sábado, 19 de octubre de 2019

La nueva red comercial de Cuba.

Por René Gómez Manzano.


El pasado martes 15, por rara excepción, el soporífero programa “Mesa Redonda”, de la Televisión Cubana, pudo ufanarse de contar con una amplísima audiencia. Nuestros compatriotas, alertados por los anuncios y promos hechos al efecto, se sentaron a enterarse de las nuevas tiendas en divisas cuya “aperturización” fue anunciada por el gobierno castrista.

Con ese fin, los realizadores concurrieron al llamado Palacio de la Revolución, edificio que el Partido Comunista escamoteó al Estado Cubano al transformarlo, de asiento de los tribunales capitalinos, en sede de su Comité Central. Allí, ante el emblemático vitral, acudió junto a sus técnicos el inefable Randy Alonso, conductor del programa.

En este caso, en presencia del recién estrenado vicepresidente de la República Salvador Valdés Mesa y numerosos ministros, la voluminosa cabeza del moderador parecía que iba a salir despedida. ¡Tantos eran los gestos de asentimiento que hacía ante esos poderosos! ¡No en balde el nombre de pila del personaje sirve en Cuba para denominar a esos perritos de juguete que no cesan de mover la cabeza! (¡Qué bonito está ese randy!).

Como era natural, el tema en cuestión fue objeto de marcado interés en la prensa independiente cubana. En este mismo portal de CubaNet, por poner un único ejemplo, no sólo se cubrió la noticia; también se han colgado interesantes artículos de opinión de los colegas Luis Cino, Miriam Leiva, Ernesto Pérez Chang y Miriam Celaya.

En cada uno de esos trabajos se abordan diversos aspectos del asunto y se arroja luz sobre importantes implicaciones de lo planteado. Pero hay una faceta específica que -en mi opinión- parece no haber sido valorada en toda la importancia que tiene, y que es la que aspiro a tratar en este escrito. Me refiero al carácter ficticio y artificial del llamado peso convertible cubano (el CUC).

Según afirman los castristas, se trata de la flamante “divisa libremente convertible” de esta Gran Antilla. Verdad es que, si descontamos a algún perturbado mental que podamos encontrar por ahí, esa moneda es utilizada sólo por quien necesite comprar en Cuba alguno de los muchos productos que no se venden en los devaluados CUP.

A partir de ahora, ni siquiera seguirá sucediendo así. Afirmo esto tomando en cuenta las nuevas tiendas cuya creación anunciaron en la “Mesa Redonda”. Como bien asevera la colega Miriam Celaya en una feliz metáfora que recuerda los tiempos en que todavía el castrismo no había arrasado con “la Azucarera del Mundo”, el CUC es sólo una “bastarda ficha de central que solo funciona al interior del batey insular”.

Por obra y gracia de los jerarcas del fidelismo, el peso cubano convertible es la única unidad monetaria del mundo cuya cotización no oscila con los vaivenes de la fortuna y de los procesos productivos. Hasta una divisa sólida e importantísima de un país inmenso -como el dólar de los Estados Unidos- pierde algo de su valor cuando ocurre -digamos- alguna catástrofe natural grave.

En Cuba no. Con todo y tratarse de un país pequeño y empobrecido al extremo por el socialismo estatista, en nuestra Patria podemos afrontar huracanes terribles (incluyendo los de carácter económico, como el bárbaro desmontaje de la primera industria nacional) sin que el “valor” del CUC sufra la menor perturbación. La cotización ante otras divisas (el mismo dólar estadounidense, por ejemplo, que según los castristas vale menos que nuestro “chavito”) permanece incólume.

Por supuesto que se trata de una gran patraña. Esa elevada apreciación puede mantenerse sólo gracias a lo ya indicado: A que la pequeña isla caribeña es el único territorio del mundo en que tiene algún sentido poseer (para gastarlos en tiendas que eran de primera categoría, y ahora pasarán a serlo de segunda) esos papelitos impresos con colorines.

La “aperturización” de los nuevos comercios castristas (con mercancías pagaderas sólo en dólares, euros y algunas otras verdaderas divisas) constituye el reconocimiento tácito de una verdad irrebatible: el mismo Estado que emite el CUC lo sobrevalora de manera escandalosa y artificial. Como bien dice la colega Miriam Leiva: “CUC y CUP son papeles sin respaldo, solo para uso del cubano común”.

Entonces debemos constatar que la nueva red de tiendas permitirá al pulpo militar GAESA y a otras dependencias del régimen castrista recaudar verdaderas divisas; no los inflados “pesos cubanos convertibles”.

Por eso discrepo del colega Pérez Chang cuando afirma que el CUC “a partir de ahora comenzará a caer en picada frente al dólar”. Considero que esto habría sido cierto si en los nuevos comercios castristas admitiesen también los pagos en CUC. Como los rechazan, es de suponer que en las “tiendas recaudadoras de divisas” que hasta ahora han existido se continuará la vieja práctica de vender, a precios exagerados, algunas mercancías de calidad mediocre, y hacerlo en una unidad monetaria emitida y controlada por el propio régimen y cuyo supuesto valor se mantiene inflado de manera artificial.

En el ínterin, los grandes jerarcas de La Habana, lejos de cumplir su promesa formal de eliminar la doble moneda, han dado este nuevo paso hacia el uso sistemático de otra unidad monetaria adicional.
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