar estatuas de Hugo Chávez, casi 20 días después de las elecciones, parece haber mermado ante la represión. Hasta ahora, los muertos confirmados por la violencia de la Guardia Nacional Bolivariana, la policía y los colectivos ascienden a 23, segúnla ONG Monitor de Víctimas. Y ya ni siquiera basta haber participado en las protestas para ser encarcelado. Varios reportes indican que el régimen está aplicando lo que en Venezuela se conoce como «Operación Tun Tun», una jugada paramilitar que consiste en sacar de sus casas y encarcelar a manifestantes, opositores, periodistas, defensores de derechos humanos y personas que sirvieron como testigos de la oposición durante las elecciones.

Para mañana, 17 de agosto, María Corina Machado ha convocado a los venezolanos residentes dentro y fuera del país a organizar concentraciones masivas en protesta contra el régimen chavista; y es muy probable que esta sea solo una de muchas convocatorias similares por venir. Lula da Silva y Petro, por su parte, están cada vez más cerca de agotar todas las opciones diplomáticas que garanticen una transición democrática en Venezuela. Así que, pese al panorama desolador que intenta imponer el chavismo mediante el uso de la violencia, todavía es demasiado pronto para asegurar que la vieja estrategia de «plomo, escándalo y silencio» volverá a dar resultado.

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sábado, 17 de agosto de 2024

Repaso del José Luis Rodríguez, el bueno, a los líderes chavistas.

José Luis Rodríguez, el Puma, ha sido uno de los cantantes venezolanos con más éxito internacional de las últimas décadas y desde hace tiempo se ha posicionado, como es lógico, radicalmente en contra de la dictadura chavista.

A raíz de las últimas elecciones y del fraude perpetrado por el régimen de Nicolás Maduro el cantante ha publicado un demoledor vídeo en las redes sociales en el que repasa una lista de muchos de los personajes más relevantes de la dictadura y les exige que abandonen el país y el poder: "Yienen que irse, ya basta de robar, de reprimir", les dice.

El Puma, que se refiere a Chávez como "el mayor delincuente", recuerda que su país ya ha sufrido 62 años de dictaduras de uno u otro signo y exclama que "basta de dictaduras en Venezuela" y les dice a los capitostes del régimen que "ya tienen dinero para tres generaciones, ya deje a Venezuela en paz".

Entre los citados por el Puma están por supuesto Nicolás Maduro, Celia Flores, Jorge y Delcy Rodríguez, Fernando Carrillo, Vladimir Padrino, Diosdado Cabello, Elvis Amoroso... Finalmente les dice a todos: "¡Váyanse al carajo, por favor ya basta de robar, de reprimir, de matar, ya basta, váyanse al carajo, vete Nicolás!"


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martes, 13 de agosto de 2024

Cruzada contra los negocios privados privados en Cuba.

Por Iván García.

En los estantes de un bodegón ubicado al sur de La Habana cada vez hay menos productos. Un señor le pregunta a la dependienta si tienen cartones de huevos. “Ya se acabaron”, dice. “¿Cuándo tendrán?”, indaga el cliente. Ella encoge los hombros y responde: “Creo que no va entrar más, van a cerrar el negocio”.

El hombre se queja. “El gobierno desata su guerra contra las MIPYMES sin garantizar ofertas suficientes al pueblo. Estos negocios privados son para las personas que tienen cierto poder adquisitivo. Al resto de la población tiene que alimentarla el Estado, que para eso hicieron una revolución con empresas estatales y planificación central. La estrategia es sencilla: quieren que quienes recibimos dólares compremos en las tiendas por divisas”.

El dueño del negocio, recostado en un mostrador, asiente. “Estoy liquidando los productos que me quedan. Ya el huevo está desaparecido en combate, la mayor parte del pollo se vende por la izquierda. A varias mercancías, como el papel sanitario, gel y jabones de baño, he tenido que subirles el precio y se venden menos.

