jueves, 9 de febrero de 2012

Trabajadores relatan las tribulaciones de su primer año con negocios por cuenta propia.

'Cuba tiene enormes dificultades. Esto es un maratón, y están apenas gateando', dice un analista.

Un año de grandes esfuerzos para aprovechar la ampliación del trabajo por cuenta propia no hizo rico a Julio César Hidalgo. Este propietario de una pizzería tuvo algunos meses buenos, pero el restaurante que abrió con su novia da pérdidas y a veces no tienen con qué comprar ingredientes básicos.

No obstante, este joven de 31 años cree que es mejor tener un negocio propio, reporta la AP.

Hace un año, Hidalgo preparaba pastelitos en una panadería del Estado, en la que empleados y jefes se peleaban por "llevarse" algunos huevos, harina y aceite de oliva, pues era la única forma de salir adelante con salarios de 15 dólares al mes. Hoy no le responde a nadie, paga impuestos y emplea a otros.

"En parte, se cumplió mi sueño de tener lo mío propio en mi casa, de poder mandarme a mí mismo y puedo decir que se cubrieron las expectativas porque no creo que en Cuba hoy podemos aspirar a más", dijo Hidalgo junto a su novia Giselle de la Noval. "Hemos sobrevivido".

La historia de Hidalgo es muy parecida a la de varios individuos entrevistados por The Associated Press que instalaron negocios propios luego de las medidas de hace un año, que abrieron las puertas a una forma limitada a la iniciativa privada.

Sus experiencias, igual que las reformas mismas, no pueden ser descritas como un gran éxito. De una docena de individuos que abrieron negocios —un restaurante, dos puestos de venta de DVDs, dos cafeterías, una costurera, una manicura y un hombre que instaló un gimnasio— tres cerraron o empezaron a trabajar para otros. Un cuarto dijo haber sido hostigado por sus antiguos empleadores estatales. Fuera de Cuba, nadie diría que sus experiencias son exitosas.

Sus vidas, sin embargo, fueron transformadas, se hicieron realidad algunos sueños, hubo un cambio de actitudes y se abrieron puertas que habían estado cerradas más de medio siglo.

En el caso de Hidalgo, algunos problemas personales agravaron el reto de abrir un negocio.

Luego de un verano caluroso en el que nadie quería comer pizza, Hidalgo tuvo que cerrar el negocio dos meses para atender a su abuela, que padece Alzheimer. Mientras el local estuvo cerrado, él y De la Noval tuvieron que pagar impuestos y hacer aportes jubilatorios, lo que se llevó los pocos cientos de dólares que habían ganado.

Volvieron a abrir a fines de noviembre, con tan poco dinero que no siempre pudieron ofrecer la especial de la casa.

"Después que cerramos dos meses se puede decir que empezamos de cero, y nosotros no perdimos el negocio porque tuvimos disciplina y orden desde marzo hasta septiembre", manifestó De la Noval, de 23 años.

Una de las medidas más radicales del año que se acaba fue la decisión de aumentar significativamente la cantidad de trabajadores por cuenta propia principalmente en el sector de los servicios, parte de un hasta ahora esfuerzo infructuoso por reducir las plantillas estatales.

El Gobierno planea despedir progresivamente a millón y medio de sus empleados.

Unos 355.000 cubanos han recibido licencias para abrir negocios, pero la mayoría son jubilados o personas sin anterior vínculo laboral. Solo un 18% son antiguos trabajadores estatales, según los datos oficiales.

Casi en cada esquina de La Habana y en pueblos y ciudades de toda Cuba hay ahora carteles improvisados y sombrillas que anuncian la presencia de un nuevo negocio, así como vendedores callejeros que ofrecen a viva voz desde vegetales hasta escobas y servicios de reparación.

"Estamos en un año de estabilización, los cambios han avanzado, el ritmo no es el adecuado para la acumulación de los problemas que hay pero hay avances y sobre todo son consecuentes, uno detrás de otro y no hay señal de paralización o retroceso y tampoco hay improvisación", opinó el experto Omar Everleny Pérez, del Centro de Estudios la Economía Cubana, perteneciente a la Universidad de La Habana.

El Gobierno no ha ofrecido estadísticas sobre los ingresos en concepto de impuestos y los ahorros en las nóminas de empleados generados por las medidas. Un informe publicado en octubre por el diario oficial Granma indicó que los impuestos que pagan los negocios nuevos se habían triplicado.

Las autoridades de la Isla redujeron sus pronósticos para el crecimiento económico de 2011 del 3% al 2,7%, un índice muy bajo para un país en desarrollo.

Las personas que instalaron negocios privados se quejan de los altos impuestos que deben pagar, la falta de materia prima y el hecho de que de repente están rodeados de competidores.

La mayoría de la gente que comienza a trabajar por cuenta propia no tiene capital para abrir negocios innovadores y se limita a instalar cafeterías, salones de manicuras, pequeños puestos a la vera de los caminos y cosas por el estilo.

Anisia Cárdenas es una costurera, una de más de 100.000 cubanos que tenían licencias para operar negocios privados desde la década de los noventa. Tras la ampliación del trabajo por cuenta propia decidió expandirse y pagar dos dólares al día para alquilar un porche de una vecina en el que instaló su máquina de coser.

