jueves, 12 de marzo de 2020

El socialismo en los tiempos del coronavirus.

Por Ernesto Pérez Chang.

Cuba mendigos pobres menesterosos desamparados homeless pobreza miseria salud coronavirus pandemia

Aunque la presencia del coronavirus en otras naciones del Caribe que viven del turismo pudo favorecer el destino Cuba, el incremento de visitantes ha sido ligero y los riesgos mucho mayores que los beneficios que supone tal “bonanza”.

Un pico de arribos muy breve porque el Ministerio de Salud Pública acaba de declarar los primeros casos, Panamá pronto superará la decena de contagiados, al igual que Dominicana, México y otros países del área, sin contar los Estados Unidos, muy próximo al millar de enfermos.

Cuba se verá afectada por el coronavirus como cualquier otra nación del orbe y las consecuencias pudieran ser catastróficas para una economía que se hunde en una de las peores crisis en 60 años de socialismo.

El ligero alza de la temporada turística por el desplome de otros destinos de sol y playa no repercutirá en mayores ganancias en tanto la alerta y el control sanitarios obligan a un gasto considerablemente alto de recursos, de modo que las ventajas se reducirían a la oportunidad de ganar la fidelidad de clientes “primerizos” para que repitan en otras temporadas, pero para eso habría que ofrecerles un mejor producto, punto bien flaco en las actuales circunstancias.

Ni siquiera el turismo ha podido escapar de las carencias materiales. El deterioro de la infraestructura hotelera se revela en los muchos reportajes de la prensa independiente  y extranjera que muestran las insatisfacciones de los clientes, incluso con los servicios de instalaciones de 4 y 5 estrellas, sin hablar de la recreación y la gastronomía, muy mediocres incluso en hoteles como el Packard o el Manzana, en la capital, que apenas ofrecen algo ligeramente “distinto” pero muy poco que les justifique la categoría “de lujo” que ostentan.

Todo parece indicar que el coronavirus no hará excepciones con nadie y, si las altas temperaturas no lo detienen -como pronostica algún que otro estudio científico- tendremos una “primavera bien negra” en Cuba entre pandemia, aumento de la represión política, falta de liquidez, desabastecimientos, sequía y recrudecimiento del embargo de los Estados Unidos.

Aunque los dirigentes cubanos han querido proyectar una imagen de tranquilidad y de  capacidad de control en los peores escenarios, lo cierto es que la población cubana, altamente envejecida, no se encuentra preparada para resistir el embate de una pandemia letal como es el coronavirus.

La falta de medicamentos en las farmacias, la carencia de personal médico y de instalaciones hospitalarias adecuadas, el desabastecimiento alimentario y de productos de aseo personal, la ausencia de suplementos nutricionales para niños, ancianos y pacientes inmunodeprimidos, así como de un programa efectivo de asistencia social que provea estos soportes alimentarios especiales de forma gratuita o subvencionada a los más necesitados -que en conjunto representarían más de la mitad de la población-, sumado todo esto a los bajos ingresos por concepto de salario que afecta a poco más del 80 por ciento de los hombres y mujeres vinculados al trabajo, son elementos suficientes para tener una idea de la tragedia que está a punto de estallar en la isla.

La percepción de riesgo es extremadamente baja entre los cubanos y la gente en la calle va como si nada, presionada además por la imperiosidad de buscar el alimento diario, de modo que no valen los remilgos cuando la diferencia entre comer e irse a la cama con el estómago vacío está en adentrarse a gritos y golpes en el molote de desesperados frente al único mercado de la ciudad donde hoy -pero quizás no mañana o nunca más-, venden pollo congelado.

Por otra parte están quienes dependen de interactuar con ese turista no importa si chino, italiano o español, tampoco si enfermo o no, pero que es el eje único, indispensable, de las economías personales de taxistas privados, arrendadores, dueños de restaurantes y bares privados y hasta “jineteros” y “jineteras”, de altos y bajos estándares, que no están en condiciones de asumir cuarentenas, aislamientos y prevenciones cuando se trata de llevar el sustento al hogar familiar en una “Meca” del “turismo sexual” donde NO HAY NADA.