“El gobierno asegura que no es una guerra contra las MIPYMES, pero los indicios sugieren lo contrario. Las medidas aprobadas están diseñadas para frenar al sector privado. Somos una amenaza para sus ‘negocios’, ya que una parte importante de los dólares que entran al país no pasan por sus manos. Por ejemplo, subieron en un 50 por ciento los impuestos de productos importados que según las autoridades no son de primera necesidad. Para ellos (los del régimen) el pueblo debe limpiarse el fondillo con papel de periódico y bañarse con jabones de mala calidad. Antes pagaba los aranceles en pesos a una tasa de 24 pesos por un dólar. Ahora lo cobran en divisas y la tasa es de 120 pesos por un dólar. Desde enero del año pasado comenzaron a implementar un corralito financiero. Solo se podía transferir 80 mil pesos diarios y 120 mil pesos al mes, que provocó que los dueños de negocios guardaran el efectivo en sus casas. Nadie confía en el sistema bancario cubano», afirma el dueño del bodegón y añade:

«El Estado no nos vende dólares, tenemos que comprarlo por la calle al precio del mercado informal. Por si no fueran suficientes esas dificultades, toparon el precio a seis productos y amenazaron, veladamente, de limitar el precio a más productos en el futuro. El gobierno ha desplegado un ejército de inspectores y funcionarios que se dedican a fiscalizarnos. Te multan por cualquier cosa. O de lo contrario hay que pagarle por debajo del tapete. La corrupción es tremenda. Y a partir del 1 de agosto, las cuentas en divisas del negocio hay que tenerlas en el banco. Una locura. Quieren recaudar divisas, pero a la fuerza”, señala el emprendedor habanero.

Gustavo, economista, opina que “cuando se analizan fríamente las medidas aplicadas por el gobierno, no hay forma de encontrarle una lógica económica, incluso, ni siquiera política. Casi todas esas normativas son contraproducentes. A corto plazo habrá una escalada inflacionaria. Lo sensato sería que hubiera medio millón o un millón de MIPYMES. Once mil, las que hay en estos momento, son demasiado pocas, una cifra simbólica. Existe un error conceptual: los negocios privados, debido a los exiguos salarios que reciben los empleados del sector estatal y los pensionados, no están creados para satisfacer la demanda de las personas que tienen bajos ingresos, que son la mayoría de los cubanos”.

“Es duro entrar a un mercado privado y ver el local climatizado, limpio con productos importados de muchísima mayor calidad y diseño de los que recibe la población por la libreta de racionamiento y no poder comprar. Las MIPYMES no son las bodegas estatales del barrio. Es un error regular sus precios, porque la reacción será cerrar el negocio. El gobierno tiene que recordar que el sector privado maneja sus emprendimiento con dinero propio, no con dinero público. Esas políticas desalientan a futuras inversiones extranjeras y de cubanos radicados en el exterior. Además, a falta de una oferta sostenible de bienes y servicios, se reducirá aun más el poder adquisitivo de los asalariados estatales y jubilados, se incrementarán los precios y los cubanos seguirán emigrando”.

“Lo correcto, para poder detener la crisis multisistémica y la inflación, sería reducir los impuestos, para que florezcan los negocios privados, entregar la tierra en latifundio, permitir que empresarios foráneos paguen directamente a sus trabajadores y privatizar las más de 300 empresas estatales que son irrentables. Y, sobre todo, reducir el enorme aparato burocrático del Estado”, concluye el economista.

Carlos, sociólogo, considera que “las actuales normativas del gobierno son una huida hacia adelante. Apuestan por lo que mejor saben hacer: mayores controles y métodos para disuadir e intimidar a la población y el sector privado. Recientemente la prensa oficial publicó que se pretende aplicar sanciones penales a los que compren o vendan divisas. Es un disparate. Quieren captar los más de dos mil millones que según el primer ministro Manuel Marrero entran al país, a golpe de amenazas. Pretenden obligar a los que reciben remesas a que vendan los dólares al precio artificial, de 120 pesos por un dólar, elegido por el Estado, cuando en el mercado cambiario informal se paga a 320 pesos. Esas medidas traerán consigo la disminución del sector privado que a su vez incidirá en menores ingresos a las arcas públicas por conceptos de impuestos. Los cubanos no se van rendir. Muchos negocios pasarán a la ilegalidad, como ha venido sucediendo desde hace 65 años. La política de mano dura del gobierno abarca a las personas que no trabajan. Las autoridades pretenden revivir aquella nefasta Ley contra la Vagancia de la década de 1970. El enfoque es equivocado. No se puede gobernar atizando el miedo contínuamente”.

Las políticas coercitivas del Estado suelen traer más miseria. En los años 30 del siglo pasado, el sanguinario Stalin aplicó la colectivización estatal de la agricultura, la expropiación forzada de las cosechas, las tierras, las maquinarias y el ganado. Esas medidas provocaron una horrible hambruna en Ucrania, conocida como Holodomor, en la que perdieron la vida entre tres y diez millones de ciudadanos.