Sin embargo, no hubo mucha actividad y tuvo una competencia feroz de otras costureras con licencia. Luego de unos pocos meses tuvo que regresar a su pequeño apartamento, temerosa de verse obligada a cerrar su negocio por no poder pagar un impuesto de 19 dólares mensuales. Ahora trabaja como empleada de otra costurera.

"Las cosas son difíciles", dijo Cárdenas, quien está tratando de ahorrar dinero para la fiesta de los 15 años de su hija en enero. "Todo es muy caro".

Otros dicen que las normas a veces no tienen sentido y los empleados estatales siguen mirando los negocios privados con cierta suspicacia.

María Regla Saldívar es un cinturón negro en taekwondo que consiguió una licencia para dar clases privadas a los chicos del barrio en un parque frente a su trabajo. A principios de año soñaba con convencer al Gobierno de que la dejase convertir un lavadero abandonado en un centro de recreación.

Pero el Gobierno le negó el local y luego sus jefes en el Instituto Nacional de Deportes le suspendieron el sueldo porque dijeron que sus actividades particulares estaban afectando su desempeño. Dejó entonces ese trabajo.

Finalmente, su antiguo jefe le prohibió usar el parque para clases de artes marciales, algo que, técnicamente, está prohibido. El Gobierno considera que la enseñanza de esa disciplina puede resultar mortal, por más que la mayoría de los clientes de Saldívar no son siquiera adolescentes.

"Aquí se le llama envidia", dijo Saldívar de su jefe. Actualmente da clases a 14 estudiantes en un patio detrás del departamento donde vive con su hija adolescente.

Saldívar asegura que no lamenta lo sucedido en el último año. Dice que tener que tomar decisiones comerciales aumentó su autoestima y que se siente feliz de haber podido ahorrar 2.000 pesos (80 dólares), equivalentes a cuatro salarios estatales promedio.

"Para mí es mucho dinero", dijo pasando los dedos sobre unos pantalones de color azul celeste que había comprado. "Yo quería tener esto (los pantalones) desde hace rato y lo tengo. No parecía una entrenadora, parecía una buscadora de mangos".

Rafael Romeu, director de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana, con sede en Washington, consideró que Raúl Castro "cambió la conversación" desde que reemplazó a su hermano Fidel y presionó a los distintos organismos del Gobierno para que resolviesen los problemas de la economía en lugar de seguir atribuyéndolos a factores externos como el embargo.

Los cambios no han alcanzado por ahora para revivir la moribunda economía cubana.

"Son pasos positivos. Ahora puedes tener un teléfono celular, puedes comprar una casa o tener una pequeña empresa. Pero esto no es la caída del Muro de Berlín. No son cambios grandes", manifestó Romeu. "Cuba tiene enormes dificultades. Esto es un maratón, y están apenas gateando".

Romeu, quien ha trabajado en todo el mundo estudiando las economías emergentes, dijo que Cuba está actuando con mucha más cautela que China o Vietnam, que abrieron sus economías a paso más acelerado.

Algunas reformas parece avanzar a paso más rápido que otras.

El negocio es muy bueno en una esquina conocida desde hace tiempo como el epicentro del mercado informal de bienes raíces de La Habana. Solo que ahora, los avisos que se colocan en los árboles ofrecen legalmente propiedades en venta, sin necesidad de recurrir a "permutas".

"Todo es legal" comentó Méndez Rodríguez, agente de bienes raíces sin licencia —esa actividad no está incorporada como tal por ahora—. Indicó que él y otros intermediarios no cobran, sino que viven de los "regalos" que les hagan sus clientes.

El Estado concede licencias para 181 actividades en la actualidad y circulan versiones de que pronto incorporará la de agentes de bienes raíces. Rodríguez dijo que las reformas han generado un aumento en los precios y que una casa que hace un par de meses costaba 20.000 dólares requiere hoy un 50% adicional.

Los nuevos comerciantes quisieran ver aumentos de ese tipo en sus actividades.

Javier Acosta, quien invirtió en un restaurante propio más de 30.000 dólares que había ahorrado trabajando como mesero, dice que por ahora no tiene muchos clientes.

"Este ha sido un año de duro trabajo, de sacrificio, de trabajo arduo. Días que no viene nadie, días que viene una mesita, dos mesitas, que viene bastante gente", manifestó.

Relató que operar el negocio le cuesta unos 1.000 dólares al mes y que cuando no hay mucho movimiento no alcanza a cubrir esa cifra.

De todos modos, cree que las medidas le cambiaron el rostro a Cuba.

"Después de 50 años en que todo estaba prohibido se necesita tiempo para cambiar la mentalidad de la gente y hacerles entender que esta vez es diferente", afirmó, sentado en su restaurante vacío. "Si usted no trabaja, no come".

A pesar de sus problemas, Acosta dice que volvería a correr el riesgo si tuviese la oportunidad. Hidalgo y De la Noval están de acuerdo. Ellos esperaban abrir a tiempo para la víspera del año nuevo, que los cubanos festejan tradicionalmente con pierna de cerco, yuca, frijoles negros y postres.

Hidalgo dijo que su familia no tiene suficiente dinero ahorrado como para tomarse la noche después de las crisis y tribulaciones de este año.

Afirmó que mantendrá abierta la pizzería hasta tarde y festejará el Año Nuevo con su novia y su tía allí mismo.

"Pensamos hacer una pequeña comida nosotros tres", dijo Hidalgo. "La pierna (de cerdo) si la puedo comprar será para vender no para comer nosotros".
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