El coronavirus amenaza con ponerles las cosas bien difíciles a quienes no cuentan con clínicas exclusivas como esa para altos dirigentes del Partido Comunista, donde además se atiende los nervios y se hace cirugías estéticas la hija de Cristina Fernández de Kirchner.

A duras penas la “gente del montón” irá a esos policlínicos de barrio donde las camas  y camillas no tienen sábanas, los baños sin agua corriente huelen a infierno, el instrumental es esterilizado una vez al día para ahorrar electricidad, el personal atiende sin nasobuco ni guantes, y a donde deberán llegar desde sus casas con el jabón y las medicinas que lograron conseguir en el mercado negro, a costa de vender las cuotas de arroz y azúcar normados del mes, o hasta un refrigerador o un pedazo de la casa. Porque, por un hijo o una madre enfermos, la gente hace lo que tenga que hacer.

Por su parte, el Partido Comunista -para el que habrá una buena reserva de gel desinfectante y tapabocas, no por “privilegio de clase”, dirán ellos, “sino solo por garantizar la continuidad del sistema”-, se verá en la disyuntiva entre decretar un toque de queda o fingir que no pasa nada aunque renunciando -dirán que “por causa de la escasez de combustible y no por la presencia del virus”- a la marcha por el Primero de Mayo, tan peligrosa en momentos en que la gente, cansada de tanto construir un socialismo que no les sirve para nada, va perdiendo el miedo a la protesta pública.

El toque de queda les pudiera servir a favor, en esa estrategia de incentivar y trasmitir el “miedo al enemigo” (esta vez sería el coronavirus) como base para el control de las multitudes, además de ayudarles a disimular la oleada de represiones y “regulaciones”, al tener un buen justificante, incluso para procesar judicialmente a opositores como a indisciplinados “propagadores de enfermedades”, aunque sea por el simple hecho de reunirse como grupo de amigos, pero en “los tiempos del cólera”, perdón, del coronavirus.

La suspensión de la marcha por el Primero de Mayo, tan proletaria y socialista, sería un precio demasiado alto que pagarían, en tanto las domesticaciones de las “masas populares” dependen de esas “convocatorias rutinarias”, de las “demostraciones de fidelidad” que son las marchas políticas, pero el internet y las redes sociales van tomando el control ideológico de la sociedad y a los comunistas no les parecen tiempos para aglomeraciones. No cuando la distancia entre la tribuna a los pies del Apóstol y la multitud de la “gente de a pie”, demasiado mínima, no les garantiza el estar a salvo de estornudos y salivazos.

Sea como sea, el coronavirus ha llegado a Cuba y la verdad verdadera es que no hay jabón ni agua para lavarnos las manos. Los vertederos de basura se desbordan en las esquinas. La gente hace una sola y precaria comida al día después de pasar una jornada entera haciendo fila en los comercios y viajando apretada en los autobuses. Los toallas desechables, tan recomendadas por los médicos en las actuales circunstancias, llegaban de Italia por medio de la empresa ITALSAV pero el país europeo está cerrado a cal y canto, y hasta la embajada en La Habana ha dejado de emitir visados.

No hay aspirinas, no hay vitamina C, no hay alcohol ni pollo para hacer caldo ni naranjas para tomar un jugo, los nasobucos, los pocos que hay, se venderán (no se regalarán) solo en algunas farmacias porque, de acuerdo con lo informado por el Ministro de Salud, no se ha podido contratar la compra con ningún proveedor.  No hay esto ni aquello ni lo otro. Y lo peor, NO HAY DÓLARES. Solo el coronavirus, que ya está aquí. Veamos si tiene piedad de nosotros.
Share:

0 comments:

Publicar un comentario