Una y otra vez, las dictaduras de la fracasada ideología marxista, insisten en estrategias que han demostrado su ineficacia. Cuando el Estado interviene en el sector productivo, la economía se estanca y la población empobrece. ¿Por qué lo hacen entonces? La fábula del escorpión y la rana, con su moraleja, nos da la respuesta: «No confíes de las buenas intenciones de aquellos que no pueden cambiar su naturaleza». Es el caso del régimen cubano.

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viernes, 9 de agosto de 2024

Mis recuerdos del Maleconazo.

Por Iván García.

En la mañana del jueves 4 de agosto de 1994, un vecino me confiesa sus planes de emigrar. “Ya la balsa está lista. Quedan dos puestos libres. ¿Te embullas?”. Estábamos sentados a la entrada de un pasillo con apartamentos interiores en la barriada de La Víbora, al sur de La Habana.

Entonces, lanzarse al mar en una precaria embarcación era el tema de moda entre muchos cubanos. Los neumáticos de camiones o tractores, motores de viejos automóviles estadounidenses, brújulas, sextantes y salvavidas se pagaban a precio de oro en el mercado informal.

1994 fue un año tremendo. La caída del Muro de Berlín en 1989 y la desaparición de la URSS en 1991 fue el inicio de una crisis económica perpetua en Cuba que se extiende por 35 años. Retrocedimos a una economía de subsistencia. Las fábricas cerraban por falta de combustible e insumos. Los bueyes sustituían a los tractores. Y los apagones eran de doce horas diarias.

La Isla entró de pleno en una etapa de inflación, carestía y hambre. Comer una vez al día era un lujo. La carne, el pollo y el pescado desaparecieron del menú de las familias. La desnutrición provocó enfermedades extrañas como el beri-beri y la neuritis óptica.

La autocracia verde olivo activó planes de contingencia. Los institutos de investigación patentaron bodrios alimenticios como el picadillo extendido (de soya), la masa cárnica y la pasta de oca, entre otros, en un intento por paliar el hambre de los ciudadanos.

El gobierno había contemplado un proyecto extremo, denominado Opción Cero, que se pondría en marcha cuando la gente cayera abatida como moscas en las calles a causa de la hambruna. Llegado el momento, camiones militares repartirían raciones de comida en los barrios. Por suerte, no se llegó a ejecutar.

En la calle, un dólar llegó a costar 150 pesos cubanos y una libra de arroz 140 pesos. En ese contexto de miseria vivíamos los cubanos en 1994, un año caliente. El desespero y las penurias llevaron a muchos a lanzarse al mar en chalupas de goma, secuestrar una embarcación o un avión.

El descontento social era creciente. La población estaba cansada de la precariedad de sus vidas. No se hablaba de otra cosa. Solo de huir. En la mañana del 5 de agosto ser balsero era un delito. Si te pillaban, podías cumplir una sanción de hasta 4 años de cárcel.

Por esos días, La Habana era una lija de fosforo. Cualquier roce podía provocar un fuego. Apenas mes antes, el 13 de julio, había ocurrido el hundimiento del Remolcador 13 de marzo. Para dar un escarmiento ante numerosos intentos de fugas ilegales, a 7 millas de la bahía habanera, las autoridades embistieron, intencionalmente, a un viejo remolcador. A bordo iban 72 personas. Murieron 37 personas, entre ellas 10 niños. Según el testimonio de los sobrevivientes, dos remolcadores estatales les negaron ayuda. Fue un crimen de Estado.

Viernes 5 de agosto. Sobre las once de la mañana, a varios jóvenes que estábamos sentados en una esquina, un amigo nos comenta: “Dicen que lanchas grandes salieron de Miami rumbo a La Habana, a recoger a quienes quieran irse. En el malecón hay un montón de gente esperándolas”. Nos dirigimos al paradero de ómnibus, que quedaba al lado. Un chofer de la ruta 15 nos invita a subir a la guagua, Para llegar más rápido, se desvió del itinerario. Por el trayecto iba recogiendo a personas que le sacaban la mano. “Voy pa’l malecón”, aclaraba. Cada pasajero que subía contaba una versión nueva de lo que estaba pasando.

“Han roto vidrieras de ‘shoppings’ y robando alimentos. Han volcado carros de patrullas. Parece que ‘esto’ (la revolución) se jodió”, decían. Había una gran algarabía . El ambiente era festivo. Cerca del antiguo Palacio de Presidencial, fuerzas combinadas de la policía, militares y agentes de Seguridad del Estado detuvieron la ruta 15.

