martes, 15 de octubre de 2019

Talentos sin vergüenza.

Por Esteban Fernández.


Para mí el talento tiene que ser parejo con la decencia. Puede ser el mejor escritor, el mejor deportista, cantante, musico, poeta, y si no tiene una conducta acorde con lo que yo considero correcto entonces para mi vale menos que un bagazo de caña.

Qué diablos me importa la sabiduría de un individuo, sus dotes bateando o recogiendo pelotas, sus libros publicados, si junto a eso es un amoral.

Ustedes no han escuchado decir mil veces que “los deportes, la música, no tienen nada que ver con la política”. Y el objetivo es que vengan aquí los artistas, ganen dólares y los lleven para Cuba.

Y muchas veces los que al actuar aquí se las dan de apolíticos, al regresar allá se desviven en loas por la porquería gobernante.

Porque, desde luego, voy a llevar esto al ámbito cubano: si el pelotero, cómico, grupo musical, demuestra simpatías por el régimen castrista yo lo quiero a miles de millas de distancia de mí.

Y aquí los Estados Unidos pasa igual, puede ser Robert De Niro,  el  mejor actor del planeta y yo me tiro tres vientos por el.

Y yo no piso un cine, ni veo un programa de televisión donde actúe un renacuajo izquierdista y comunista ni aunque me regalen las entradas.

Bríndenme mil elogios y enseñenme cientos de “virtudes” de un político y díganme que es “socialista” y ahí mismo lo entierro en vida y para mí no existe.

Un tipo encuentra la cura contra el cáncer y se demuestra que es abusador sexual de niños y ahí mismo pierde todo crédito ante mis ojos por su gran descubrimiento, y quiero que sea refundido en una cárcel.

Pueden los Van Van tener tremendo éxito, pero desde el mismo instante en que hasta el nombre de la orquesta viene de la guataquería de seguirle la corriente al tirano con el estribillo de la zafra de los 10 millones “van van” ahí mismo dejaron de gustarme. Entonces para mi “los Van van que se vayan a freír espárragos”.

Cuantas loas para el escritor Gabriel García Márquez y sus “Cien años de soledad” pero para mí su amistad con el tirano lo desacreditó completamente ante mis ojos.

Un humilde obrero decente, un pobre guagüero honrado, el más anónimo de los anticastristas, valen mas que el mas encumbrado de intelectuales indecentes.

Yo no aplaudo al que cante bien, ni al afamado futbolista, ni al mejor de los bongoseros, ni al gran locutor, si aparejado a su talento no lleva una vida integra.

No voto por un bandido, ni celebro a un delincuente, ni voy a un cine a ver a un comunista.
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