lunes, 20 de diciembre de 2010

Lezama cumple 100 años.

Por Regina Coyula.


Todavía recuerdo mi primer encuentro con Lezama. En el año 1973, llamó mi atención un librero en mi primera oficina (otro librero, no uno que ya mencioné) atestado de un único libro. El mismo libro repetido perteneciente a la colección Letras Cubanas llenaba el estante de pared de tres tablas. En el tiempo que trabajé allí, nadie sacó jamás uno de aquellos libros, incluida yo, que no sabía de Lezama más allá de que se trataba de un escritor “que no estaba claro”, junto con Virgilio Piñera, lo que quedaba de Orígenes y otros, casi todos hoy, glorias de la cultura oficial. Lezama murió rodeado de silencio y sólo tres o cuatro enterados se atrevieron a ir a su velorio. La mayoría supo de su muerte al día siguiente de su entierro por la pequeña nota aparecida en una página interior del periódico.

Ahora un equipo CSI con Grissom a la cabeza, acaba de aterrizar en la Habana para levantar las huellas del Maestro, descubiertas por un Lezamólogo en una vidriera de la Manzana de Gómez. Se trata de las huellas anular corazón e índice de la mano derecha. Es de presumir que dichas huellas sean vendidas con gran puja en alguna subasta de curiosidades o hasta de arte, considerando que pertenecen a la mano que escribió la inmortal Paradiso. Pero eso no es todo.

El jubileo nacional que culmina hoy, incluye la reapertura de su restaurada casa-museo, la edición de sus Obras Completas, exposición en la Fototeca de sus retratos, con homenaje colateral para Chinolope; la edición de una medalla conmemorativa, la cancelación de un sello de correo y hasta la recreación de Muerte de Narciso en un ballet.

De creer en la vida de ultratumba, Lezama sonreirá enigmático envuelto en la nube de su tabaco.
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