Nos bajamos del ómnibus y caminamos rumbo a la Avenida del Puerto por calles interiores de la Habana Vieja. Cerca del Hotel Deauville, en Malecón y San Lázaro, a un patrullero lo habían destrozado a pedradas. Paramilitares llegaban en camiones armados con cabillas y tubos de acero. Eran obreros del Contingente de la Construcción Blas Roca Calderío, creado por Fidel Castro en 1987, y que fueron movilizados con urgencia para reprimir al pueblo.

Por primera vez en mi vida escuché gritar Abajo Fidel y Abajo la dictadura. También gritos pidiendo libertad. Lo que comenzó con un intento de fuga masiva a la Florida, se estaba transformando en un motín popular. El epicentro del Maleconazo fueron las zonas pobres y mayoritariamente negras y mestizas de Jesús María, Belén, San Leopoldo, Colón y Cayo Hueso, barrios que son cunas del jineterismo, juegos prohibidos y tráfico de drogas. Allí los hermanos Castro no son bienvenidos.

Pasada las cinco de la tarde del viernes 5 de agosto, fuerzas del régimen parecían tener controlada la amplia demarcación donde la gente se tiraba a las calles a robar, gritar o sentarse en el muro del malecón a esperar que algo sucediese. Es raro que un habanero mayor de 40 años no recuerde que estaba haciendo ese día.

Daniel, 65 años, vecino de Colón, entrecierra los ojos y rememora: “Había tremenda hambre. Y aunque tuvieras dinero, no había nada que comprar. Por la noche ponían carteles contra el gobierno. Los planes para secuestrar la lanchita de Regla o una patana del puerto se fraguaron en estos barrios. Los más jóvenes andaban construyendo balsas, robando bicicletas, asaltando a los yumas (turistas extranjeros) para quitarles el dinero. Estaba poniendo unos azulejos en casa de un amigo, cuando escucho el barullo. Su esposa nos dice, ‘oye, la gente asaltó tiendas en divisas y rompieron los cristales del Deauville’. Me asomé al balcón y vi que unas mil personas se habían tirado a la calle. Alrededor de las once de la mañana aquello era un mar de gente. Comenzaron a gritar Abajo Fidel y pedir libertad”.

Susana, 59 años, vive en una cuartería de la calle Amargura, Habana Vieja, y cuenta que el 5 de agosto de 1994 estaba vendiendo aguacates en la entrada del solar. “Los vendía a dólar o su equivalente, 120 pesos. La moneda nacional perdió su valor. Una libra de arroz valía 100 pesos, 120 la de frijoles negros y 150 la libra de carne de puerco. Muchos gatos callejeros terminaron en las cazuelas. El pueblo estaba a punto de reventar. Cuando comenzaron las protestas, guardé el saco de los aguacates y me fui pa’ la Avenida del Puerto. Aquello era impresionante. Asaltaron los comercios y la gente gritaba consignas contra el gobierno. Se decía que iban a llegar lanchas desde la Florida, a recoger a todo el que quisiera marcharse. Yo preparé un bultico de ropa y una galletas, por si acaso”.

Carlos, sociólogo, considera que las protestas en el malecón habanero dejaron diversas enseñanzas. “El gobierno comprendió que el pueblo estaba agotado de tantos apagones, tanta miseria y escasez de comida. Si pudieron neutralizar las protestas, como hicieron con las del 11 de julio de 2021, fue porque eran espontáneas, sin un líder ni una estrategia organizada. Si en esas protestas hubiera habido un liderazgo, probablemente la historia hubiera sido otra”.

Victor Manuel Domínguez, periodista y escritor independiente, el 5 de agosto estaba en Santiago de Las Vegas. “Había ido a visitar a un sobrino que estaba en una unidad militar. Al regresar a mi casa, me llamó la atención soldados de tropas especiales con armas largas. Vivo muy cerca del barrio chino, una zona de la capital que se las trae. Habían roto los cristales de varias tiendas y locales. El tráfico de personas hacia el malecón era tremendo. La génesis de esa protesta, contraria a la del 11-J, no fue reclamar derechos políticos ni democracia. La gente se tiró a la calle simplemente por qué deseaba emigrar”.

