jueves, 9 de febrero de 2012

Las cuentas claras del cuentapropismo.

Por Yodanis Manrique.

Los cuentapropistas se han convertido en los competidores número uno de los ciudadanos a la hora de adquirir los productos alimenticios en los mercados causando no poco malestar entre ellos.

Publicado a los cuatrovientos como una de las aperturas y progresos del sistema, el cuentapropismo en Cuba significa solo un entretenimiento para la población de la Isla. Ni salida a la crisis ni alternativa para paliarla tampoco, amén de que las cifras de los autorizados crezca considerablemente (cerca de 200 mil personas en los dos últimos años).

Las causas del reconocimiento oficial de estas labores justifican la incapacidad del Estado para controlarlo todo y ante una evidente crisis, la solución a los “disponibles”- un eufemismo con que el gobierno cubano llama a los desempleados- se presentó como toalla en el ring.

Luego de la intervención de los pequeños negocios en los primeros años del triunfo revolucionario,  se rompió una cadena histórica de tradiciones y oficios que se tejieron y consolidaron una generación tras otra. Los hijos de los campesinos abandonaron la tierra para estudiar en las grandes ciudades, los expropiados ya no seguirían con el negocio de sus padres, en tanto la superación cultural y la política se convirtieron en la quimera ciudadana del socialismo cubano gracias a que los rusos suplían con creces sus déficits productivos.

Sin reconocimiento social, muy cerca de la marginalidad, permanecieron quienes eran poseedores de habilidades manuales o  potencialidades en el ofrecimiento de un servicio independiente a los del Estado.  En algunos casos, perseguidos, en otros, tolerados por una coyuntura de crecientes necesidades, el trabajo independiente permaneció a la sombra durante mucho tiempo.

En la década del 90, nuevamente la cuerda aflojó su nudo, pero poco a poco se fue ajustando a tal punto que la cifra inicial se redujo  hasta niveles críticos. A los impuestos del Estado se sumaron extraoficialmente los de los inspectores, que también cobraban por su cuenta en productos o en dinero. Si a lo anterior le agregamos la presión de los círculos de poder contra los particulares, entonces explicaríamos la actual campaña de prensa a legitimar este tipo de empleo y a educar a los dirigentes intermedios en tal sentido, quienes todavía no soportan la idea de que exista algo en lo cual no puedan meter sus narices.

El tercio de millón de personas autoempleadas en la Isla, no constituyen  una mejoría para la economía nacional. Si aproximadamente el 66 por ciento no tenían vínculo laboral, es decir, que ejercían la actividad sin autorización y el 16 procede de los jubilados,  ¿qué queda para los 1,3 millones de disponibles en Cuba si hasta la fecha los provenientes del trabajo estatal solo representan el 18 por ciento de este sector?

Además de esto, alguien me puede explicar ¿cómo es posible el crecimiento mientras se reducen los empleos, por tanto, la principal fuente de dinero circulante y aumentan quienes compiten por repartirse el escaso dinero de la Isla?

Dentro de las actividades más representativas, según medios de prensa estatales, se incluyen el transporte de pasajeros, la elaboración y venta de alimentos,  los trabajadores contratados, el arrendamiento de viviendas y el carretillero o vendedor de productos agrícolas a domicilio. Un análisis económico muy simple del asunto indica un reciclaje dentro de un laberinto sin salida debido a que no se produce ninguna riqueza material.

En este aspecto, los cuentapropistas se han convertido en los competidores número uno de los ciudadanos a la hora de adquirir los productos alimenticios en los mercados causando no poco malestar entre ellos.

¿Por qué no se estimula la pequeña y mediana producción que le permita subir las exportaciones a la Isla? ¿Por qué no se le da acceso a los cuentapropistas a medios de producción y no solo a medios de consumo?

La ampliación de 10 mil carretilleros en siete meses nada dice de una mejoría en la Isla salvo la de nuevos cobros de impuestos para el gobierno. Más bien confirma la tesis de que unos pocos sostienen la falta de productividad de muchos.

Los créditos y las recientes flexibilizaciones en las relaciones entre cuentapropistas y entidades estatales, van en carretas mientras el mundo persigue la velocidad de la luz. En las encrucijadas de la economía cubana, el cuentapropismo solo es un entretenimiento más del circo.
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