Al atardecer del 5 de agosto, los muchachos que en un ómnibus de la ruta 15 fuimos hasta la Avenida del Puerto, regresamos caminando a nuestras casas en La Víbora. Las calles estaban desiertas. Jeeps artillados merodeaban por la ciudad. Esa noche, ante el temor de otras revueltas, no hubo apagón en La Habana. Las protestas del 5 de agosto de 1994 y el 11 de julio de 2021 marcaron un antes y un después en la dictadura castrista. El nuevo enemigo era el pueblo.

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miércoles, 7 de agosto de 2024

La suerte de Venezuela será la de Cuba.

Por Ernesto Pérez Chang.

Si después del indiscutible megafraude, la ola de denuncias y condenas en todo el mundo, las manifestaciones en las calles y el aislamiento internacional -que ha incluido el abandono o distanciamiento de varios de los antiguos aliados- Nicolás Maduro lograra mantenerse en el poder, entonces sí no habrá dudas de que Venezuela se habrá perdido para siempre y, lo que es peor, que le aguarda un futuro de ruina total similar al presente de Cuba.

El chavismo -cuyos “restos mortales”, carentes de popularidad y atractivo ideológico, mejor debieran ser llamados “madurismo”- ha metido la pata hasta el fondo e intenta salir airoso del problema a fuerza de más mentiras y garrote, puesto que las soluciones inteligentes a la crisis no son alternativa para un personaje de tan pocas luces y que, evidentemente, se ajusta al guion totalitarista que aprendió en sus tantas “visitas de trabajo” a La Habana donde tampoco saben mucho de hacer prosperar un país, pero sí demasiado de cómo salvar el pellejo.

Del lado de acá, siempre cómplices de las chapucerías, lo que está sucediendo es mucho más bochornoso que en Venezuela, y extremadamente peligroso para quienes, en Cuba, aún en contra de todo pronóstico, aspiramos a un cambio democrático.

Venezuela le está sirviendo ahora mismo al castrismo “continuista” para, primero, ensayar en laboratorio ajeno y distante los límites de la represión, y comprobar cuánto más es posible resistir las presiones internacionales e internas; segundo, medir el poder de su aparato de propaganda (y sus alianzas y articulaciones internacionales en ese terreno) frente a los medios de comunicación y las redes sociales; y tercero, aumentar su presencia e influencia en Caracas con las ventajas económicas que eso supone, más en este caso de desesperación, cuando Maduro premiará muy bien a quien logre asegurarle unos años más de mandato pero, sobre todo, darle caza y muerte a los opositores más problemáticos (y de paso, amaestrar a los demás).    

Esos son a grandes rasgos los objetivos del juego venezolano del lado de acá. Y los medios de prensa del régimen cubano, en su proverbial desfachatez, traducen esas “buenas” líneas de trabajo del castrismo “continuista” que, por supuesto, no puede ver con horror, sino con ansias por las expectativas que despierta entre los represores de acá, los planes de construir cárceles de máxima seguridad para encerrar como a delincuentes a toda la oposición política, acusada de terrorista y fascista.

Un viejo sueño hecho realidad para quienes usan esa misma treta criminalizante incluso contra la más mínima manifestación de disidencia. Tengamos en cuenta que en Cuba se ha encarcelado a personas por su opinión en Facebook o por sacar un cartel a la calle, por escribir un muro, por hacer una foto.

Porque si el mundo le dejara pasar este fraude a Maduro, y que además concretara esa amenaza de las cárceles -en una malísima copia de lo que ha hecho Nayib Bukele en El Salvador con los pandilleros-, entonces no habrá límites para lo que sucederá en Cuba, que es como la “niña mimada” de las izquierdas del mundo, y de las universidades, de varios congresistas en los Estados Unidos, y del Parlamento Europeo. Mucho más después que Noam Chomsky en su más reciente libro presentara a la Isla como “modelo de país socialista”.   

A esa “inmunidad” y a ese “modelo cubano” es a lo que aspira el “madurismo”, simplemente porque está más que probado que el mundo siempre estará dispuesto a pasarle la mano, mucho más si las décadas acumuladas en el poder, a pesar de fraudes y represiones, a pesar de impopularidades y chapucerías, le hicieran parecer como “fruto de la voluntad popular”; a fin de cuentas los políticos, así como los grandes capitales, sean de izquierda o de derecha, lo que realmente aman es la “estabilidad”, aunque esta sea un grosero “trampantojo” como es el caso cubano. 

Sin embargo, es prudente reiterar, Venezuela es para el régimen cubano (y sobre todo para los militares que se articulan en él tras bambalinas) el escenario ideal para desplegar todos esos “experimentos” sociales, policiales (y hasta económicos) que no está dispuesto a ensayar en Cuba a riesgo de hacer estallar una olla sobrecalentada con los más recientes “experimentos” económicos que, como otras veces, han terminado en despiadada cacería de brujas, y en más hambre.

La suerte de Venezuela en estos días no decide solo el futuro de ese gran país a punto de ser irreversiblemente arruinado, sino que ofrecerá una proyección de hasta dónde escalaría en gravedad la situación cubana una vez que el régimen comunista pase de sentirse seguro a comprobar que sí lo está, es decir, que no hay nada que pueda derribarlo. 

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sábado, 3 de agosto de 2024

¿Cómo sobrevive el pueblo cubano?

Por Jorge Luis González Suárez.

Hace unos días escuché a un hombre de edad avanzada decir en la vía pública a otra persona en alta voz: “Esta gente no quiere entender que esto no da más y siguen buscando estrategias, pero el asunto es que el sistema no sirve”.

Hoy, la principal preocupación de los cubanos es la alimentación. Desde el gobernante y primer secretario del Partido Comunista hacia abajo, toda la dirigencia reconoce que la producción de alimentos es insuficiente.  

El asunto fue reconocido en la más reciente reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Las causas de la situación son varias: la escasa remuneración a los trabajadores, la falta de insumos, la falta de control, la corrupción, el despilfarro, etc. Pero según las autoridades, la culpa es del “bloqueo”. 

La solución a esta crisis, según el régimen, es un mayor esfuerzo laboral, para producir más, y lograr en el menor tiempo posible una economía próspera y sustentable.

Los cubanos nos preguntamos, mientras llega ese momento, si es que alguna vez llega, ¿cómo vamos a sobrevivir?

Los gobernantes no dan una fecha específica para salir de la crisis. No se sabe cuánto es “el más corto tiempo posible”. Este régimen, que ya dura 65 años, tiene un modo muy peculiar de medir el tiempo.  

Suponiendo que se cumplen los objetivos propuestos en ese plazo indeterminado que es “el menor tiempo posible”, seguramente surgirán otros problemas que resolver. Y entonces los dirigentes volverán a pedir tiempo y a exhortar al pueblo a que resista.

Aunque el asunto alimentario es el más crucial, no es el único que afecta a los cubanos.

El insuficiente transporte público es uno de los temas recurrentes en las quejas de la población. Pero el ministro del Transporte, las pocas veces que aparece en los medios, solamente habla de las carencias de piezas de repuesto, y la escasez de combustible. Las soluciones brillan por su ausencia.  

Continúan los apagones, sobre todo en las zonas rurales, donde pasan numerosas horas en el día sin fluido eléctrico. Para informar a la población, en el Noticiero Nacional de Televisión brindan un parte diario del comportamiento de la capacidad energética del país, y pronostica que habrá apagones. Cuba es tal vez el único país del mundo con tan singular procedimiento informativo. 

Los medicamentos son otro punto neurálgico de los problemas que enfrentamos los cubanos. Conseguir las medicinas que los galenos recetan es casi un milagro, porque las farmacias no cuentan con ellas, y en los hospitales en muchas ocasiones no existen.

El mantenimiento de las viviendas es un reto. Cualquier reparación cuesta una fortuna y los materiales de construcción, controlados por el Estado, son casi inaccesibles.

Hay zonas del país, incluso de la capital, donde el abasto de agua es crítico.

Los productos normados, como el arroz y el azúcar, demoran semanas en llegar a las bodegas. 

Frente a la galopante inflación, los salarios y pensiones que perciben la mayoría de los cubanos son insuficientes. La alta dirigencia admite que es así, pero alegan la imposibilidad de aumentar los ingresos por la aguda situación económica.

Los precios de los artículos existentes en las mipymes son inalcanzables para la mayoría de las personas, a pesar del tope de precios impuesto por las autoridades a algunos artículos. Solo los que reciben remesas de sus familiares en el exterior pueden afrontar esos precios.

Además de estos problemas a los que se enfrenta el cubano de a pie en su existencia diaria, está la falta de libertades. Recordemos que no solo de pan vive el hombre.

Hoy, las alternativas de los cubanos son emigrar, ir a prisión si se rebelan o callar y resignarse a sufrir una agonía sin fin.

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